El suicidio no es una pandemia pero sí un problema de salud pública mundial. Aunque no es algo que se contagie, se propaga sin parar. Los casos aumentan. Según la Organización Mundial de la Salud, actualmente, en el mundo, cerca de un millón de personas, de cualquier edad, se suicidan anualmente.

Si la muerte de otro ser humano impacta, la causada por un suicidio impacta más. Genera miedo por lo intrigante.  Gran consternación y sentimientos de culpa e impotencia en familiares y amistades de la persona suicida.

Cuando lo ejecuta gente tan joven como entre 10 y 35 años, la consternación es mayor. Al punto de increíble. A nivel mundial, el suicidio está entre las tres primeras causas de muerte en menores de 25 años. Eso asusta y tiene que preocuparnos como sociedad.

Jóvenes suicidas

Pareciera absurdo pero hay niños, niñas, adolescentes, gente muy joven que estando en esas edades que se consideran la flor de la vida, deciden acabar con ella. Entonces, el enigma que produce cualquier suicidio aumenta y la culpa de los allegados es mayor.

Cuesta entender, admitir que hay razones para que gente joven se suicide. El sufrimiento y la desesperanza le lleva a tomar tan drástica y dramática decisión.  Algún tormento les hace explotar. Se hace necesario la comprensión. Cualquier dato ayuda.

Algo se sabe

En los antecedentes de vida y los perfiles que se han hecho de niños, niñas y jóvenes suicidas suelen aparecer rasgos de personalidad como ser una persona agresiva hacia los demás o consigo misma, poco expresiva, como retraída del medio social, depresiva.

Los factores individuales que pueden predisponer al suicido se potencian cuando se vive en ambientes hostiles donde los comportamientos violentos son considerados “naturales”, “lógicos”, hasta “cariñosos” y “educativos”, como las burlas y gestos severos.

La familia, las instituciones educativas, los grupos de recreación, las redes virtuales pueden enviar mensajes descalificativos, ofensivos, que lesionan la autoestima de la persona, sobre todo si se trata de un niño, niña, adolescente, muy vulnerables a la critica y pueden llevarle al suicidio. Las descalificaciones y acusaciones son peligrosas. 

El acoso escolar golpea a los jóvenes pero también puede enardecerles, al punto de producir crímenes en la familia y en la escuela.  El haber sido víctima de abuso o tener confusiones sexuales, aumenta los riesgos. El miedo al fracaso o el fracaso, en sí, también.

No es hereditario pero quienes han perdido de esa forma a un ser querido de mucha importancia como el padre o madre, pueden verlo con una forma de solucionar problemas que parezcan insolubles.

El estilo de vida actual

La vida social actual está marcada por el acceso a la tecnología. Desde bebés los dispositivos tecnológicos van dando pauta de cómo relacionarnos con los demás. Ahora predomina una comunicación fría, distante, impersonal cuyo uso excesivo puede generar adicción y ello produce aislamiento social.

La pandemia del covid ha generado mayor aislamiento. Niños, niñas, adolescentes, jóvenes se han visto obligados a retirarse de los espacios de encuentro social natural, como los parques, patios, salones de clase y limitarse a encuentros tecnológicos. Ese alejamiento podría generar un peligro en quienes tienen otros factores de riesgo.

Paradójicamente, las mismas redes tecnológicas que aíslan a los más jóvenes de la realidad pueden servir de apoyo en momentos de crisis que pudieran sufrir las personas de cualquier edad pero, particularmente, quienes son usuarios por excelencia.

Suenan las alarmas, hay que actuar

Ante cualquier alarma de riesgo suicida como el excesivo retraimiento, cambios extraños de comportamientos, tocar el tema de la muerte con frecuencia o cualquier gesto de auto agresión aunque sea “en juego”, es necesario poner atención, conversar haciendo preguntas, escuchar atentamente sin juzgar.

Lo ideal sería que existiera un teléfono de prevención, de libre costo, funcionando 24 horas, 365 días al año con personal capacitado pero si no lo hay o se trata de niños, niñas o adolescentes, el apoyo y cuidado de la familia y la escuela son clave.

La severidad y las amenazas son contraindicadas en caso de riesgos suicidas. Reducir el acceso a medios que lo facilitan como armas de fuego, medicamentos, sustancias altamente tóxicas, acceso a espacios altos ayudan, pero sobre todo las expresiones de amor y compañía.

Para reducir la culpa, un terrible sentimiento que acompaña a los seres queridos de la persona suicida, hay que tener claro que quién desea suicidarse, termina haciéndolo. Es una decisión personal, un acto liberador para quien lo ejecute, así deje muchos sentimientos heridos.

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