feminismo
En Kirguizistán, decenas de participantes fueron detenidas este domingo en Biskek

¿Cuántas veces un macho le ha puesto la rodilla en el cuello hasta asfixiar, literal y simbólicamente a una mujer, sin que pase nada? ¿Cuántas mujeres más tendrán que morir a manos de un macho (su marido, ex novio, un policía) para que las calles ardan y se pronuncie toda la colectividad con la misma rabia e indignación que hemos visto por el asesinato de George Floyd? ¿Por qué pareciera haber más conciencia sobre los derechos raciales y no tanto sobre los derechos de las mujeres, siendo que nosotras no somos una minoría sino la mitad de la población?

Una seguidora de Feminismoinc me escribió en días pasados: “Creo que en esta cuenta me entenderán. Estoy totalmente de acuerdo con estas luchas. Tanto el racismo como el machismo son construcciones sociales que no tienen ni pie ni cabeza, pero su entendimiento es distinto. A veces hablo de feminismo en mi perfil y recibo críticas. Estos días he hablado de racismo y no solo no me he sentido criticada, sino que he tenido apoyo. Me alegra, por una parte, pero me entristece por otra”. 

Quienes critican el feminismo como movimiento o teoría de liberación, pero se solidarizan con las manifestaciones antirracistas, desconocen que, en su raíz, ambos son parte de un mismo reclamo. Y de forma consciente o inconsciente entran en contradicción. 

Feminismo: lucha contra toda forma de opresión

Estar oprimidas, como dice la escritora Bel Hooks, es no tener oportunidades por tu género, tu raza o tu clase. Cuando estas categorías sociales se cruzan, se viven discriminaciones múltiples. Es lo que desde el feminismo se llama interseccionalidad, término acuñado por Kimberlé Crenshaw en 1989 para examinar la interacción de los distintos sistemas de opresión y sus consecuencias para los derechos humanos de las mujeres.

Desde el feminismo pensamos que la interseccionalidad es una categoría de análisis fundamental para entender la manera multidimensional, estructural y sistemática como operan las injusticias y señalar la coexistencia de factores infravalorados por los grupos dominantes en el poder. 

Machismo, sexismo, clasismo, xenofobia y racismo están conectados entre sí, por lo que luchar contra uno exige luchar contra todos. Porque, entre otras cosas, a las mujeres que peor les va es a las lesbianas, las negras, las migrantes y las pobres. A una fuente de discriminación se le superpone la otra. 

No hay una desigualdad más importante que otra, ni creo que haya que jerarquizar los movimientos en algún tipo de escala. En palabras de la afrofeminista Audre Lorde: “no puede haber jerarquías de opresión”. Desafiar solo un aspecto de la estructura opresora de por sí es ineficaz. Pero me llama la atención cómo se logra invisibilizar la terrible realidad que vive la inmensa mayoría de mujeres, como si fueran vivencias al margen, comparadas con las manifestaciones de inconformidad y disidencia de otros grupos, incluso minoritarios.

Los datos hablan

Si nos circunscribimos a los Estados Unidos, sitio donde ocurrió el lamentable asesinato de George Floyd a manos de un policía y que generó la airada y violenta reacción por varios días, así como manifestaciones públicas y virtuales en todo el mundo en protesta por los asesinatos de negros (#BlackLivesMatter), algunas cifras pueden dar cuenta de la disparidad con la que se presta atención a un problema sobre otro.

El diario The Washington Post divulgó que, por cada millón de habitantes de ese país, 30 afroamericanos mueren por disparos de la policía, incluyendo hombres y mujeres.

Curiosamente en EEUU, las estadísticas oficiales no usan el indicador “femicidio” por lo que obviamente hay un subregistro de casos y dificultad para hacer evidente el problema. Sin embargo, el Violence Policy Center publica anualmente reportes sobre víctimas mujeres de homicidios, que elabora a partir de datos del FBI. 

Según el último informe disponible When Men Murder Women, de septiembre de 2019 y con datos de 2017, 1.948 mujeres fueron asesinadas por hombres. Desde que alcanzó su mínimo de 1,08 por 100.000 mujeres en 2014, la tasa ha aumentado en cada uno de los últimos tres años, con una tasa de 1.29 por 100.000 mujeres en 2017, lo que representa un 19% más que en 2014. 

El mismo informe indica que las mujeres negras se ven desproporcionadamente afectadas por la violencia machista. En 2017, las mujeres negras fueron asesinadas por hombres a una tasa de 2.55 por 100.000, más del doble de la tasa para las mujeres blancas asesinadas por hombres.

Quizás por estas razones, entre otras, en 2019, la Fundación Thomson Reuters, incluyó a Estados Unidos entre los 10 países más peligrosos para las mujeres: 1. India, 2. Afganistán, 3. Siria, 4. Somalia, 5. Arabia Saudita, 6. Pakistán, 7. República Democrática del Congo, 8. Yemen, 9. Nigeria, 10. Estados Unidos. Sorprendente, ¿verdad? Las alarmas parece que no se están prendiendo donde realmente van.

Respirar queremos

Silenciar, asfixiar, acallar, invisibilizar a las mujeres parece ser la consigna y mientras situaciones así pasan, más tenemos que abrir los ojos y todos los sentidos. Esa rodilla en nuestro cuello es la prueba de que el feminismo sigue siendo una amenaza para los privilegios económicos y sociales.

¿Por qué estas cifras pasan por debajo de la mesa y los hechos emblemáticos de otros grupos oprimidos tienen más notoriedad que las narrativas que dan cuenta de la opresión que sufren las mujeres? ¿Qué hará falta para reaccionar con la fuerza que amerita el defendernos de tanta exclusión?

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

De la misma autora: El mal manejo de las emociones también es una pandemia

Psicóloga. Magister en Gerencia de Empresas. Coach Ontológico Empresarial. Directora Fundadora de feminismoinc.org Venezolana. Feminista. IG: @feminismoinc