OPINIÓN · 17 JUNIO, 2020 04:35

Papás corresponsables

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Susana Reina | @feminismoinc

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QUÉ INDIGNANTE
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“Quizás la clave para que el cambio se dé, reside en la revalorización del trabajo de los cuidados”

Corresponsabilidad es una palabra hermosa y un concepto imprescindible para repensar la crianza y la estructura social de las familias. Se define como responsabilidad común a dos o más personas que comparten una obligación o compromiso. En el ámbito parental, se refiere a la misma responsabilidad que tanto el padre como la madre tienen en cuanto al desarrollo, educación, bienestar o salud de sus hijos. 

Me gusta mucho lo que trae de trasfondo este enfoque porque su adopción como eje de trabajo puede cambiar la relación de poder entre géneros como la hemos conocido hasta ahora. No es posible hablar de igualdad si no hay un replanteamiento de los roles históricamente asignados basados en el sexo y que son la base de toda discriminación. Todos deberíamos tener iguales responsabilidades e iguales privilegios en una sociedad democrática y para que ello sea posible, los esquemas de desempeño familiar que fijan los compromisos de los padres y las madres tienen que ser revisados. 

¿Están los papás más implicados que antes en las labores de crianza?

Hablar de la participación de los varones en los cuidados de sus hijos es un tema de modernidad. La naturalización de la división sexual del trabajo no hizo cuestionable el desapego de muchos padres de la atención de su descendencia, más allá de proveer para la casa, convirtiéndola en una tarea delegable mayoritariamente en la madre. Pero en los últimos años se han registrado cambios importantes sobre todo en sectores clase media educada, hombres jóvenes y urbanos. Esto gracias al movimiento feminista, al problematizar la ausencia del padre como un asunto de interés público y no como algo que se atiende al interior de cada hogar.

No hablo aquí de los padres que se desentienden desde el momento del embarazo (que es un problema con consecuencias gravísimas también), sino de aquellos que, reconociendo jurídicamente a sus hijos y viviendo en una relación estable, sienten que eso de bañar niñitos, alimentarlos, hacer tareas, despertar a media noche a calmar llanto, llevar a piñatas o ir al pediatra o al colegio a resolver temas relacionados con sus hijos e hijas, no es con ellos. Los más adelantados incluso hablan de ayudar o cooperar, pocos lo asumen como una responsabilidad propia.

Lamentablemente este modelo tradicional aún persiste en la inmensa mayoría de hogares latinoamericanos, aun cuando ambos padres trabajen en la calle y sean proveedores, como lo demuestran las Encuestas de Uso del Tiempo (EUT) que se han publicado recientemente. Varios factores son causa y efecto de este “arreglo”, como la falta de guarderías u hogares de cuidado diario accesibles o la brecha salarial entre géneros a favor de los hombres y que son la principal causa para que muchas mujeres abandonen el trabajo remunerado asumiendo el rol de madres a tiempo completo, “como naturalmente debe ser”, dirán algunos.

Permisos postnatales para padres

Casi todos los beneficios de ley o políticas particulares de empresas relacionados con los hijos están dirigidos a las madres. Incluso el permiso pre y postnatal remunerado en muchos países se otorga con mayor cantidad de días a las mamás. En el caso venezolano ella recibe 6 meses y ellos 14 días. Lejos de proteger a las mujeres, disposiciones como éstas generan una fuerte discriminación que lleva a los empleadores evitar contratar mujeres en edad de procrear debido al alto costo que ello representa.

Muchos hombres, por otro lado, evitan tomar esos días de licencia o pedir permisos asociados a la atención de sus hijos, si con ese acto juzgan que van a ser tachados de inconsecuentes con la empresa o acusados de varón domado: “¿y tu esposa no se puede encargar?”. La presión social es dura y es real. Todo esto refuerza la idea de que criar es asunto de mujeres.

Por ello, la conciliación laboral familiar sigue siendo un punto pendiente en la agenda pública, donde empresa, Estado y familia deben acordar normas que flexibilicen y revisen un modelo de sostenimiento productivo caduco, basado en la baja responsabilidad de los hombres en los cuidados y la crianza.

A ser corresponsable se enseña

La educación siempre va a ser el mejor camino para cambiar conductas y mientras más temprano mejor. Nos encantó conocer el Programa “Coeducación de la Corresponsabilidad paterna” del Ayuntamiento de Jerez, España, en el cual han participado aproximadamente 5000 niños entre 6 y 12 años con sus padres y madres, desde su fundación.  A través del uso de juegos de roles y materiales didácticos, enseñan a todos consignas libres de prejuicios dirigidos a cuestionar los estereotipos cotidianos que instalan creencias discriminatorias desde la más temprana edad.

“Mi papá me cuida”, “mi papá me mima”, “mi papá me enseña”, “mi papá hace las tareas domésticas”… la apuesta es que las concepciones tradicionales vayan flexibilizándose a través de la presentación de una imagen diferente de la figura paterna y ayudarles a ser conscientes de las múltiples actividades que pueden realizar uno y otro sexo, para que lo vean como una posibilidad y elección a futuro.

La crianza compartida es buena para todos

El informe Estado de la paternidad en América Latina y el Caribe 2017 y otros estudios longitudinales dan cuenta de que “el involucramiento del padre en el cuidado y la crianza impacta positivamente en el desarrollo de su hijo o hija en términos nutricionales y de salud, de habilidades sociales y de autoestima. Se observa que los niños y las niñas que tuvieron un papá involucrado en la crianza, cuando llegan a la adolescencia, corren menos riesgos respecto a su salud mental, su salud reproductiva e incluso menos probabilidades de involucrarse en situaciones de conflicto con la ley”.

Pero no solamente los niños se ven favorecidos. Al comprometerse más el padre, la madre puede ver disminuida su carga doméstica, lo cual a su vez reduce su estrés y fatiga, por lo que esa ganancia en calidad de vida redundará en mejora en las relaciones intrafamiliares y al mismo tiempo, el padre va a tener una visión diferente de sí mismo, más responsable e involucrado. Estos mismos estudios reportan que hombres que participan más activamente de la crianza “son más activos en su comunidad y presentan menos consumo de alcohol y drogas”.

Quizás la clave para que el cambio real se dé, reside en la revalorización del trabajo de los cuidados. Que se entienda al trabajo de crianza como algo bonito, disfrutable y recompensante, pero sobre todo compartible. Lo cierto es que aun en este siglo, involucrar a los hombres en el ámbito de lo doméstico sigue siendo un desafío para favorecer la igualdad. Pensemos en ello en este próximo Día del Padre.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Me gusta mucho lo que trae de trasfondo este enfoque porque su adopción como eje de trabajo puede cambiar la relación de poder entre géneros como la hemos conocido hasta ahora. No es posible hablar de igualdad si no hay un replanteamiento de los roles históricamente asignados basados en el sexo y que son la base de toda discriminación. Todos deberíamos tener iguales responsabilidades e iguales privilegios en una sociedad democrática y para que ello sea posible, los esquemas de desempeño familiar que fijan los compromisos de los padres y las madres tienen que ser revisados. 

¿Están los papás más implicados que antes en las labores de crianza?

Hablar de la participación de los varones en los cuidados de sus hijos es un tema de modernidad. La naturalización de la división sexual del trabajo no hizo cuestionable el desapego de muchos padres de la atención de su descendencia, más allá de proveer para la casa, convirtiéndola en una tarea delegable mayoritariamente en la madre. Pero en los últimos años se han registrado cambios importantes sobre todo en sectores clase media educada, hombres jóvenes y urbanos. Esto gracias al movimiento feminista, al problematizar la ausencia del padre como un asunto de interés público y no como algo que se atiende al interior de cada hogar.

No hablo aquí de los padres que se desentienden desde el momento del embarazo (que es un problema con consecuencias gravísimas también), sino de aquellos que, reconociendo jurídicamente a sus hijos y viviendo en una relación estable, sienten que eso de bañar niñitos, alimentarlos, hacer tareas, despertar a media noche a calmar llanto, llevar a piñatas o ir al pediatra o al colegio a resolver temas relacionados con sus hijos e hijas, no es con ellos. Los más adelantados incluso hablan de ayudar o cooperar, pocos lo asumen como una responsabilidad propia.

Lamentablemente este modelo tradicional aún persiste en la inmensa mayoría de hogares latinoamericanos, aun cuando ambos padres trabajen en la calle y sean proveedores, como lo demuestran las Encuestas de Uso del Tiempo (EUT) que se han publicado recientemente. Varios factores son causa y efecto de este “arreglo”, como la falta de guarderías u hogares de cuidado diario accesibles o la brecha salarial entre géneros a favor de los hombres y que son la principal causa para que muchas mujeres abandonen el trabajo remunerado asumiendo el rol de madres a tiempo completo, “como naturalmente debe ser”, dirán algunos.

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Casi todos los beneficios de ley o políticas particulares de empresas relacionados con los hijos están dirigidos a las madres. Incluso el permiso pre y postnatal remunerado en muchos países se otorga con mayor cantidad de días a las mamás. En el caso venezolano ella recibe 6 meses y ellos 14 días. Lejos de proteger a las mujeres, disposiciones como éstas generan una fuerte discriminación que lleva a los empleadores evitar contratar mujeres en edad de procrear debido al alto costo que ello representa.

Muchos hombres, por otro lado, evitan tomar esos días de licencia o pedir permisos asociados a la atención de sus hijos, si con ese acto juzgan que van a ser tachados de inconsecuentes con la empresa o acusados de varón domado: “¿y tu esposa no se puede encargar?”. La presión social es dura y es real. Todo esto refuerza la idea de que criar es asunto de mujeres.

Por ello, la conciliación laboral familiar sigue siendo un punto pendiente en la agenda pública, donde empresa, Estado y familia deben acordar normas que flexibilicen y revisen un modelo de sostenimiento productivo caduco, basado en la baja responsabilidad de los hombres en los cuidados y la crianza.

A ser corresponsable se enseña

La educación siempre va a ser el mejor camino para cambiar conductas y mientras más temprano mejor. Nos encantó conocer el Programa “Coeducación de la Corresponsabilidad paterna” del Ayuntamiento de Jerez, España, en el cual han participado aproximadamente 5000 niños entre 6 y 12 años con sus padres y madres, desde su fundación.  A través del uso de juegos de roles y materiales didácticos, enseñan a todos consignas libres de prejuicios dirigidos a cuestionar los estereotipos cotidianos que instalan creencias discriminatorias desde la más temprana edad.

“Mi papá me cuida”, “mi papá me mima”, “mi papá me enseña”, “mi papá hace las tareas domésticas”… la apuesta es que las concepciones tradicionales vayan flexibilizándose a través de la presentación de una imagen diferente de la figura paterna y ayudarles a ser conscientes de las múltiples actividades que pueden realizar uno y otro sexo, para que lo vean como una posibilidad y elección a futuro.

La crianza compartida es buena para todos

El informe Estado de la paternidad en América Latina y el Caribe 2017 y otros estudios longitudinales dan cuenta de que “el involucramiento del padre en el cuidado y la crianza impacta positivamente en el desarrollo de su hijo o hija en términos nutricionales y de salud, de habilidades sociales y de autoestima. Se observa que los niños y las niñas que tuvieron un papá involucrado en la crianza, cuando llegan a la adolescencia, corren menos riesgos respecto a su salud mental, su salud reproductiva e incluso menos probabilidades de involucrarse en situaciones de conflicto con la ley”.

Pero no solamente los niños se ven favorecidos. Al comprometerse más el padre, la madre puede ver disminuida su carga doméstica, lo cual a su vez reduce su estrés y fatiga, por lo que esa ganancia en calidad de vida redundará en mejora en las relaciones intrafamiliares y al mismo tiempo, el padre va a tener una visión diferente de sí mismo, más responsable e involucrado. Estos mismos estudios reportan que hombres que participan más activamente de la crianza “son más activos en su comunidad y presentan menos consumo de alcohol y drogas”.

Quizás la clave para que el cambio real se dé, reside en la revalorización del trabajo de los cuidados. Que se entienda al trabajo de crianza como algo bonito, disfrutable y recompensante, pero sobre todo compartible. Lo cierto es que aun en este siglo, involucrar a los hombres en el ámbito de lo doméstico sigue siendo un desafío para favorecer la igualdad. Pensemos en ello en este próximo Día del Padre.

***

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