El rápido desarrollo experimentado por la tecnología en los últimos diez años en materia de comunicación, no solo es impresionante sino que está generando unos impactos demasiado significativos en la forma de relacionarse con las audiencias. Tanto así que ya se ha venido trastocando el centro de gravedad sobre el cual, la opinión pública de los países, se sujetaba para crear referencias temáticas sobre las cuales se ejercían movimientos partidarios.
Hoy en día, difícilmente podemos hallar algún centro de gravitación común. Los grandes medios de comunicación, especialmente la televisión, eran las cajas de resonancia que difundían las temáticas provenientes del liderazgo y que servían para generar opinión y conectarse con la población en general, en términos de afectividad y apoyo o rechazo e indiferencia. Ahora, con el desarrollo tecnológico hemos evolucionado hacia la personalización y segmentación de la comunicación. Cada individuo en las redes sociales genera contenidos e interactúa en grupos afines de acuerdo a la potenciación de los algoritmos. Con ello, el reforzamiento de las tendencias se hace cada vez más fuerte en paralelo a un alejamiento paulatino del espacio público común, que reúna los temas e intereses de carácter general que atañen a la opinión pública de un país soberano.
En resumidas cuentas, pareciera que se refuerza la tesis de “mirarse el ombligo” en grupos afines con lo cual cada vez se presta menor atención a los problemas nacionales. Esto está trayendo como consecuencia que los líderes políticos, los gobernantes, los activistas sociales, entre otros actores fundamentales, les cueste poder captar la atención plena de las audiencias. El signo de la fragmentación ha adquirido una relevancia enorme que puede dificultar la propia acción de gobierno y más aún, de la propia convivencia democrática. Las “burbujas” comunicacionales nos entretienen pero nos distraen de la realidad circundante. Las democracias necesitan del concurso de sus poblaciones más allá de las instituciones para cuidar el buen desenvolvimiento de la acción pública y los marcos de convivencia. No obstante, con estas nuevas tendencias el reforzamiento de la polarización, el renacer de los autoritarismos y la debilidad de los contrapesos institucionales pueden hacer cada vez más difícil la comunicación política necesaria para articular acciones de gobierno con necesidades ciudadanas.
Los micro-climas de temáticas auspiciadas por los influencers aunados a la disgregación de canales de comunicación alternativos, contrario a lo que se pensaba originalmente, en lugar de democratizar la circulación de la información están alentando el desinterés colectivo por temas centrales de la agenda pública y la desmovilización política de las poblaciones. En consecuencia, la antipolítica comienza a ganar amplios espacios en diferentes lugares del mundo con características muy diferentes y peculiaridades en su tradición institucional. Por lo tanto, cada vez se hace más necesario tener absoluta claridad sobre las formas de comunicar hacia la opinión pública y la manera de poder hacer llegar los mensajes porque muchas veces, la narrativa política, económica o social no tiene eco real en la gente al no llegar con la suficiente precisión para evitar la fragmentación.
Comunicar en la actualidad es cada vez más difícil. A contracorriente de lo que han significado los grandes avances tecnológicos en esta era, la fragmentación de canales está limitando seriamente la interrelación ciudadana en los temas centrales asociados a los asuntos públicos. Poner orden en esto puede aportar más claridad, significado y fuerza social a los grandes desafíos que se nos presentan hoy día. Por ejemplo, con tanta disgregación y micro climas de temáticas, ¿estamos prestando realmente atención al cambio climático y sus consecuencias para la vida misma? Pareciera que no y en esto, la conexión entre audiencias y liderazgos es vital.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: El caos geopolítico global
La crisis de la educación se manifiesta no solamente en las dificultades materiales y financieras que atraviesa sino en la falta de conexión con los adolescentes y jóvenes de nuestros tiempos. La Unesco revela que, antes de la pandemia, en América Latina y el Caribe ya había doce millones de niños, niñas y adolescentes fuera […]
La informalidad empuja a los países a la baja productividad y, en definitiva, al menor bienestar social.
La política tiene la capacidad necesaria para afianzar realidades o, por lo contrario, desarticularlas y desguazarlas. Quizás, esto fue la razón para que John Morley, reconocido escritor y político inglés, expresara que “la política es un campo en el que su praxis ocurre, principalmente, entre tumbos y desaciertos”. Advertir cómo una realidad resulta dislocada, por […]
Un artículo pionero demostró que limitar la ingesta de calorías en ratas prolonga sus vidas un 40%.
El rápido desarrollo experimentado por la tecnología en los últimos diez años en materia de comunicación, no solo es impresionante sino que está generando unos impactos demasiado significativos en la forma de relacionarse con las audiencias. Tanto así que ya se ha venido trastocando el centro de gravedad sobre el cual, la opinión pública de los países, se sujetaba para crear referencias temáticas sobre las cuales se ejercían movimientos partidarios.
Hoy en día, difícilmente podemos hallar algún centro de gravitación común. Los grandes medios de comunicación, especialmente la televisión, eran las cajas de resonancia que difundían las temáticas provenientes del liderazgo y que servían para generar opinión y conectarse con la población en general, en términos de afectividad y apoyo o rechazo e indiferencia. Ahora, con el desarrollo tecnológico hemos evolucionado hacia la personalización y segmentación de la comunicación. Cada individuo en las redes sociales genera contenidos e interactúa en grupos afines de acuerdo a la potenciación de los algoritmos. Con ello, el reforzamiento de las tendencias se hace cada vez más fuerte en paralelo a un alejamiento paulatino del espacio público común, que reúna los temas e intereses de carácter general que atañen a la opinión pública de un país soberano.
En resumidas cuentas, pareciera que se refuerza la tesis de “mirarse el ombligo” en grupos afines con lo cual cada vez se presta menor atención a los problemas nacionales. Esto está trayendo como consecuencia que los líderes políticos, los gobernantes, los activistas sociales, entre otros actores fundamentales, les cueste poder captar la atención plena de las audiencias. El signo de la fragmentación ha adquirido una relevancia enorme que puede dificultar la propia acción de gobierno y más aún, de la propia convivencia democrática. Las “burbujas” comunicacionales nos entretienen pero nos distraen de la realidad circundante. Las democracias necesitan del concurso de sus poblaciones más allá de las instituciones para cuidar el buen desenvolvimiento de la acción pública y los marcos de convivencia. No obstante, con estas nuevas tendencias el reforzamiento de la polarización, el renacer de los autoritarismos y la debilidad de los contrapesos institucionales pueden hacer cada vez más difícil la comunicación política necesaria para articular acciones de gobierno con necesidades ciudadanas.
Los micro-climas de temáticas auspiciadas por los influencers aunados a la disgregación de canales de comunicación alternativos, contrario a lo que se pensaba originalmente, en lugar de democratizar la circulación de la información están alentando el desinterés colectivo por temas centrales de la agenda pública y la desmovilización política de las poblaciones. En consecuencia, la antipolítica comienza a ganar amplios espacios en diferentes lugares del mundo con características muy diferentes y peculiaridades en su tradición institucional. Por lo tanto, cada vez se hace más necesario tener absoluta claridad sobre las formas de comunicar hacia la opinión pública y la manera de poder hacer llegar los mensajes porque muchas veces, la narrativa política, económica o social no tiene eco real en la gente al no llegar con la suficiente precisión para evitar la fragmentación.
Comunicar en la actualidad es cada vez más difícil. A contracorriente de lo que han significado los grandes avances tecnológicos en esta era, la fragmentación de canales está limitando seriamente la interrelación ciudadana en los temas centrales asociados a los asuntos públicos. Poner orden en esto puede aportar más claridad, significado y fuerza social a los grandes desafíos que se nos presentan hoy día. Por ejemplo, con tanta disgregación y micro climas de temáticas, ¿estamos prestando realmente atención al cambio climático y sus consecuencias para la vida misma? Pareciera que no y en esto, la conexión entre audiencias y liderazgos es vital.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: El caos geopolítico global