En estos días pasados leía unas anotaciones y hasta garabatos, que había realizado por estas fechas en el 2020. Rezaban sobre cómo uno podía reinventarse como empresario, durante uno de los momentos más críticos que había vivido la humanidad desde el punto de vista económico, sanitario y social. En un intento de actualización sobre el tema, haremos 2 entregas, en virtud de las cuales, a la luz de la pandemia, hablaremos de las maromas que debemos hacer los empresarios venezolanos, para poder mantener nuestra actividad productiva e incluso aprovechar las oportunidades emergentes de mercado.
Desde el inesperado inicio del COVID-19 entramos en una crisis sistémica, con un gran impacto social. Tras 15 meses de contagios y muertes, la pandemia sigue sacudiendo al mundo. Muchos expertos nos advierten que el coronavirus llegó para no irse.
Dada la aparición de nuevas variantes, y posibles mutaciones futuras, en el mejor de los casos, el virus se instalará como una endemia. Una endemia como la influenza, que año tras a año aparece, y guadaña en mano, arrastra miles de seres humanos. A esto se suma, una crisis financiera que supera las más graves caídas económicas mundiales de la historia contemporánea, incluyendo la Gran Depresión (1929).
Para el momento que tomé las referidas notas, me alarmaba las 4 millones de personas identificadas con COVID. Un año después, ya pasamos los 160 millones de casos y 3,5 millones de muertos. Esto, sin contar los casos escondidos por el natural –y hasta conveniente- subregistro de muchos países.
Lo aseverado nos ocurre con las medidas de aislamiento, contención sanitaria y asistencia médica “de avanzada” adoptadas por gran parte del planeta. La vacunación ya bastante difundida en el orbe desarrollado -como EE. UU., la U.E. y algunos ricos asiáticos y del medio oriente- alcanza 1,3 millardos de individuos. Este 16% de la población mundial vacunada, no tiene todavía certeza absoluta de inmunidad en el largo plazo.
Por otra parte, menos del 20% del mundo, tiene acceso a la detección temprana, al uso de antivirales sofisticados como el remdesivir, agentes anticoagulantes, esteroides, oxígeno y ventilación mecánica, lo que puede revertir las letales complicaciones del COVID.
El resto de la humanidad, incluyendo la mayoría de los venezolanos, seguimos con los tapabocas, y el alcohol pa´ las manos y pal´ buche. También practicamos, el medio encierro –porque igual hay que rebuscarse la vida-, y el “dios nos ampare” en la punta de la lengua. Y claro está, la estampita de nuestro debutante y amado beato, José Gregorio, siempre a mano.
“Pare o none”…o comemos o nos cuidamos del COVID
Por la crisis sanitaria entramos en una espantosa recesión económica mundial, dada la importante merma en el consumo, el desempleo y la ruptura de las cadenas de suministros a nivel mundial. Poco a poco, nos hemos ido despertando de la parálisis planetaria producida por la emergencia del virus. O nos movemos y comenzamos a producir, o nos morimos de hambre, no de coronavirus.
Por cierto, esto los gringos y los chinos, lo tenían claro desde el primer día, ya que sus aparatos productivos, apenas acusaron algo de timidez las primeras semanas de pandemia, después se “fueron con todo”.
El resto del mundo, sobre todo en los países subdesarrollados como Venezuela, estamos todavía presos en la ya gastada duda: “hambre o virus”. La verdad, va ganando la muerte por virus, porque la gente se ha visto obligada a salir a trabajar con las mínimas medidas sanitarias, sumando, cada vez más, contagiados y muertos a las estadísticas.
¿Qué hacemos los empresarios venezolanos?
Dado mi desempeño como asesor estratégico y financiero, y además, por haber estudiado psiquiatría, suelen preguntarme qué hacer para afrontar la crisis. No sé si buscan al psiquiatra o al consultor. Más aún, en un complejo entorno, como nuestra amada Venezuela, que ya venía con una “plomamentazón” en el ala, dada la grave contracción económica, mayor del 80%, en los últimos 5 años.
Siempre digo:
–Ante todo, no podemos parar. Si bien debemos tomar todas las medidas sanitarias, de prevención, detección temprana, aislamiento y seguimiento de casos nuevos; ¡no podemos parar!. Si paramos, vamos a terminar de hundir nuestras empresas, hundir a nuestros trabajadores y hundir a la patria, en una crisis económica irreversible.
Lo anterior lo afirmo desde la responsabilidad que conlleva mi juramento hipocrático. Vamos a cuidarnos todos del contagio, pero sigamos bregando por el futuro. Nos encontramos ante una pandemia, que tuvo principio, pero cuyo fin es incierto. Por lo tanto, entendiendo lo riesgoso de la situación, y mitigando dicho riesgo al máximo, debemos normalizar lo más posible nuestra existencia.
Durante los últimos años, los empresarios venezolanos, hemos llevado, sobrellevado, sobrevivido y hasta en algunos casos, rentabilizado nuestro capital, durante una de las crisis de hiperinflación y devaluación más severa que ha visto América Latina. Aún así, seguimos “echándole pichón”, con una resiliencia a prueba de toda psicosis, que pocos líderes organizacionales en el mundo pueden exhibir.
Billete verde…¿la salvación?
El consumo en el mundo y particularmente en Venezuela se ha contraído, pero no ha desaparecido. Existen segmentos vivos de mercado, demandando productos. Nuestros consumidores han mutado sus patrones y capacidad de consumo en los últimos 2 años.
La enorme masa flotante de efectivo en divisas -estimada en 2,4 millardos de dólares- es la causa de este fenómeno. Apenas con 2 a 3 años de data, esta enorme cantidad de dinero, rotando en las calles a una velocidad vertiginosa, se encuentra encerrada en un país, que no cuenta con maneras de sacar la plata de sus fronteras. La falta de corresponsales bancarios, debido a las criminales sanciones financieras, ha producido este raro fenómeno de dolarización de facto de la economía y en cash. Debido a tal circunstancia, se estima, que entre el 70% y 80% de las transacciones en Venezuela son en dólares, y de ellas, un 90% en efectivo.
Los dólares en cash, pasan de mano en mano, en todos los niveles económicos de la población, fomentando un sustancial crecimiento de la economía informal o “economía del rebusque”.
La mayoría de nuestra gente, con empleo formal o no, cobra una parte de salario en dólares. Además, el venezolano se “rebusca” vendiendo bienes y servicios en divisas. Por ejemplo, el plomero que fue a mi casa la semana pasada, quien tiene un empleo formal en una ferretería, me cobró 80 dólares por diagnosticar y cambiar la resistencia del calentador de agua.
Hoy, según las últimas encuestas de Datanálisis, un 45% de los venezolanos percibe que económicamente está mejor que en 2017 y 2018, los años de hambruna y emagrecimento.
Dadas las circunstancias mencionadas, y producto de recientes estudios de nuestra propia firma consultora, Moore GSF, podemos identificar 5 grupos de consumidores. Consumo de lujo, con ingresos familiares superiores a US$2000 / mes, que representa un 3% de la población. Consumidores “holgados”, con ingresos entre US$500 y US$2000, que podrían comprender un 7% de los venezolanos. Consumidor de “necesidades básicas”, con ingresos entre US$300 y US$500, que contabilizan un 35% de la gente. Aquellos, que acceden sólo a “alimentación”, con ingresos entre US$100 y US$300, se estiman en un 35% de la población. Y por último, consumidores de “subsistencia”, con ingresos menores a US$100/mes y que representan el 35% restante de nuestra gente.
Un 70% de los venezolanos está viviendo una economía del “día a día” o microfinanciera. Además de los consumidores de alta gama -que son buscados y deseados como clientes por todos nosotros- el segmento microfinanciero -al que los empresarios no estamos acostumbrados- es un interesante nicho de mercado a atender.
Este tipo de consumo del “día a día” es el más extenso y difundido en toda América Latina, África y buena parte de Asia. En virtud del mismo, los potenciales clientes se manejan según la sencilla fórmula de una comedida adquisición de productos, generada por la necesidad real de los mismos y la disponibilidad de dinero.
Los productos más económicos, independientemente de la calidad, así como las presentaciones y empaques más pequeños y sencillos que permitan reducir los precios, son los grandes ganadores en este tipo de economía.
En la siguiente entrega, seguiremos hablando de la economía microfinanciera, así como las oportunidades de desarrollo de nuestra querida Venezuela. Asimismo, les expondré algunas anécdotas familiares y de grupos de foco, que nos permitirán manejar nuestras empresas de manera más adecuada.
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