Aunque está semana el mundo está más convulsionado de lo normal a propósito de los incidentes bélicos graves que ocurren en Ucrania, voy a hacer un alto en mis reflexiones habituales en materia política y geopolítica, para dedicar estas líneas a un hermoso proyecto que nos muestra que el sentido de humanidad está lejos de perderse y que la esperanza puede arropar a cientos y miles de corazones aún en los lugares menos pensados.
Me refiero al proyecto que tres destacadas mujeres comenzaron a promover en 2015: Teresa Murphy, una joven norteamericana que estuvo seis meses en Venezuela para una experiencia con las hermanas Misioneras Médicas de la Iglesia Católica; Sujey Caldera, una joven larense con formación y trayectoria en el ámbito musical y la hermana Maigualida Riera, superior de esta congregación y zuliana de nacimiento; quienes al reflexionar sobre las difíciles condiciones socioeconómicas y políticas que se vivían en el país, decidieron impulsar desde la música, la formación de los nuevos valores ciudadanos. Así surgió “Latidos”.
Esta organización, surgida para promover la cultura de la vida, se inició con 150 participantes niños, niñas, y adolescentes de los extractos más populares del llamado macro sector de La Carucieña, un grupo de comunidades ubicadas al oeste de Barquisimeto con unas condiciones de precariedad y azotadas también por la violencia. En la parroquia Jesús de Nazareth, regentada por los padres jesuitas, se dieron las primeras actividades del proyecto y sirvió de sede a esta maravillosa iniciativa que esta semana ha arribado a sus primeros 7 años de funcionamiento. Hoy por hoy funcionan en la cooperativa de La Carucieña y ya han pasado por allí más de 650 jóvenes que reciben formación musical para seguir generando “latidos de vida” para toda Venezuela.
Durante este tiempo, los frutos han sido tener niños y jóvenes: más seguros, sensibles, cercanos, solidarios, responsables, sanos, que entienden que la vida hay que cuidarla, respetarla y defenderla contra todo lo que la amenaza. Adicionalmente, por supuesto, se ha logrado que niños y jóvenes hayan descubierto o afirmados sus talentos y capacidades y las han sabido poner en práctica: buenos músicos, buenos cantantes, buenos bailarines, buenos dibujantes, buenos animadores, buenos estudiantes. Los anhelos de quienes impulsan la idea, es seguirlos acompañando para que lleguen a ser buenos ciudadanos de este país y de este planeta. Para que sigan haciendo posible los latidos de nueva vida: más humana, más fraterna, más democrática, más justa, más libre y más ecológica.
La Fundación Latidos ha buscado y sigue buscando, ser un instrumento para transformar, sanar, alegrar la vida del ser humano, ser una luz de esperanza en el camino. Una luz que motiva, que restaura, que hace crecer y ser mejor persona. Un medio para formar en las mismas comunidades a los nuevos líderes que necesita nuestra humanidad. Es un medio que genera alternativas creativas para reconstruir a nuestro país, comenzando por los más pequeños y vulnerables, los niños y jóvenes. Si quieren conocer más acerca de esta experiencia pueden seguirlos tanto en Facebook como en Instagram como latidosfv. Verán allí, que Venezuela está muy lejos de rendirse ante las dificultades. Vamos a contagiarnos de experiencias tan positivas como ésta para replicarlas en cada rincón del país donde la desesperanza ha ganado terreno. Nuestro pueblo tiene demasiada creatividad para sobreponerse ante los obstáculos.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Aunque está semana el mundo está más convulsionado de lo normal a propósito de los incidentes bélicos graves que ocurren en Ucrania, voy a hacer un alto en mis reflexiones habituales en materia política y geopolítica, para dedicar estas líneas a un hermoso proyecto que nos muestra que el sentido de humanidad está lejos de perderse y que la esperanza puede arropar a cientos y miles de corazones aún en los lugares menos pensados.
Me refiero al proyecto que tres destacadas mujeres comenzaron a promover en 2015: Teresa Murphy, una joven norteamericana que estuvo seis meses en Venezuela para una experiencia con las hermanas Misioneras Médicas de la Iglesia Católica; Sujey Caldera, una joven larense con formación y trayectoria en el ámbito musical y la hermana Maigualida Riera, superior de esta congregación y zuliana de nacimiento; quienes al reflexionar sobre las difíciles condiciones socioeconómicas y políticas que se vivían en el país, decidieron impulsar desde la música, la formación de los nuevos valores ciudadanos. Así surgió “Latidos”.
Esta organización, surgida para promover la cultura de la vida, se inició con 150 participantes niños, niñas, y adolescentes de los extractos más populares del llamado macro sector de La Carucieña, un grupo de comunidades ubicadas al oeste de Barquisimeto con unas condiciones de precariedad y azotadas también por la violencia. En la parroquia Jesús de Nazareth, regentada por los padres jesuitas, se dieron las primeras actividades del proyecto y sirvió de sede a esta maravillosa iniciativa que esta semana ha arribado a sus primeros 7 años de funcionamiento. Hoy por hoy funcionan en la cooperativa de La Carucieña y ya han pasado por allí más de 650 jóvenes que reciben formación musical para seguir generando “latidos de vida” para toda Venezuela.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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