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Piero Trepiccione
Los últimos acontecimientos relacionados con acciones y subidas de tono en la retórica entre los diferentes actores involucrados en el conflicto venezolano, nos llevan a un escenario donde no se vislumbra ningún tipo de salida asociada a unas elecciones presidenciales consensuadas entre las partes y el acompañamiento internacional.
La tratativa intentada y promovida por la Unión Europea y el grupo de Lima con el denominado grupo de contacto y la mediación de Noruega, ha quedado fría y distante, en el aire, por el retiro unilateral de la delegación diplomática de Nicolás Maduro, sin que se tengan grandes expectativas por su retorno en el corto plazo.
Frente a las enormes esperanzas levantadas a principios de año por los acontecimientos políticos que marcaron lo que denominé en su momento “un año de alta definición” ahora el panorama luce demasiado confuso como para avizorar una salida apegada a los principios elementales de la democracia. Y es que, siempre en el análisis, cuando todos nos referíamos al caso Venezuela, alejábamos la posibilidad de un parangón histórico con la “guerra fría” por las características geopolíticas y geoestratégicas del mundo actual alejado de la bipolaridad soviético-norteamericana del siglo pasado. Pero, la verdad es que Venezuela hoy es un tema de potencias.
Si bien el mundo de comienzos del siglo veintiuno no está ajustado a la bipolaridad precedente sino más bien a una especie de “multipolaridad” desordenada, las alianzas entre los factores geopolíticos están convirtiéndose en un variopinto bosquejo de fuerzas que tiran en direcciones diferentes más apegadas a sus intereses particulares que a los de la nación venezolana.
En este ajedrez que ya ni siquiera es tal porque ha pasado a ser un juego de “Go” impulsado por los estrategas chinos herederos del gran Confucio, Venezuela es una valiosa cabeza de playa que requiere financiación secreta y apoyos logísticos para “afectar” la hegemonía de la potencia occidental que se contrapone al interés chino por expandirse territorialmente por el mundo de cara a sus fines geopolíticos y geoestratégicos. Aunque Rusia es la que confronta e intenta aparecer como contrapeso a la posición estadounidense y europea en conjunto, quien de bajo perfil está detrás del asunto realmente es China.
Esta potencia asiática tiene demasiado por consolidar y conquistar en el mundo actual y su apuesta de acuerdo al “Go” y a la “teoría de dramas” que es a lo que juega la diplomacia china, es justamente a la utilización de Rusia como arma visible que sufre desgaste sin que por ello implique una muestra abierta de los intereses chinos que ya comienzan a chocar con la primera economía del mundo.
A la segunda economía del mundo ya se le está haciendo pequeña su zona de influencia y ha entendido que para superar a la primera economía se requiere un poco de estrategia “imperialista”. Esto significa conquistar espacios geopolíticos y geoestratégicos que sirvan al engrandecimiento de la influencia territorial que es, al fin y al cabo, el objetivo central del “Go”. Los chinos no quieren darle “jaque mate” al rey o siquiera comerse a la “dama” del ajedrez mundial. Para ellos, eso es cosa del pasado y de la concepción cultural occidental. Su objetivo es “crecer” y asegurar áreas de influencia con tácticas distraccionistas cargadas de enorme paciencia diplomática que trasciende décadas.
En el caso de Venezuela, el “Go” ha venido haciendo estragos en la necesaria definición del conflicto político venezolano. Al gobierno chino en realidad solo le interesan sus ganancias a largo plazo y su frialdad para con las necesidades del pueblo venezolano es asombrosa. Una potencia emergente que aspira conquistar espacios geopolíticos poniendo a otros al frente y ocultando su mano invisible debe ser observada con mayor rigurosidad académica y política. Sus movimientos tácticos son casi “imperceptibles” pero para nada perfectos.
* * *
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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La tratativa intentada y promovida por la Unión Europea y el grupo de Lima con el denominado grupo de contacto y la mediación de Noruega, ha quedado fría y distante, en el aire, por el retiro unilateral de la delegación diplomática de Nicolás Maduro, sin que se tengan grandes expectativas por su retorno en el corto plazo.
Frente a las enormes esperanzas levantadas a principios de año por los acontecimientos políticos que marcaron lo que denominé en su momento “un año de alta definición” ahora el panorama luce demasiado confuso como para avizorar una salida apegada a los principios elementales de la democracia. Y es que, siempre en el análisis, cuando todos nos referíamos al caso Venezuela, alejábamos la posibilidad de un parangón histórico con la “guerra fría” por las características geopolíticas y geoestratégicas del mundo actual alejado de la bipolaridad soviético-norteamericana del siglo pasado. Pero, la verdad es que Venezuela hoy es un tema de potencias.
Si bien el mundo de comienzos del siglo veintiuno no está ajustado a la bipolaridad precedente sino más bien a una especie de “multipolaridad” desordenada, las alianzas entre los factores geopolíticos están convirtiéndose en un variopinto bosquejo de fuerzas que tiran en direcciones diferentes más apegadas a sus intereses particulares que a los de la nación venezolana.
En este ajedrez que ya ni siquiera es tal porque ha pasado a ser un juego de “Go” impulsado por los estrategas chinos herederos del gran Confucio, Venezuela es una valiosa cabeza de playa que requiere financiación secreta y apoyos logísticos para “afectar” la hegemonía de la potencia occidental que se contrapone al interés chino por expandirse territorialmente por el mundo de cara a sus fines geopolíticos y geoestratégicos. Aunque Rusia es la que confronta e intenta aparecer como contrapeso a la posición estadounidense y europea en conjunto, quien de bajo perfil está detrás del asunto realmente es China.
Esta potencia asiática tiene demasiado por consolidar y conquistar en el mundo actual y su apuesta de acuerdo al “Go” y a la “teoría de dramas” que es a lo que juega la diplomacia china, es justamente a la utilización de Rusia como arma visible que sufre desgaste sin que por ello implique una muestra abierta de los intereses chinos que ya comienzan a chocar con la primera economía del mundo.
A la segunda economía del mundo ya se le está haciendo pequeña su zona de influencia y ha entendido que para superar a la primera economía se requiere un poco de estrategia “imperialista”. Esto significa conquistar espacios geopolíticos y geoestratégicos que sirvan al engrandecimiento de la influencia territorial que es, al fin y al cabo, el objetivo central del “Go”. Los chinos no quieren darle “jaque mate” al rey o siquiera comerse a la “dama” del ajedrez mundial. Para ellos, eso es cosa del pasado y de la concepción cultural occidental. Su objetivo es “crecer” y asegurar áreas de influencia con tácticas distraccionistas cargadas de enorme paciencia diplomática que trasciende décadas.
En el caso de Venezuela, el “Go” ha venido haciendo estragos en la necesaria definición del conflicto político venezolano. Al gobierno chino en realidad solo le interesan sus ganancias a largo plazo y su frialdad para con las necesidades del pueblo venezolano es asombrosa. Una potencia emergente que aspira conquistar espacios geopolíticos poniendo a otros al frente y ocultando su mano invisible debe ser observada con mayor rigurosidad académica y política. Sus movimientos tácticos son casi “imperceptibles” pero para nada perfectos.
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