“Reconozco que me he quedado callado y me he reído cuando veo que `chalequean´ a un compañero de clases por su forma de ser. La verdad es que es un poco tonto, no sé si esa es la palabra, pero no se defiende, tampoco sé lo que debo hacer, son bromas pesadas pero somos chamos” (Ernesto, 13 años).
En la obra de teatro barroco Fuente Ovejuna, de Lope de Vega, en un momento se desarrolla un juicio y cuando el juez les pregunta: “¿Quién mató al Comendador?, todo el pueblo responde: “Fuente Ovejuna, señor”. Los Reyes Católicos absuelven el pueblo, porque es imposible determinar la identidad de los culpables concretos. Algo similar pasa con los testigos del acoso. Se esconden en el grupo para enmascarar sus responsabilidades individuales.
Puede ser que los testigos no se den cuenta de que las burlas y risas le causan dolor a quien es víctima de acoso, y hasta piensen que se lo merece por ser como es. El abordaje suele centrarse en el estudiante que ha sido agredido y en el agresor, pero se descuida a quienes con su actitud son reforzadores fundamentales de las agresiones: los espectadores.
Testigos son todos aquellos adultos o estudiantes que sin estar involucrados presencian el acto de agresión. Por acción u omisión refuerzan el acoso. Es importante tratar de comprender por qué actúan de esa forma. Es probable que alguno haya sido atacado anteriormente y procure pasar desapercibido para que quien acosa no se fije en él. Su silencio, aunque parezca complicidad, puede ser producto del miedo.
También están los testigos que actúan como agresores o colaboradores pasivos, y refuerzan a que el agresor actúe. Los testigos se hacen cómplices o espectadores pasivos. El silencio le da poder a quien realiza el acoso. Él sabe que le hacen el juego porque le tienen miedo y los puede manipular haciéndoles sentir que si lo apoyan en sus burlas le demuestran lealtad.
Puede ser que no se den cuenta de que su risa le causa dolor a quien es víctima de acoso, y hasta piensen que quien sufre se lo merece por ser como es. Puede resultar más cómodo reírse de las burlas que defender al que sufre el acoso. Se sienten más protegidos si se alían a los que se sienten más fuertes y poderosos.
Seguramente sienten temor y prefieren guardar silencio. No saben qué hacer, ni a quién ni cómo reportar el acoso. No tienen idea de cómo intervenir cuando quien acosa está haciéndole daño al acosado.
Son muy pocos los que se atreven a defender al acosado. Solo lo hacen aquellos que no dejan que el miedo los silencie o paralice, por eso se les denomina espectadores activos. Se ponen en los zapatos del acosado y logran comprender cómo se siente y la necesidad que tiene de sentirse apoyado.
En el fondo todos saben lo que hace sentir bien y lo que hace sentir mal. De ahí la importancia de abordar con el grupo qué hacen cuando se observa que algún compañero se burla de otro de forma sistemática, si no se dice o hace nada se convierte en sus cómplices.
La indiferencia ante el acoso es un acto violento y cruel. Es importante romper el silencio. Cuando se reportan los casos de acoso se está haciendo justicia y evitando la impunidad.
Es clave comunicarle a la persona acosada que no se sienten bien con lo que le está pasando. Hacerle saber que tiene derecho a buscar ayuda y consultarle si desea que se le apoye. Con ese apoyo, la persona acosada siente que no está sola y que tiene un aliado, ojalá varios. Esto le dará más fortaleza y esperanza de que la situación pueda cambiar.
La guerra que se está librando en Ucrania nos da el marco perfecto para hacer reflexionar a nuestros hijos sobre los sentimientos que genera una agresión por parte de alguien más poderoso, el dolor en las víctimas y el rol que juegan los otros actores. Es un buen tiempo para desarrollar una actitud empática sobre el rol que desean jugar en su vida: promoviendo o frenando las agresiones a su alrededor.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: ¿Y si es mi hijo el que acosa en la escuela?
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En la obra de teatro barroco Fuente Ovejuna, de Lope de Vega, en un momento se desarrolla un juicio y cuando el juez les pregunta: “¿Quién mató al Comendador?, todo el pueblo responde: “Fuente Ovejuna, señor”. Los Reyes Católicos absuelven el pueblo, porque es imposible determinar la identidad de los culpables concretos. Algo similar pasa con los testigos del acoso. Se esconden en el grupo para enmascarar sus responsabilidades individuales.
Puede ser que los testigos no se den cuenta de que las burlas y risas le causan dolor a quien es víctima de acoso, y hasta piensen que se lo merece por ser como es. El abordaje suele centrarse en el estudiante que ha sido agredido y en el agresor, pero se descuida a quienes con su actitud son reforzadores fundamentales de las agresiones: los espectadores.
Testigos son todos aquellos adultos o estudiantes que sin estar involucrados presencian el acto de agresión. Por acción u omisión refuerzan el acoso. Es importante tratar de comprender por qué actúan de esa forma. Es probable que alguno haya sido atacado anteriormente y procure pasar desapercibido para que quien acosa no se fije en él. Su silencio, aunque parezca complicidad, puede ser producto del miedo.
También están los testigos que actúan como agresores o colaboradores pasivos, y refuerzan a que el agresor actúe. Los testigos se hacen cómplices o espectadores pasivos. El silencio le da poder a quien realiza el acoso. Él sabe que le hacen el juego porque le tienen miedo y los puede manipular haciéndoles sentir que si lo apoyan en sus burlas le demuestran lealtad.
Puede ser que no se den cuenta de que su risa le causa dolor a quien es víctima de acoso, y hasta piensen que quien sufre se lo merece por ser como es. Puede resultar más cómodo reírse de las burlas que defender al que sufre el acoso. Se sienten más protegidos si se alían a los que se sienten más fuertes y poderosos.
Seguramente sienten temor y prefieren guardar silencio. No saben qué hacer, ni a quién ni cómo reportar el acoso. No tienen idea de cómo intervenir cuando quien acosa está haciéndole daño al acosado.
Son muy pocos los que se atreven a defender al acosado. Solo lo hacen aquellos que no dejan que el miedo los silencie o paralice, por eso se les denomina espectadores activos. Se ponen en los zapatos del acosado y logran comprender cómo se siente y la necesidad que tiene de sentirse apoyado.
En el fondo todos saben lo que hace sentir bien y lo que hace sentir mal. De ahí la importancia de abordar con el grupo qué hacen cuando se observa que algún compañero se burla de otro de forma sistemática, si no se dice o hace nada se convierte en sus cómplices.
La indiferencia ante el acoso es un acto violento y cruel. Es importante romper el silencio. Cuando se reportan los casos de acoso se está haciendo justicia y evitando la impunidad.
Es clave comunicarle a la persona acosada que no se sienten bien con lo que le está pasando. Hacerle saber que tiene derecho a buscar ayuda y consultarle si desea que se le apoye. Con ese apoyo, la persona acosada siente que no está sola y que tiene un aliado, ojalá varios. Esto le dará más fortaleza y esperanza de que la situación pueda cambiar.
La guerra que se está librando en Ucrania nos da el marco perfecto para hacer reflexionar a nuestros hijos sobre los sentimientos que genera una agresión por parte de alguien más poderoso, el dolor en las víctimas y el rol que juegan los otros actores. Es un buen tiempo para desarrollar una actitud empática sobre el rol que desean jugar en su vida: promoviendo o frenando las agresiones a su alrededor.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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