El fenómeno migratorio de los últimos años que ha llevado un número importante de venezolanos hacia diferentes ciudades de Colombia ha sido tratado con poca diplomacia y tacto desde el punto de vista institucional. Y esto es algo delicado para unos datos que reflejan una magnitud exorbitante del problema. Según Migración Colombia, para 2021 (pero es una cifra que ha crecido aún más este 2022) hay alrededor de 1.842.390 venezolanos, de los cuales, apenas 315.643 están en situación regular y 1.182.059 en proceso de regularización. Más allá de las consideraciones políticas que se esgrimen, una multitud de esta naturaleza tiene una repercusión importante en materia de servicios públicos, salud, educación, entre otros aspectos, necesarios para acoger y permitir la construcción de nuevos proyectos de vida a esa cantidad de migrantes.
En materia diplomática, por razones de índole ideológica y geopolítica, este problema ha sido tratado más para culpabilizar a los gobiernos y fomentar los ataques verbales en foros internacionales que para crear las condiciones mínimas de entendimiento que impacten positivamente a quienes viven la cruda realidad migratoria. Y efectivamente hay responsables y circunstancias que han promovido estas oleadas, pero desde lo institucional y académico no se puede responder con batallas verbales que, en lugar de ayudar, complican cualquier esfuerzo en pro de soluciones concretas.
Se hace muy necesario impulsar iniciativas desde la sociedad, las universidades, los centros de estudios especializados en relaciones internacionales y otros ámbitos similares, en ambos lados de la frontera, para potenciar la incidencia pública que impacte a los funcionarios diplomáticos de ambos gobiernos, de cara a abrir espacios de entendimiento privados, luego podrían avanzar hacia estadios más públicos, que permitan una interacción diplomática con enfoque absolutamente concentrado en la población afectada.
No será nada fácil la tarea, vistas las diferencias entre ambos gobiernos en la actualidad. Pero las circunstancias y las personas lo están requiriendo con urgencia, entendiendo además que es un fenómeno que lejos de aminorarse sigue creciendo. Este contexto de complejidad obliga a abordarlo con acciones binacionales. Aunque ciertamente, desde la ONU-ACNUR, OEA, entre otras organizaciones multilaterales, se han hecho importantes esfuerzos tanto de atención como de campañas para la captación de recursos para atender las enormes dificultades cotidianas, que implica la migración masiva; amén del gran esfuerzo que realizan muchas ONGs y organizaciones sociales a ambos lados de la frontera; no es suficiente sino se establecen unos mecanismos institucionales mínimos.
En este escenario, la diplomacia puede intervenir más allá del conflicto político. Con mediación internacional y una voluntad mínima de las partes, es mucho lo que se podría lograr para facilitar las condiciones de vida de una población que se vio impactada enormemente en su cotidianidad forzando su necesidad de migrar. Hay que potenciar las acciones que impulsen estos acercamientos más allá de la diatriba. La realpolitik en este tipo de casos puede ayudar mucho sobre todo a las personas más vulnerables. Decisiones políticas de gran racionalidad pueden producir efectos inmediatos. Oscar Wilde decía “El mejor diplomático es aquel que habla más y dice menos.” Creo que en este caso binacional hace falta que los diplomáticos hablen menos y produzcan más acciones. Bien les decía Romano Prodi en 2006 a sus ministros en Italia “meno parole é piú fatti”, menos palabras y más hechos pudieran ayudar a miles y miles de venezolanos a reescribir sus historias de vida más alejados de una cotidianidad asfixiante, que requiere respuestas diplomáticas e institucionales con abordaje binacional.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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En materia diplomática, por razones de índole ideológica y geopolítica, este problema ha sido tratado más para culpabilizar a los gobiernos y fomentar los ataques verbales en foros internacionales que para crear las condiciones mínimas de entendimiento que impacten positivamente a quienes viven la cruda realidad migratoria. Y efectivamente hay responsables y circunstancias que han promovido estas oleadas, pero desde lo institucional y académico no se puede responder con batallas verbales que, en lugar de ayudar, complican cualquier esfuerzo en pro de soluciones concretas.
Se hace muy necesario impulsar iniciativas desde la sociedad, las universidades, los centros de estudios especializados en relaciones internacionales y otros ámbitos similares, en ambos lados de la frontera, para potenciar la incidencia pública que impacte a los funcionarios diplomáticos de ambos gobiernos, de cara a abrir espacios de entendimiento privados, luego podrían avanzar hacia estadios más públicos, que permitan una interacción diplomática con enfoque absolutamente concentrado en la población afectada.
No será nada fácil la tarea, vistas las diferencias entre ambos gobiernos en la actualidad. Pero las circunstancias y las personas lo están requiriendo con urgencia, entendiendo además que es un fenómeno que lejos de aminorarse sigue creciendo. Este contexto de complejidad obliga a abordarlo con acciones binacionales. Aunque ciertamente, desde la ONU-ACNUR, OEA, entre otras organizaciones multilaterales, se han hecho importantes esfuerzos tanto de atención como de campañas para la captación de recursos para atender las enormes dificultades cotidianas, que implica la migración masiva; amén del gran esfuerzo que realizan muchas ONGs y organizaciones sociales a ambos lados de la frontera; no es suficiente sino se establecen unos mecanismos institucionales mínimos.
En este escenario, la diplomacia puede intervenir más allá del conflicto político. Con mediación internacional y una voluntad mínima de las partes, es mucho lo que se podría lograr para facilitar las condiciones de vida de una población que se vio impactada enormemente en su cotidianidad forzando su necesidad de migrar. Hay que potenciar las acciones que impulsen estos acercamientos más allá de la diatriba. La realpolitik en este tipo de casos puede ayudar mucho sobre todo a las personas más vulnerables. Decisiones políticas de gran racionalidad pueden producir efectos inmediatos. Oscar Wilde decía “El mejor diplomático es aquel que habla más y dice menos.” Creo que en este caso binacional hace falta que los diplomáticos hablen menos y produzcan más acciones. Bien les decía Romano Prodi en 2006 a sus ministros en Italia “meno parole é piú fatti”, menos palabras y más hechos pudieran ayudar a miles y miles de venezolanos a reescribir sus historias de vida más alejados de una cotidianidad asfixiante, que requiere respuestas diplomáticas e institucionales con abordaje binacional.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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