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Piero Trepiccione
Viendo las imágenes de un Evo Morales, presidente de Bolivia, vestido con indumentaria de bombero y sumándose a las labores de intentar apagar los incendios en el Amazonas, me viene a la mente inmediatamente una asociación entre pirotecnia y política.
El afamado escritor Mario Vargas Llosa hace apenas unos años escribió un interesante ensayo que tiene que ver con “la civilización del espectáculo” un interesante análisis que desnuda una realidad que está impactando profundamente a las sociedades actuales en todos los campos. En la política mucho más.
La política siempre ha estado asociada al show, pero hoy más que nunca esa relación se ha consolidado y potenciado especialmente por la aparición de las redes sociales y las nuevas formas de comunicación global. Los líderes políticos se muestran pilotando aviones, tanques de guerra, dirigiendo operativos policiales y de inteligencia, apagando incendios, jugando algún deporte, cavando hoyos para sembrar, conduciendo programas de televisión de masas, entre otras acciones que los convierten en auténticos pirotécnicos capaces de generar enormes cantidades de humo para la distracción de la opinión pública y en no pocos casos, para potenciar el culto a la personalidad.
Estas acciones son criticadas por quienes tenemos formación política y entendemos que entre la comunicación y la gestión, la segunda es la que debe ocupar profundamente a los mandatarios en lugar de la primera, sin menoscabar su importancia. No obstante, para los electores promedio, la pirotecnia, el show, la telepolítica, la construcción de mitos y el culto a la personalidad, son elementos que los enganchan y los amalgaman en torno a causas y líderes. Ya lo decía en su célebre obra sobre la propaganda política Jean Marie Domenach, cuando esbozada la regla de la “uniformidad y el contagio” como estrategia aglutinante de las masas.
Sin embargo, la responsabilidad de muchos centros académicos del mundo, así como han logrado impulsar enormes y trascendentes cambios en la ciencia y en la tecnología como herramientas para mejorar la civilización y las condiciones de vida de millones de seres humanos, ha de ser transformar el “ejercicio de la política” para fortalecer la democracia y la convivencia ciudadana en el marco de las leyes. Parece mentira, pero la humanidad ha evolucionado en tantos campos menos en la política; más bien pareciera que hayamos retrocedido en las últimas décadas.
Hoy cada día más se consolida la pirotecnia como técnica auxiliar para el manejo de la política con éxito. El caso de Evo Morales y su intento telepolítico de sofocar los incendios en la Amazonía boliviana, nos hacen reflexionar si eso es realmente la función para la cual fue electo o simplemente, es una actividad que le quita tiempo para la gestión pública (lo realmente trascendente) y lo convierte en un pirotécnico productor de humo para las multitudes y el retorno político.
Una cosa es la comunicación política y otra muy distinta la pirotecnia política. Últimamente, muchos líderes políticos usan la segunda para alcanzar y mantener el poder; pero descuidan lo realmente esencial: una buena gestión de gobierno que favorezca el desarrollo humano en sentido integral. Pero hay que tener claro, volviendo al análisis de Vargas Llosa, que la culpa no es del liderazgo político sino de las multitudes que les encantan los grandes espectáculos de la política y votan reiteradamente a sus líderes por estas acciones y no por lo que realmente interesa.
Como sociedades tenemos la obligación de ser más exigentes con nuestros líderes y castigarlos cuando se desvían arbitrariamente del camino. Las universidades y los centros de investigación globales deben abocarse cuanto antes al abordaje científico de este problema que nos está llenando el mundo de mucho humo y que puede tener este fenómeno; similares o mayores impactos que el propio calentamiento global.
La pirotecnia conquista votos para la política pero no es capaz de asegurar la paz y la prosperidad necesarias para mantener la civilización. El espectáculo es bueno para la diversión, pero muy malo para los gobiernos. Debemos discernir sobre ambos temas y darle la verdadera importancia a cada uno para no ver afectadas nuestras vidas cada vez con mayor recurrencia. ¿Los políticos son responsables de sus acciones? Si claro, pero nosotros también cuando nos encandilamos por la pirotecnia política.
Foto: Elcomercio.pe
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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El afamado escritor Mario Vargas Llosa hace apenas unos años escribió un interesante ensayo que tiene que ver con “la civilización del espectáculo” un interesante análisis que desnuda una realidad que está impactando profundamente a las sociedades actuales en todos los campos. En la política mucho más.
La política siempre ha estado asociada al show, pero hoy más que nunca esa relación se ha consolidado y potenciado especialmente por la aparición de las redes sociales y las nuevas formas de comunicación global. Los líderes políticos se muestran pilotando aviones, tanques de guerra, dirigiendo operativos policiales y de inteligencia, apagando incendios, jugando algún deporte, cavando hoyos para sembrar, conduciendo programas de televisión de masas, entre otras acciones que los convierten en auténticos pirotécnicos capaces de generar enormes cantidades de humo para la distracción de la opinión pública y en no pocos casos, para potenciar el culto a la personalidad.
Estas acciones son criticadas por quienes tenemos formación política y entendemos que entre la comunicación y la gestión, la segunda es la que debe ocupar profundamente a los mandatarios en lugar de la primera, sin menoscabar su importancia. No obstante, para los electores promedio, la pirotecnia, el show, la telepolítica, la construcción de mitos y el culto a la personalidad, son elementos que los enganchan y los amalgaman en torno a causas y líderes. Ya lo decía en su célebre obra sobre la propaganda política Jean Marie Domenach, cuando esbozada la regla de la “uniformidad y el contagio” como estrategia aglutinante de las masas.
Sin embargo, la responsabilidad de muchos centros académicos del mundo, así como han logrado impulsar enormes y trascendentes cambios en la ciencia y en la tecnología como herramientas para mejorar la civilización y las condiciones de vida de millones de seres humanos, ha de ser transformar el “ejercicio de la política” para fortalecer la democracia y la convivencia ciudadana en el marco de las leyes. Parece mentira, pero la humanidad ha evolucionado en tantos campos menos en la política; más bien pareciera que hayamos retrocedido en las últimas décadas.
Hoy cada día más se consolida la pirotecnia como técnica auxiliar para el manejo de la política con éxito. El caso de Evo Morales y su intento telepolítico de sofocar los incendios en la Amazonía boliviana, nos hacen reflexionar si eso es realmente la función para la cual fue electo o simplemente, es una actividad que le quita tiempo para la gestión pública (lo realmente trascendente) y lo convierte en un pirotécnico productor de humo para las multitudes y el retorno político.
Una cosa es la comunicación política y otra muy distinta la pirotecnia política. Últimamente, muchos líderes políticos usan la segunda para alcanzar y mantener el poder; pero descuidan lo realmente esencial: una buena gestión de gobierno que favorezca el desarrollo humano en sentido integral. Pero hay que tener claro, volviendo al análisis de Vargas Llosa, que la culpa no es del liderazgo político sino de las multitudes que les encantan los grandes espectáculos de la política y votan reiteradamente a sus líderes por estas acciones y no por lo que realmente interesa.
Como sociedades tenemos la obligación de ser más exigentes con nuestros líderes y castigarlos cuando se desvían arbitrariamente del camino. Las universidades y los centros de investigación globales deben abocarse cuanto antes al abordaje científico de este problema que nos está llenando el mundo de mucho humo y que puede tener este fenómeno; similares o mayores impactos que el propio calentamiento global.
La pirotecnia conquista votos para la política pero no es capaz de asegurar la paz y la prosperidad necesarias para mantener la civilización. El espectáculo es bueno para la diversión, pero muy malo para los gobiernos. Debemos discernir sobre ambos temas y darle la verdadera importancia a cada uno para no ver afectadas nuestras vidas cada vez con mayor recurrencia. ¿Los políticos son responsables de sus acciones? Si claro, pero nosotros también cuando nos encandilamos por la pirotecnia política.
Foto: Elcomercio.pe
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