Voluntad de poder

En el artículo anterior he dejado preguntas abiertas, me las propongo abordar en esta oportunidad y cerrar, por los momentos, esta serie que he denominado Voluntad de poder; un cauce abierto al pensamiento centrado en la autodeterminación y la desobediencia. En este sentido: ¿cómo pensamos la disidencia y los movimientos populares? ¿Hemos hecho todo lo que como sociedad hemos podido?

Desobedecer es contrapoder. Constituye unas de las acciones fundamentales contra la dominación. En la desobediencia hay tres elementos claves: discernimiento, determinación y decisión. Esta disposición ubica a la persona, a los movimientos sociopolíticos, a la sociedad misma a pensar y actuar desde la distinción. 

¿Qué implica el contrapoder? Obligación de generar caminos propios y distintos a los que se plantean desde la dominación. Partiendo del discernimiento, tomar decisiones que lo diferencien del poder del tirano, tanto en el campo del discurso como en el de las prácticas. Desde el Centro de Investigaciones Populares hemos venido explorando posibilidades de acción política fuera de las determinaciones del aparato comunal de dominación, pero entendiendo la estructura y naturaleza del poder que le constituye.

En el campo del discernimiento, hemos ido planteando un conjunto de interpretaciones que tiene como objeto el Estado Comunal, pero el poder que encontramos es más amplio que el solo aparato jurídico, normativo o institucional. ¿De qué fuerza se trata?

En nuestros estudios hemos encontrado distintos signos que van indicando la naturaleza de este poder. Su fuerza consiste en haber roto el tejido social, haber vaciado de significado las viejas organizaciones democráticas y en su lugar haber instituido este poder comunal sin sentido comunitario. Eliminaron en lo comunal la noción de liderazgo y, en su lugar, colocaron jefes, esto es, gente que manda porque tiene poder, pero sin auctoritas. La fuerza del sistema está basada en ese mecanismo de tensar y soltar, y en haber constituido pequeños grupos de poder. 

De los Consejos Comunales pasaron a los Clap. Instancia que integra en una estructura el poder delincuencial-cívico-militar. Son grupos élites, organizaciones que se distinguen de los movimientos naturales de las comunidades, pero que ejercen el dominio; no requieren aceptación sino solo sometimiento. No tiene que ser masivo, un pequeño grupo basta para el control.

“…Un Estado totalitario en sentido estricto es un Estado en el cual los partidos políticos, los aparatos de Estados, los sistemas institucionales, la ideología, se confunden en una especie de unidad que se controla de arriba abajo, sin fisura, sin lagunas y sin desviación posible”. Esta definición foucaultiana es fundamental, nos lleva a precisiones inequívocas del poder totalitario. 

El totalitarismo penetra las distintas esferas de la vida, pero su poder es ejercido por una minoría. Poder de pocos sobre los muchos: someten, eliminan, exterminan. Los sistemas totalitarios no se centran en el dispositivo, se centran en el sentido, en el horizonte, en la línea de poder. Si un dispositivo no sirve, es inmediatamente sustituido por otro; por ejemplo, el Clap que sustituye al Consejo Comunal, de este modo no se pone en peligro el proyecto de dominación

“¿Los procesos de dominación no son más complejos, más complicados que la guerra?”, pregunta hábilmente nuestro filósofo francés, interrogante fundamental, que nos lleva a precisar que la estrategia frente a la dominación debe deslastrarse de las prácticas y discursos del que domina y crear acciones independientes que quiebren el dominio. 

El dominio no lo ejerce la “coalición dominante”, su fuerza está más allá del aparato que controla. Por tanto, la estrategia no es el quiebre sino la producción del contrapoder.

De modo que determinación y decisión debe contener voluntad política, ir a los sujetos donde reside el poder, no se trata solo de minar el poder establecido, sino elaborar un contrapoder y con esto respondo la segunda pregunta: no hemos agotado ni como sociedad ni como comunidad la fuerza que poseemos.

El poder que puede enfrentar al totalitarismo, lo tenemos nosotros, nuestras comunidades. Somos mayoría y lo primero que hay que producir es la conciencia de ser mayoría, no electoral, sino política. El método se irá elaborando a partir del reconocimiento y acompañamiento de lo que puede ser un gran movimiento centrado en la desobediencia. 

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De la misma autora: Voluntad de poder III, ¿se puede hacer algo?

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