Entramos en la recta final que nos conduce a las elecciones de gobernadores, diputados estadales, alcaldes y concejales el próximo domingo en toda Venezuela. Los estudios de opinión pública realizados hasta ahora indican una intención firme de ir a votar entre el 55% y el 65% de la población encuestada. No obstante, para el cálculo de participación final estos porcentajes se reducirán en vista de los más de cuatro millones de electores que se encuentran en el extranjero y que no podrán ejercer su derecho al voto en esta oportunidad por el tipo de elección. Este proceso en particular es el primero luego de la elección presidencial de 2018 y la de Asamblea Nacional de 2020, en donde concurren un número importante de factores opositores que no lo habían hecho últimamente.
Adicional a ello, los factores opositores se agrupan en dos grandes bloques concentrados en torno al llamado G-4 plus y la denominada Alianza Democrática, que combina partidos relativamente nuevos en el espectro político nacional con partidos intervenidos por el TSJ, con direcciones ad hoc cuestionadas por quienes ostentaban el control de esas organizaciones (casos AD, PJ Y VP), algo inédito en estos comicios. Pero también hay que agregar la presencia de la APR (Alternativa Popular Revolucionaria) que integra al PCV con otros partidos ex integrantes del Polo Patriótico, que también han sido intervenidos vía judicial y que tienen públicamente serias diferencias con Nicolás Maduro y el Psuv. Y todo ello, enmarcado en una población que ha recibido múltiples llamados a la abstención desde hace unos tres años, internalizando una parálisis organizativa en sus reivindicaciones políticas y sociales, acompañada de una desconexión importante con el liderazgo del país y las necesidades reales de la cotidianidad venezolana.
Tendremos también observación de la Unión Europea que retoma su participación en comicios venezolanos, amén de seguir promoviendo el proceso de negociación momentáneamente paralizado en México. A partir de este marco de elementos podremos ver hacia dónde apuntan los caminos de una nueva narrativa, que pareciera desvincularse de la polarización y volver a cauces más democráticos. De los resultados, tendremos quién o quiénes van a ser los favorecidos en el juego de poder en el seno del Psuv. Pero también podremos apreciar cuáles factores de liderazgo toman o retoman la batuta del movimiento opositor en todo el país y qué tanto muerden de la torta histórica del chavismo, los partidos disidentes en su plataforma alternativa.
En suma, el post 21-N quizás sea mucho más importante que las elecciones en sí y toda la campaña electoral previa. A partir del 22 de noviembre veremos si el referéndum revocatorio se convierte en el centro de atracción, las reformas económicas y la reingeniería institucional o las nuevas alianzas geopolíticas globales con impacto en Venezuela, o por el contrario, el protagonismo pasa hacia la construcción de nuevas alternativas políticas que logren reconectarse con la población en sus necesidades reales. Cuál será el rumbo que se tomará en la construcción de esta nueva narrativa es algo que será determinado por el 21-N, pero que comenzará a construirse paulatinamente a partir del 22-N. El país nuevamente se pone a la expectativa envuelto en una emergencia humanitaria compleja que requerirá muchos consensos. Esperemos que la nueva narrativa los permita ir construyendo adecuadamente.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: 21-N: ¿Cita con los algoritmos?
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Entramos en la recta final que nos conduce a las elecciones de gobernadores, diputados estadales, alcaldes y concejales el próximo domingo en toda Venezuela. Los estudios de opinión pública realizados hasta ahora indican una intención firme de ir a votar entre el 55% y el 65% de la población encuestada. No obstante, para el cálculo de participación final estos porcentajes se reducirán en vista de los más de cuatro millones de electores que se encuentran en el extranjero y que no podrán ejercer su derecho al voto en esta oportunidad por el tipo de elección. Este proceso en particular es el primero luego de la elección presidencial de 2018 y la de Asamblea Nacional de 2020, en donde concurren un número importante de factores opositores que no lo habían hecho últimamente.
Adicional a ello, los factores opositores se agrupan en dos grandes bloques concentrados en torno al llamado G-4 plus y la denominada Alianza Democrática, que combina partidos relativamente nuevos en el espectro político nacional con partidos intervenidos por el TSJ, con direcciones ad hoc cuestionadas por quienes ostentaban el control de esas organizaciones (casos AD, PJ Y VP), algo inédito en estos comicios. Pero también hay que agregar la presencia de la APR (Alternativa Popular Revolucionaria) que integra al PCV con otros partidos ex integrantes del Polo Patriótico, que también han sido intervenidos vía judicial y que tienen públicamente serias diferencias con Nicolás Maduro y el Psuv. Y todo ello, enmarcado en una población que ha recibido múltiples llamados a la abstención desde hace unos tres años, internalizando una parálisis organizativa en sus reivindicaciones políticas y sociales, acompañada de una desconexión importante con el liderazgo del país y las necesidades reales de la cotidianidad venezolana.
Tendremos también observación de la Unión Europea que retoma su participación en comicios venezolanos, amén de seguir promoviendo el proceso de negociación momentáneamente paralizado en México. A partir de este marco de elementos podremos ver hacia dónde apuntan los caminos de una nueva narrativa, que pareciera desvincularse de la polarización y volver a cauces más democráticos. De los resultados, tendremos quién o quiénes van a ser los favorecidos en el juego de poder en el seno del Psuv. Pero también podremos apreciar cuáles factores de liderazgo toman o retoman la batuta del movimiento opositor en todo el país y qué tanto muerden de la torta histórica del chavismo, los partidos disidentes en su plataforma alternativa.
En suma, el post 21-N quizás sea mucho más importante que las elecciones en sí y toda la campaña electoral previa. A partir del 22 de noviembre veremos si el referéndum revocatorio se convierte en el centro de atracción, las reformas económicas y la reingeniería institucional o las nuevas alianzas geopolíticas globales con impacto en Venezuela, o por el contrario, el protagonismo pasa hacia la construcción de nuevas alternativas políticas que logren reconectarse con la población en sus necesidades reales. Cuál será el rumbo que se tomará en la construcción de esta nueva narrativa es algo que será determinado por el 21-N, pero que comenzará a construirse paulatinamente a partir del 22-N. El país nuevamente se pone a la expectativa envuelto en una emergencia humanitaria compleja que requerirá muchos consensos. Esperemos que la nueva narrativa los permita ir construyendo adecuadamente.
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