Migrantes venezolanos: de llegar a México en avión a atravesar la selva del Darién y quedar atrapados en Tapachula
Migrantes venezolanos: de llegar a México en avión a atravesar la selva del Darién y quedar atrapados en Tapachula (Foto: Animal Político) Credit: Animal Político- Alberto Pradilla

Uno de los acontecimientos más dolorosos de la Venezuela actual es la migración. También la pobreza extendida, el hambre, la muerte y el desplazamiento nos están marcando como pueblo. En el umbral de la crisis seguimos esforzándonos, resistimos y renacemos. Renace, el que huye, pero también los que nos quedamos. Se destaca nuestra determinación de mantenernos apegados a lo que somos.

La presión expulsa, nos dice Alfredo: “esa gran presión que yo sentí de verme encerrado como un animal dentro de una jaula, me llevó a emigrar, a salir de Venezuela, porque no aguantaba, yo no podía esperar de que la situación problema se agravara más en mi país”. No encuentra vías internas por tanto la reconstruye en la salida.

Los datos de la Emergencia Humanitaria Compleja en materia migratoria, nos bofetea fuertemente. Según los datos del Censo de 2011 realizado por el INE, Venezuela tenía una población de 27.150.095 personas. La proyección demográfica que este órgano realizó para junio del año 2021 fue de 32.985.763 habitantes.

Según las cifras que maneja Naciones Unidas, al 22 de octubre de 2021, tenemos una cifra de 5.914.519 migrantes y desplazados, esto corresponde al 18% de la población. Se estima que de aquí a diciembre esta cifra aumente significativamente.

Al cierre de este año, según la cifra de hoy, tendremos una migración que nos pone por debajo de la población del último censo que presenta una cifra comprobada en campo. Esta contracción, este revés tiene diversas implicaciones para la vida del país. Si llegamos a los 8 millones proyectados, es evidente que las consecuencias económicas, sociales, demográficas, serán de gran impacto.

Estamos frente a una significativa involución demográfica, en un país sub poblado. La migración, la muerte neonatal, por falta de medicamento y/o por inanición, la reducción de la natalidad nos enfrenta permanentemente al exterminio, al desplazamiento.

Frente a esto es importante tener presente que la acción es siempre un impulso hacia la vida, su posibilidad está más allá de la muerte, porque buscamos vivir, resistir, rehacernos, renacer, restablecer los vínculos que nos permita pervivir.

Me gusta mucho esta afirmación de Hannah Arendt (1906-1975), que no solo fundamenta la vida como el impulso central de la acción, sino que nos ubica en la posibilidad del comienzo como acto vital: “puesto que cada persona es un initium, un comienzo y un recién llegado al mundo, las personas pueden tomar iniciativas, convertirse en precursoras y comenzar algo nuevo (…) El comenzar de nuevo está constantemente en contradicción con posibilidades susceptibles de ser registradas estadísticamente, es siempre lo improbable infinito y por tanto nos parece un milagro allí donde nos lo encontramos como experiencia viva”.

Esta interpretación arendtiana es interesante, porque nos coloca en la filosofía del vivir, la disposición a no dejarnos aniquilar, comenzar, reiniciar, impulsarnos a la vida, sea desde la migración o sea desde la decisión de permanecer en el país, haciendo lo que nos abra camino a la vida y a la libertad, en esto estamos permanentemente, dentro o fuera. “El origen de la verdadera acción no se encuentra en la perspectiva de la muerte, sino en la retrospectiva del nacimiento (…)” Aquí nos podemos encontrar, tanto los que se fueron como los que nos quedamos.

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