No se imaginen los lectores que el título de este artículo tiene que ver con la reciente victoria electoral en Colombia de Gustavo Petro. Nada que ver. Más bien nos referimos al estado de necesidad que se ha generado particularmente en el hemisferio occidental a partir del conflicto en Ucrania.
Y es que a propósito de la enorme dependencia petrolera y gasífera de buena parte de Europa con Rusia y con las sanciones establecidas para detener el avance de Putin en una región de extremada delicadeza geopolítica, el estado de necesidad por fuentes alternas de energía se ha destapado repentinamente.
En ese marco promovido por ese “estado de necesidad” la geopolítica global ha mirado de nuevo a Venezuela como un actor de enorme importancia en el tema. Pero se encuentra que una de las mayores reservas petroleras del mundo se encuentra en crisis de productividad por diversas razones internas y externas.
Surge entonces la disyuntiva de ver cómo se puede reactivar la producción petrolera en Venezuela ante el conflicto político que ha generado posiciones divergentes en torno a quien tiene el control real en el país, Nicolás Maduro, que no es reconocido por un número importante de países de la órbita occidental.
Hemos visto algunas decisiones que han permitido exportar petróleo venezolano de nuevo a Europa, también se han conocido algunas reuniones de muy alto nivel entre representantes de los gobiernos de Biden y de Maduro, que hasta ahora, no han resultado en grandes pasos pero sí en señales concretas que han sido interpretadas de diferentes maneras.
En la cumbre del G-7, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, pidió expresamente que se permita reactivar las compras de petróleo a Irán y Venezuela, soliviantando las sanciones que pesan sobre ambos países por parte de la comunidad internacional. Un petitorio que hasta hace apenas unas semanas hubiese sido extremadamente mal visto por los gobiernos de Europa, Estados Unidos y Canadá.
El petróleo, entonces, se ha vuelto a colar con mucha fuerza en la política global. Es un tema central en agenda, vistas las repercusiones de una guerra cuyas consecuencias apenas se están sintiendo en el mundo entero, pero especialmente en Europa, por sus estrechos vínculos de dependencia con Rusia en materia energética. La petropolítica está obligando a cambiar ciertas concepciones rígidas sobre el conflicto político venezolano. Pudiéramos estar en presencia de una vuelta de torniquete para apalancar de nuevo una producción hacia niveles entre dos y tres millones de barriles por día. Suena iluso y no pocos muestran un enorme escepticismo hacia un tema como éste, pero ante las colosales dimensiones del conflicto ucraniano y la posición rusa, las miradas occidentales apuntan a un territorio rico en energía como el nuestro.
¿Habrá repercusiones en la esfera política interna de Venezuela? No sabemos la magnitud en medio de unas elecciones presidenciales previstas para 2024, pero lo cierto es que hay demasiados movimientos en los actores globales para hallar un camino salomónico que ayude a Europa y en paralelo, destranque el juego en Venezuela. No será fácil, pero las piedras vienen sonando debajo del río desde hace rato.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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No se imaginen los lectores que el título de este artículo tiene que ver con la reciente victoria electoral en Colombia de Gustavo Petro. Nada que ver. Más bien nos referimos al estado de necesidad que se ha generado particularmente en el hemisferio occidental a partir del conflicto en Ucrania.
Y es que a propósito de la enorme dependencia petrolera y gasífera de buena parte de Europa con Rusia y con las sanciones establecidas para detener el avance de Putin en una región de extremada delicadeza geopolítica, el estado de necesidad por fuentes alternas de energía se ha destapado repentinamente.
En ese marco promovido por ese “estado de necesidad” la geopolítica global ha mirado de nuevo a Venezuela como un actor de enorme importancia en el tema. Pero se encuentra que una de las mayores reservas petroleras del mundo se encuentra en crisis de productividad por diversas razones internas y externas.
Surge entonces la disyuntiva de ver cómo se puede reactivar la producción petrolera en Venezuela ante el conflicto político que ha generado posiciones divergentes en torno a quien tiene el control real en el país, Nicolás Maduro, que no es reconocido por un número importante de países de la órbita occidental.
Hemos visto algunas decisiones que han permitido exportar petróleo venezolano de nuevo a Europa, también se han conocido algunas reuniones de muy alto nivel entre representantes de los gobiernos de Biden y de Maduro, que hasta ahora, no han resultado en grandes pasos pero sí en señales concretas que han sido interpretadas de diferentes maneras.
En la cumbre del G-7, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, pidió expresamente que se permita reactivar las compras de petróleo a Irán y Venezuela, soliviantando las sanciones que pesan sobre ambos países por parte de la comunidad internacional. Un petitorio que hasta hace apenas unas semanas hubiese sido extremadamente mal visto por los gobiernos de Europa, Estados Unidos y Canadá.
El petróleo, entonces, se ha vuelto a colar con mucha fuerza en la política global. Es un tema central en agenda, vistas las repercusiones de una guerra cuyas consecuencias apenas se están sintiendo en el mundo entero, pero especialmente en Europa, por sus estrechos vínculos de dependencia con Rusia en materia energética. La petropolítica está obligando a cambiar ciertas concepciones rígidas sobre el conflicto político venezolano. Pudiéramos estar en presencia de una vuelta de torniquete para apalancar de nuevo una producción hacia niveles entre dos y tres millones de barriles por día. Suena iluso y no pocos muestran un enorme escepticismo hacia un tema como éste, pero ante las colosales dimensiones del conflicto ucraniano y la posición rusa, las miradas occidentales apuntan a un territorio rico en energía como el nuestro.
¿Habrá repercusiones en la esfera política interna de Venezuela? No sabemos la magnitud en medio de unas elecciones presidenciales previstas para 2024, pero lo cierto es que hay demasiados movimientos en los actores globales para hallar un camino salomónico que ayude a Europa y en paralelo, destranque el juego en Venezuela. No será fácil, pero las piedras vienen sonando debajo del río desde hace rato.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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