Cuando la teoría política se empalma con el análisis del discurso, se establece la fórmula idónea para estudiar hechos capaces de registrar razones y consecuencias de posible acierto. Desde luego, con el fin determinado de advertir situaciones que la incertidumbre encierra para hacerlas invisibles ante la opinión pública. De esa forma, emergen inferencias que podrían coincidir con problemas. Y que de permanecer actuando como obstáculos, enrarecen las realidades. Incluso, más de lo imaginado.
Es ahí cuando el análisis político, valiéndose de criterios y razonamientos, aun cuando se encuentren aprisionadas, se convierte en instrumento de la ciencia política. Así se posibilita hallar respuestas con la capacidad dialéctica para desatar aquellos nudos que han trabado la dinámica del discurrir que le es propio a todo ámbito de vida social, económica o política.
Este exordio, intenta definir el contexto interpretativo que puede para asentir la crisis política provocada por la obstinación del régimen opresor venezolano. Un régimen siempre empeñado en imponerse. Y así, torcer el desenvolvimiento propio de los hechos políticos y sociales. Inclusive, los económicos.
La crisis político-electoral en el estado Barinas, cuya implosión acaecida el 21 de noviembre, sacudió la movilidad política nacional, pareció haberse superado con la contundente victoria del opositor Sergio Garrido. Tan controvertida realidad, tiene más de una lectura, lógicamente. Pero no una lectura que se sujete a intereses parroquiales. Deberá ser una lectura, proveniente de deducciones construidas desde el análisis político.
Será un análisis político fundamentado en la comprensión detallada de lo acaecido en Barinas.
En principio, será imposible dudar que el problema político barinés obedeció a una correlación de fuerzas entre actores que pretendieron destacar su corriente y empuje político. Las circunstancias reinantes entonces, hicieron que intereses arbitrarios desordenaran las realidades.
El régimen quiso que la situación se deteriorara más aún. Tanto, que surgieron agudas tensiones, contradicciones y modificaciones que pesaron profundamente sobre el manejo del poder político. Entendido éste como una relación de acentuada desigualdad que forzó el desequilibrio del cual se vale la política en su acepción mejor elaborada. Y que además, devino en una inestabilidad que bien pudo originar una explosión social de impredecible alcance.
El problema en detalle
En el fondo, las realidades podrían apuntar a negociaciones que impondrían un reacomodo de fuerzas políticas que buscan provocar una reconfiguración de la estructura política nacional. Ello, con la posibilidad de enrarecer aún más el panorama político de Venezuela. Más aún, de inducir la imagen aparente de un país distinto que pueda “reformularse” desde la óptica de la gestión de nuevas políticas públicas.
Aunque esta alternativa, que ya se dio con el pronunciamiento del gobernador electo ante la opinión pública, (“hay que pisar tierra”) aceptando condiciones de subordinación que, en principio lucieron impensables. Aunque dicha condición parecía ser la opción más “tirada de los pelos”, ya que comprometería una realidad que se verá obligada a reajustarse a condiciones políticas impropias. A condiciones que requerirán del apoyo de la misma ciudadanía que apoyó el triunfo del 9 de enero 2022. Pero una ciudadanía que luce inconforme y decepcionada del maltrato recibido por el régimen político, a lo largo de más de dos décadas, de forma continua y creciente.
El caos político que derivó de las elecciones de Noviembre 2021, si bien condujo a dar cuenta de una realidad enmarañada y trastornada, o el resultado de decisiones conspirativas animadas por agentes políticos interesados en crear más problemas, es también una oportunidad para terminar de despejar el fondo de la situación.
Así podrían afianzarse elementos de una cultura política que hasta ahora sigue siendo precaria. Sobre todo, por lo desconcertada que ahora se encuentra ante la nueva situación. Y ha sido otra razón más para que el país ande mal (recontra mal) en muchos aspectos. Comenzando por el político, pues acá de política todo el mundo presume saber. En sus distintos sentidos.
En aras de aportar algún juicio capaz de interpretar la realidad política vivida en el estado llanero de Barinas, habrá que mantenerse apegado a una percepción de equilibrio bastante definida. Así será posible reconocer que la susodicha crisis no es nueva. Ya se ha vivido. Y con resultados profundamente adversos.
Sin embargo, habrá que esperar otras reacciones para entonces reconocer que la crisis en cuestión se comporta como un círculo, que se inicia y se cierra en un mismo punto. Y que su recorrido, trasciende por problemas relacionados con sobornos, chantajes, alcahuetería, extorsiones, traiciones, anuencias, rencor, desvergüenza, incapacidad, complicidad, ira, resentimiento, insolencia, revancha, intimidación, odio, injusticia, intolerancia, arrogancia, deshonestidad, corrupción, represión, flojera, holgazanería, avaricia, entre otros antivalores igualmente perversos.
La realidad que se padece puede verse como un conjunto de problemas que concurren al mismo tiempo sobre el mismo espacio. Y que caracterizan una situación que podría denominarse como el síndrome del “mal” calculado.
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