Tener cien niños al lado, tener al lado una escuela/ es tener cien corazones golpeando un cristal de fresa, / una madeja de risas, una caja de sorpresas, cien lápices de colores…/ es tener cien mentes frescas trazando un papel sin rayas camino a una vida nueva”.

Con estas bellas palabras el poeta Jesús Rosas Marcano plasma el alma de la UE Rondalera de Mercedes Angarita, quien partió recientemente tras 90 años de una fructífera vida dedicada a la educación.

Conocimos a Mecha a comienzos de los 80. Tuvimos la fortuna de comenzar a estudiar Educación y compartir con ella y su equipo en el Centro de Experimentación para el Aprendizaje Permanente de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez.

Mecha nació en la Caracas de 1931. Desde el primer momento nos llamó la atención su tenacidad para romper paradigmas en un mundo regido por hombres. Era fascinante oírla hablar de sus estudios en el Liceo Fermín Toro, en momentos donde se realizaban actividades contra la dictadura de Pérez Jiménez.

Estudió antropología en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y sin duda eso marcó su práctica pedagógica. La valoración de las raíces, la cultura popular, las manifestaciones artísticas.

En la Universidad conocimos mucha gente que hablaba de la escuela nueva, pero sus prácticas estaban llenas de `ma-me-mi-mo-mu´ y otros menos que hablaban de innovación con una práctica que les respaldaba. Mecha formaba parte de este grupo.

Apenas entramos en la sede de Rondalera, ubicada en La Florida, nos atraparon las paredes multicolores con los dibujos, pinturas, creaciones de los niños. Una exposición de piezas de barro; la presentación de una obra de teatro; unos estudiantes que con cámaras en mano captaban las particularidades del jardín; mientras otros cantaban y danzaban; un maestro que con pasión nos presentaba un proyecto educativo para utilizar el periódico, como recurso para acercar la historia y la lengua a niños de 6°; y un grupo de adolescentes que preparaban un viaje de investigación para conocer la realidad de los Llanos. Un espacio lleno de sonrisas y buena energía constituía un vendaval de inspiración para cualquiera. Supo crear un grupo de trabajo en sintonía con el ideario del proyecto.

El hecho de que Rondalera naciera como un taller vacacional en 1967 y que con el tiempo se transformara en un proyecto educativo, que fue abarcando desde Educación inicial hasta Diversificado, da cuenta de ese afán por promover la creatividad y la libertad.

“El respeto a la individualidad, la tolerancia, la acción del colectivo, la creación artística en sus distintas expresiones y la investigación pedagógica y académica han sido elementos que conjugados, han permitido ver con los años cómo nuestros jóvenes egresados participan en la construcción de espacios para la vida, desde distintas áreas, desde distintos lugares”, rezan los postulados de esta unidad educativa.

Han sido los estudiantes y los exalumnos quienes más nos convencieron del proyecto. A quienes conocemos siempre han hecho mención de un espacio familiar y la presencia de Mecha como una abuela amorosa que subsanaba cualquier déficit académico que pudo estar presente.

De nuestra parte siempre estará un sentimiento de agradecimiento. Mecha nos abrió las puertas de Rondalera para actividades de la Universidad, nos escuchó con paciencia y dio aportes para gestar lo que sería Cecodap. Fue nuestra tutora de la tesis de grado referida al juego infantil y, sobre todo, creyó en nosotros y nos inspiró; imagino que ese es el sentimiento que se alberga en el corazón de los niños y adolescentes que se formaron con ella, sin duda son su mayor legado.

Hiciste una escuela como deberían serlo todas, en verso de nuestro querido “Chuchú” Rosas Marcano, donde se siente: “La navidad todo el día o todo el día una fiesta./ Es tener el cielo en la mano, tener el sol en la puerta”.
Gracias Mecha por todo lo que hiciste por la educación de Venezuela.

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