El monumento a los caídos, la escultura de Ernest Maragall. OSWER DÍAZ MIRELES

Al momento de escribir estas líneas, me vienen varias ideas, el liderazgo político, enfrentamientos en el marco de la delincuencia organizada y su relación con organizaciones políticas, nuevos tipos de violencia, la ficción del “crecimiento”   económico o presentar algunas prospectivas para el año 2022. Entre tantos temas prefiero quedarme con uno que viene a mi encuentro y que está fuera de la lista: La Universidad Central de Venezuela, institución que cumple el 22 de diciembre 300 años de fundada.

Mi alma mater, ¿qué puedo decir que ya no se haya dicho de una institución tan antigua como la UCV? Es importante decirles a nuestros jóvenes que se trata de una larga historia discontinua. Empezó “el 22 de diciembre de 1721, mediante Cédula que libra el Rey Felipe V, se crea la Universidad Real de Caracas con categoría equivalente a la Universidad Real de Santo Domingo y el 18 de diciembre de 1722, mediante Bula Apostólica de Inocencio XIII, se convierte en Pontificia y pasa a ser oficialmente bajo el nombre de Real y Pontificia Universidad de Caracas.” Nace cuando éramos monarquía, se produce la independencia, se mantiene en la república, con los cambios necesarios, las adaptaciones y en las condiciones propias de otro momento.

Destaco que “en mayo de 1827 por convocatoria del Rector José Cecilio Ávila, se reúne el Claustro para elegir nuevo Rector. En ese momento es elegido el Dr. José María Vargas, primer Rector de la ahora Universidad Central de Venezuela”. Dicho rápidamente, se trata de una institución inteligente, se transforma, se renueva. En un poco más de un siglo de historia logró reformarse en medio de dos sistemas políticos, o mejor dicho, societales, que parten de prácticas completamente distintas.

La UCV no deja de ser lo que le identifica, su filosofía, su ética, su disposición para favorecer la libertad. En la república renace, en la dictadura renace, en la democracia se reconoce en su libertad y autonomía. La universidad creció, obligó a construir la maravillosa estructura que hoy tenemos. Villanueva hizo realidad los sueños.

El siglo pasado fue desafiante, varios cierres (no entraré en el detalle de sus significados) pero si destaco la enorme capacidad que tuvo como institución para seguir adelante.

La historia reciente nos ubica en otro paradigma, en otro momento, en otro sentido de la historia, en otro proyecto. Tiempos de oscuridad, condiciones límites. “En el año 2009 la UCV contaba con más de sesenta mil estudiantes de pregrado y posgrado, seis mil profesores y cerca de ocho mil empleados administrativos y de servicios”, lo decimos en pasado, en lugar de sumar restamos, parte de nuestra comunidad nos han dejado atrás. Han tenido que huir de un sistema que nos niega como personas, las posibilidades se van limitando, la sombra se va extendiendo y poco a poco nos va tomando como institución.

No tuvimos le previsión de desarrollar y producir una universidad realmente autónoma, en todos los sentidos, no sólo en la posibilidad de pensamiento libre, en la libertad de cátedra, investigación y docencia, sino en lo económico, que desde nuestras enormes posibilidades pudimos ser autosustentables.

Tenemos médicos, ingenieros, trabajadores sociales, sociólogos, abogados, educadores, filósofos, antropólogos, comunicadores sociales, arquitectos, odontólogos, economistas y un largo etcétera. Para pervivir el gran desafío será reinventarnos y renovarnos, luchar contra un sistema cuya fortaleza es la negación del otro.

“El poder sólo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades.” Con Arendt, dejo abierto un gran reto, frente a un sistema totalitario, ¿qué hacemos como universidad?

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