Mafias
corrupción policial Credit: Mariana Souquett

Si alguien declara que somos uno de los principales centros mundiales del crimen organizado, ¿cuántos se atreverían a desmentirlo? Creo que muy pocos. A decir verdad, somos uno de los principales corredores para la comercialización de drogas y hoy nadie duda que seamos una ruta distinguida del narcotráfico.

Actualmente, altas autoridades del gobierno han sido implicadas en carteles criminales y es notorio cómo la delincuencia ha ganado espacios en el sistema gubernamental (ej. sobrinos de la pareja presidencial, pranato, contrabando de gasolina, armas y alimentos, operaciones cambiarias ilegales, proliferación de mercados negros, lavado de dinero, colectivos armados, extorsión a mil por minuto, etc.).  Desgraciadamente, existe un matrimonio feliz entre el gobierno y los grupos criminales. No lo digo yo, lo dicen los distintos procesos judiciales abiertos en territorio nacional y extranjero, además, declaraciones de amigos y camaradas del pasado (ej. Rafael Isea, Rafael Ramírez, Walid Makled, Aponte Aponte, Leamsy Salazar, Hugo Carvajal, entre otros).

En Venezuela, pareciera que las actividades ilícitas es la mejor forma de ganarse el pan porque el mismo sistema te empuja –y ampara- para hacerlo. En rigor, vivimos en un ecosistema criminal que te obliga a sobrevivir bajo una lluvia de ilegalidades, perversiones e inmoralidades sin chistar.

Lamentablemente, las estructuras que refuerzan las operaciones delictuales se fortalecen diariamente. Hoy por hoy, las instituciones gubernamentales y las organizaciones criminales están trabajando en equipo. En otras palabras, el Estado con ayuda del crimen organizado  gobierna al país.

Una de las tareas obligatorias cuando se restituya la democracia – y si  es queremos construir un Estado moderno- debe ser ganarle a todas las prácticas que nutren las mafias, es decir, si pretendemos alcanzar una sociedad armoniosa, apegada a las leyes y al Estado de Derecho pasa –necesariamente- por superar el modelo que ha fortalecido a las organizaciones criminales.

Ciertamente, dejar de ser el centro regional del narcotráfico no lo podemos hacer solos, pues, así como necesitaremos donaciones económicas internacionales para reactivar la economía nacional y entregar apoyo social a los más vulnerables, de igual manera requeriremos de colaboración internacional para destruir a todas las telarañas de las mafias.

Es desafiante poder vencer al crimen, y más aún si quienes están empoderados para hacerlo “firman” un contrato de apoyo y colaboración mutua con los operadores criminales.  Será sumamente complejo quitarnos esa imagen de ser “refugio de criminales”. Costará muy caro ganarle a las redes sofisticadas de la delincuencia.  He aquí un reto más cuando se reconstruya la institucionalidad y las reglas democráticas.

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¿Y cómo se gana la libertad?

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.