Ofertas de la campaña electoral: Promesas rojas contra búsqueda de espacios opositores

Este 21 de noviembre para algunos puede parecer un día cualquiera. Para otros, es un día donde se celebran elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados estadales y concejales. Un proceso que debiera ser normal en cualquier sistema político democrático. En el caso venezolano, adquiere unas particularidades que lo ponen en el centro de la agenda continental y hemisférica. Y más allá de los niveles de participación o abstención que se presenten en este día, este proceso requiere unas lecturas adicionales mucho más aterrizadas y al margen de la polarización habitual que nos ha caracterizado en mucho tiempo.

Más allá de la abstención o la participación, el conflicto político venezolano requiere nuevas articulaciones de su liderazgo. Las tendencias se han venido moviendo aceleradamente poco antes del comienzo de la pandemia. La opinión pública venezolana ha modificado su tradicional estructura donde los bloques situacionales asociados al oficialismo y a la oposición, que dominaban el espectro político, ahora se han minimizado dando paso a un gran centro que tiene visos mayoritarios y opera bajo parámetros despolarizados. Esta nueva realidad va a impactar la dinámica de los próximos meses apuntalando soluciones de carácter electoral, que puedan ir configurando una nueva proporcionalidad entre quienes ostentan el poder y los apoyos políticos que surjan a partir de este nuevo clima.

En este sentido, las elecciones de este 21 de noviembre pueden convertirse en la pauta que redefina la hoja de ruta a seguir, para atender la gravedad del conflicto político venezolano. Este centro despolarizado va a presionar para que se retome la senda de los acuerdos políticos que viabilicen un proceso de reconstrucción, reinstitucionalización y relanzamiento de la economía venezolana. Adicional a ello, a partir de sus resultados, se va a reconfigurar el espacio de los protagonistas que tendrán el rol de dinamizar los procesos de negociación que se sigan llevando a cabo.

Estas elecciones regionales más allá de las cosas puntuales y habituales que se generan en unos comicios de esta naturaleza, tendrán la responsabilidad de reiniciar el país a partir de una nueva realidad. Más allá de los resultados electorales, que en la mayoría de los casos serán obvios, se comenzará a mostrar la Venezuela que viene emergiendo en un sentido despolarizado y que obligará al cambio de narrativas de los actores políticos; con desplazamientos, afianzamientos o apariciones de nuevas figuras según su nivel de conexión popular con las nuevas tendencias.

Tenemos un país que desde hace rato está reclamando con la elocuencia del silencio, pero con la sonoridad de las piedras de los ríos, una senda que permita mejorar las condiciones de vida de la población más allá de las “burbujas” u “oasis”, donde la realidad es muy diferente a la que confronta la gran mayoría de la población. Retomar esa senda será la tarea primordial de los impactos políticos que surjan a partir de este 21 de noviembre. La lectura correcta debe superar con creces las fantasías o los aventurerismos que le han costado caro al país, a la región y al liderazgo político cuya desconexión popular ha afectado el ritmo de avance de la hoja de ruta negociada.

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