Agua mineral, hielo, velas y otros servicios como cargar el celular se ofertaban y se transaban en divisas. El apagón nacional que mantuvo a casi toda Venezuela sin electricidad durante 72 horas también desnudó una de las grietas más profundas de una economía tras su primer año de hiperinflación: la falta de efectivo. Quienes podían pagar sin problemas eran aquellos que tenían dólares estadounidenses o pesos colombianos.
“A mi papá siempre le ha gustado tomar café con leche por la mañana y era imposible hacerlo porque la cocina en la casa es eléctrica. Así que terminé comprando un café en la panadería de Santa Rosa de Lima con dólares, porque no había manera de que pasaran los puntos (de venta). No fue obligado, pero así fue”, recordó Jesús Nieves Montero, residente del sureste caraqueño al contar su vivencia sobre el apagón nacional que empezó la tarde del 7 de marzo de 2019.
Nieves Montero no fue el único que recurrió a los dólares para comprar algo tan básico como un café con leche. El supermercado de Santa Rosa de Lima, al igual que en otros sectores aledaños como Santa Inés, Prados del Este o El Hatillo, habilitó la venta desde temprano en la mañana solo para quienes podían pagar con esa divisa. Quienes contaban solo con bolívares estaban a la merced de que el servicio eléctrico pudiera sostenerse un par de horas y se lograra la ansiada conexión bancaria de los puntos de venta, incluso varios días después de la primera fase del apagón nacional.
El verdadero detonante
Estas imágenes de gente que sacaba dólares de su bolsillo para adquirir los bienes más básicos se repitieron en panaderías, supermercados, farmacias y restaurantes. Los pocos comercios abiertos en La Castellana o La Vega solo aceptaban dólares y allí empezó a asociarse al apagón como el hito crucial para la llamada dolarización transaccional en el país. Aunque, en realidad, el proceso para que el bolívar perdiera terreno comenzó mucho antes en la economía.
“La dolarización transaccional era un paso natural a una crisis tan larga y tan profunda como la que hemos tenido en Venezuela. No creo que haya una correlación entre el apagón y un mayor uso del dólar. Lo que sí está claro es que los comerciantes ya enfrentaban problemas por la falta de billetes y lo ineficiente del acceso de los puntos de venta”, explicó la economista Alicia Sepúlveda, en entrevista con Efecto Cocuyo.
El bolívar perdió fuerza como la moneda de uso corriente en las calles venezolanas en la medida que la cotización del dólar se hizo cada vez más inestable y, en especial, con la llegada de la hiperinflación, que la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional (AN) marcó en noviembre de 2017 y el Banco Central de Venezuela (BCV) fijó en diciembre de ese mismo año.
“No puedo decir si el apagón fue determinante, pero en general el mayor uso de las divisas tiene que ver con la hiperinflación. Los dólares le brindan una facilidad a la gente porque las cifras y las cantidades se vuelven manejables”, argumentó Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, en un encuentro con la prensa para la presentación del estudio más reciente sobre el uso del dólar en los comercios venezolanos.
Billete sobre billete
El efectivo fue el rey absoluto durante el apagón del año pasado y también lo es hoy, cuando 8 de cada 10 operaciones comerciales se cancelan bien sean con billetes estadounidenses o colombianos, de acuerdo con el seguimiento de 15.952 transacciones en 10 ciudades venezolanas hecho por Ecoanalítica.

El efectivo en bolívares enfrenta limitaciones desde mediados del año 2016. Antes de que los billetes de 10.000, 20.000 y 50.000 bolívares fueran lanzados junto a la reconversión monetaria de agosto 2018, un retiro por la taquilla o el cajero automático apenas alcanzaba para cancelar un pasaje mínimo en el transporte público. Era casi imposible que la reserva de efectivo en bolívares de un hogar pudiera alcanzar para comprar un litro y medio de agua mineral, unos panes para un desayuno, una bolsa de hielo para ponerle a la nevera, ni mucho menos para un paquete de 10 velas.
Los pesos colombianos, en cambio, estaban prestos para brindar algo de alivio a las familias en el estado Táchira o el Zulia. Aunque allá nada de esto era nuevo: ni el apagón ni la circulación de otra moneda. Desde que los racionamientos eléctricos empezaron en el Occidente del país, la moneda colombiana inició su conquista y hoy los bolívares están involucrados apenas en 6,2% de las transacciones comerciales de San Cristóbal.
“A la gente le cuesta entender de dónde vienen los dólares que se ven en las calles. Hay una parte importante que las empresas privadas introdujeron al mercado; otra parte, de gente que viaja y lo trae. Pero también está el desahorro de las familias que tenían algunos dólares en efectivo guardados de la época de Cadivi. Claro también hay una parte que viene del contrabando de combustible o del oro”, apuntó Oliveros.

El apagón nacional de marzo 2019 a lo que sí obligó fue a romper los cochinitos de la reserva de dólares, en especial en las clases medias y bajas de todo el país. Fueran billetes guardados de antiguos viajes con Cadivi o simplemente de una vieja compra para tener algún ahorro, los venezolanos tuvieron que valerse de éstos para salir a comprar el alimento o el agua que faltaba en casa.
“Había muy poco efectivo de bolívares en la calle porque los bancos tenían restringida la entrega de dinero. Eso es ahora que le dan a uno 50.000 bolívares en el banco. En cambio, el venezolano lo primero que guardaba era un dólar, no te digo que muchos sino una poca cantidad. Todo el mundo buscaba percibir y guardar, porque sabe que el dólar siempre sube”, detalló Manuel Pérez, dueño de una pequeña licorería en Artigas, en el oeste de Caracas.
Apenas unos pocos compradores habían llegado a pagar con dólares en esta licorería antes del apagón nacional, pero ahora es más común. “Aquí enfrente tenemos una cancha de básquet y algunos jugadores de primera categoría vienen a comprar con dólares y para nosotros, lo complicado es darle el vuelto. Si no tenemos el efectivo, podemos dejar de vender una caja de cerveza. El punto de venta es muy importante, porque casi todo se paga con tarjeta”, dijo Pérez.
La diferencia es marcada con otros ámbitos donde la dolarización transaccional ya era patente mucho antes del evento que mantuvo a oscuras al país. El dueño de una pequeña empresa textil y una tienda de ropa, Arquímedes Meñao, por ejemplo, empezó a fijar sus precios en dólares y a cobrar en esta moneda hace tres años.
“Siempre había calculado el precio en dólares aunque lo fijara en bolívares, pero veía que me devaluaba muy rápido. Mis clientes me pagaban por transferencia y calculo que a comienzos del año pasado es que empecé a recibir efectivo (en dólares) de forma común. Hoy mucha gente tiene efectivo y es normal. Cualquiera ahora tiene un billete de 20 dólares guardado en la cartera”, contó el fundador de Arquímedes Meaño Camisa y Moda.
Ambos comerciantes viven en Caracas, donde todavía se preserva una estabilidad del servicio eléctrico, si se le compara con ciudades como San Cristóbal o Maracaibo. Ahora ambos reciben dólares de sus clientes, pero lo que en realidad les preocupa es que todavía no ven crecer sus ventas ni sus ingresos. Ellos forman parte del grupo de venezolanos que tiene claro que guardar un billete estadounidense tampoco los libra de la crisis de la economía venezolana, esa que ya camina rumbo a su séptimo año de recesión.