Venezolanos en Argentina afrontan la pandemia aislados y angustiados. Tras las medidas tomadas por el gobierno de Alberto Fernández, muchos trabajadores informales se vieron obligados a replegarse a sus casas y no saben cómo generar ingresos para subsistir. Algunos agotan sus ahorros, otros esperan con fe a que todo vuelva a la normalidad.

Desesperada.

Veruska Hernández intenta mantener la calma, pero lo repite: “Estoy desesperada”. Aún tiene esperanza de recibir algunos pesos antes de que sea domingo. No hay certezas. No tiene idea de cómo va a pagar el arriendo a fin de mes, porque la prioridad es el alimento para sus dos hijos y en pocos días se agotan las reservas. Su esposo tiene meses sin trabajo y ella, apenas hace un par de semanas, empezó de manera informal como asistente de una abogada. En seguida les tocó esta pausa obligatoria, este aislamiento general y, con él, llegó el desespero. Le adeudan un modesto pago pero ¿y después qué?

Desde el 20 de marzo, por decreto presidencial, se dictó el “aislamiento social, preventivo y obligatorio” en todo el territorio argentino. Días antes, con la medida opcional, algunos empleados públicos o trabajadores de empresas más flexibles habían empezado a resguardarse en sus casas. La suspensión de clases, de eventos deportivos y culturales, la prohibición de la circulación las 24 horas del día y la reducción de las rutas del transporte público ha vaciado una ciudad que antes lucía efervescente.

Los riesgos de los repartidores

Tarde del 25 de marzo. Cinco policías de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires —con mascarillas mal puestas— bromean entre ellos. Están en el barrio de Palermo, en una de las avenidas más importantes de la ciudad, la Santa Fe. En teoría están allí para cerciorarse de que nadie transite innecesariamente por esas calles. Solo está permitido salir con permiso a ciertos trabajos considerados fundamentales, a comprar alimentos y productos de primera necesidad y a movilizarse en casos de emergencia. Como son pocos los transeúntes y los vehículos particulares que se transportan, la tarea de los funcionarios no parece difícil y queda tiempo para charlar con los colegas. En las veredas, además de policías, hay muchas palomas, desesperadas por cualquier miga e indigentes que no hallan a quién mendigarle.

Pero la ciudad de la furia no está completamente muerta. A veces, frente a verdulerías, supermercados y farmacias, encuentras filas de personas que aguardan por su turno para entrar. Se distancian entre ellas, más del metro que recomiendan, y muchos llevan puesto un barbijo, que es como llaman aquí a las mascarillas. Además, hay restaurantes con las puertas entreabiertas, ya que tienen permiso para vender comida por delivery.
Por eso, como si estuvieran en una ciudad postapocalíptica, ruedan las bicicletas y motos de los chicos de Rappi, Glovo y Pedidos Ya en medio de vías vacías. Muchos de los rider son venezolanos. Solo quienes tenían ahorros se quedaron en sus casas.

Es lo que cuenta Eric Urbina, que en Venezuela estudió comunicación social y trabajaba como productor y fotógrafo. Desde el anuncio de las medidas, quienes trabajan en delivery y desean continuar generando ingresos, extremaron sus medidas de higiene y se ajustaron a las nuevas normas. Algunas empresas pagan un monto adicional por el riesgo a ser contagiados de COVID-19, pero otras ni eso. Existen, en cambio, clientes conscientes que antes de entregarles los billetes a los repartidores, los empapan de alcohol.

“Sí, estamos corriendo un riesgo, pero tengo que pagar el alquiler; comprar comida. Es por eso que estoy en la calle. Si estuviese cómodo, con ahorros, no estaría arriesgándome. ¡Es lo que hay!”, cuenta Eric por nota de voz desde casa. Tiene dos días sin poder trabajar porque se le dañó un pedal de la bicicleta. Tuvo que pasear por ocho talleres, todos cerrados, hasta encontrar a alguien que lo auxiliara. En realidad, tuvo que pagar por la reparación muchos pesos más de lo que él considera justo, pero dice: “No puedo darme el lujo de no trabajar”.

Aunque la demanda y la oferta ha bajado, los pedidos continúan y eso da cierto alivio a quienes dependen exclusivamente de lo que generen a través de estas apps. Es una suerte distinta a la de Veruska y otros miles de venezolanos que con ganas inmensas de trabajar para juntar dinero, no pueden.

Somos miles en Argentina

De acuerdo con la Dirección Nacional de Migraciones, el grupo que llegó entre 2014 y 2019 suma a 165.688 venezolanos. Esa cifra incluye únicamente a quienes hicieron su permiso de residencia, pero hay más. Se calcula que el total de venezolanos en Argentina es cercano a los 200.000. Aproximadamente, el 71% se encuentra en la economía informal, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM).

Hay personas que llegaron en 2020 y tenían sus citas en migración en estos días. Ahora están en un limbo no solo legal, sino también laboral, personal y emocional. Es una pausa general, una prueba por la que nadie quiere pasar y que ahora mismo libran miles: afrontar una pandemia encerrados, sin poder trabajar y sin un peso.

Pero el COVID-19 nos afecta a todos. A los 502 infectados que se calculan hasta el 26 de marzo. A los familiares de los ocho fallecidos. Después, al personal médico sanitario, que es aplaudido por la gente desde sus balcones puntualmente todas las noches a las 21:00 horas. Afecta también a quienes siguen arriesgándose afuera, porque sus trabajos así lo exigen y a quienes están aislados en casa sin saber muy bien cómo afrontar el día a día.

Económicamente, impacta a los grandes y medianos empresarios, que tendrán que hacer malabares para pagar salarios y quizá no lo logren. Continúa la cadena con los empleados, que ahora cuentan con un salario que no saben si será el último. ¿Y a los autónomos? Estos no tienen ninguna certeza de poder cobrar lo que usualmente reciben: no saben si podrán pagar sus deudas.

Los últimos

El presidente argentino, Alberto Fernández, que continuamente habla de gobernar con miras a los que menos tienen, ha desplegado una serie de medidas que de forma integral busca enfrentar de la forma menos traumática a la pandemia. De cualquier manera, el golpe económico que implica frenar gran parte de la actividad comercial de un país, impacta con mayor intensidad al sector más desfavorecido, entre ellos, los venezolanos en Argentina que trabajan de manera informal.

El gobierno implementó el Ingreso Familiar de Emergencia como medida de auxilio financiero destinada a trabajadores informales y a trabajadores autónomos con menos ingresos y que no reciben ninguna otra ayuda del Estado. Acceder a este pago único de 10 mil pesos (150 dólares) tiene entre sus requisitos ser argentino o tener mínimos dos años como residente legal.

Los extranjeros que no cumplan con esto, explica Angélica Mendoza, voluntaria de la organización Alianza por Venezuela, se van a quedar sin la ayuda del Estado. Surge como última instancia la opción de tramitar el refugio, pero muchos la desconocen. Con las limitaciones de movilidad y acción que afectan a todos, incluido a los organismos como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), se hace cuesta arriba apoyar a esta población.

En este contexto, la sociedad civil y las ONG que tratan con migrantes decidieron unirse con ACNUR para organizar una fase de ayuda humanitaria. “Estamos comenzando a mapear con las parroquias que ya tienen estructuras de comedores a ver si podemos hacer llegar viandas o bolsas de comida y artículos de aseo a los venezolanos en condiciones vulnerables”, explica Mendoza. Hacerlo desde casa es sumamente difícil, pues los registros se paralizan y no hay las condiciones mínimas para trabajar. Las esperanzas se cuelan por las hendiduras.

Mientras tanto, personas como Veruska Hernández esperan: a que no llegue el día cuando se vacíe la despensa o cuando tengan que pagar los recibos de los servicios. Esperan que no llegue el día que un familiar se contagie o que ocurra una emergencia que les agote los ahorros.

En realidad, lo que más esperan es que todo vuelva a la normalidad.

Organizaciones de venezolanos en Argentina para contactar:

Asociación Civil Uvenar, @Uvenar

Asociación de Venezolanos en Argentina, @asovenbaires

Alianza por Venezuela, @alianzaxvenezuela

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