Esta semana gran parte de los medios de comunicación de Europa, EE UU, Latinoamérica y de Rusia, han posicionado como noticia de importancia la reunión semi secreta que sostuvieran representantes diplomáticos de Joe Biden con Nicolás Maduro en Caracas. Adicionalmente, se han manifestado muchos voceros políticos, parlamentarios, funcionarios públicos e inclusive, hasta jefes de Estado en relación a este sorprendente encuentro que ha trastocado los antecedentes inmediatos de una relación bilateral con señales claras de deterioro y alejamiento.
Está claro que Maduro ha expresado un apoyo directo y amplio a Putin en el conflicto de Ucrania y que ha tenido muchas diferencias diplomáticas con EE UU, tanto que Venezuela se mantiene en un esquema de sanciones internacionales. Sin duda, este hecho se ha sumado a un largo proceso de diferenciación que la ha puesto como un enorme desafío a todas las agencias diplomáticas de la región. No obstante, esta semana ha estallado esta sorpresiva reunión con enormes reacciones.
Todo este escenario hace recordar un hecho que sacudió no solo a la región sino al mundo entero, cuando en el gobierno de Barack Obama a través de unos emisarios secretos se concretaron algunas reuniones que, en cuestión de meses, lograron romper un hito de más de cinco décadas de alejamiento entre los gobiernos de La Habana y Washington con pleno restablecimiento de relaciones diplomáticas y con la guinda de la visita del propio jefe de Estado norteamericano a la mayor de las Antillas.
En ese entonces Biden era el vicepresidente de EE UU y no solo fue testigo de excepción de la negociación secreta, sino coprotagonista. Estuvo al tanto y además fue el artífice tras bastidores de esta operación que tuvo repercusiones internas en su país, en toda la región y en el concierto internacional de las naciones por lo audaz de la jugada. Algunos analistas incluso, llegaron a equipararla con las negociaciones secretas que fueron llevadas a cabo por Henry Kissinger con el gobierno chino para sorprender al mundo con el restablecimiento pleno de relaciones entre Washington y Beijing. Algo impensable décadas atrás.
Ahora, en medio de un conflicto bélico que pudiera tener amplios impactos y repercusiones para los próximos meses y quizás hasta años en el orden mundial -especialmente- en la economía, se abre un esquema de pragmatismo insospechado hace días cuyo eje central pasa por articular esfuerzos para “recomponer” lo que se está “descomponiendo”. Aquí entra con mucha fuerza el petróleo venezolano y la necesidad de Occidente de contar con ese recurso en estos tiempos. Hemos presenciado esta jugada sorprendente. Maduro necesita recuperar la producción y vender más petróleo para aprovechar los altos precios y poder equilibrar las finanzas públicas de Venezuela. Biden necesita mantener el equilibrio entre demanda y oferta petrolera para minimizar los impactos del conflicto ucraniano.
Se han juntado el “hambre con las ganas de comer”. No obstante, no será fácil llevar adelante esta negociación como no han sido fáciles las anteriores. Demasiadas diferencias políticas están por el medio. Entre pragmatismo y dogmatismo se centrará el enorme desafío que significa tomar decisiones en un entorno absolutamente enrarecido. Veremos si la música de la diplomacia puede “sacudir” al mundo de nuevo para bien.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Ucrania: Zelenski-Putin ¿el algoritmo de las emociones?
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Esta semana gran parte de los medios de comunicación de Europa, EE UU, Latinoamérica y de Rusia, han posicionado como noticia de importancia la reunión semi secreta que sostuvieran representantes diplomáticos de Joe Biden con Nicolás Maduro en Caracas. Adicionalmente, se han manifestado muchos voceros políticos, parlamentarios, funcionarios públicos e inclusive, hasta jefes de Estado en relación a este sorprendente encuentro que ha trastocado los antecedentes inmediatos de una relación bilateral con señales claras de deterioro y alejamiento.
Está claro que Maduro ha expresado un apoyo directo y amplio a Putin en el conflicto de Ucrania y que ha tenido muchas diferencias diplomáticas con EE UU, tanto que Venezuela se mantiene en un esquema de sanciones internacionales. Sin duda, este hecho se ha sumado a un largo proceso de diferenciación que la ha puesto como un enorme desafío a todas las agencias diplomáticas de la región. No obstante, esta semana ha estallado esta sorpresiva reunión con enormes reacciones.
Todo este escenario hace recordar un hecho que sacudió no solo a la región sino al mundo entero, cuando en el gobierno de Barack Obama a través de unos emisarios secretos se concretaron algunas reuniones que, en cuestión de meses, lograron romper un hito de más de cinco décadas de alejamiento entre los gobiernos de La Habana y Washington con pleno restablecimiento de relaciones diplomáticas y con la guinda de la visita del propio jefe de Estado norteamericano a la mayor de las Antillas.
En ese entonces Biden era el vicepresidente de EE UU y no solo fue testigo de excepción de la negociación secreta, sino coprotagonista. Estuvo al tanto y además fue el artífice tras bastidores de esta operación que tuvo repercusiones internas en su país, en toda la región y en el concierto internacional de las naciones por lo audaz de la jugada. Algunos analistas incluso, llegaron a equipararla con las negociaciones secretas que fueron llevadas a cabo por Henry Kissinger con el gobierno chino para sorprender al mundo con el restablecimiento pleno de relaciones entre Washington y Beijing. Algo impensable décadas atrás.
Ahora, en medio de un conflicto bélico que pudiera tener amplios impactos y repercusiones para los próximos meses y quizás hasta años en el orden mundial -especialmente- en la economía, se abre un esquema de pragmatismo insospechado hace días cuyo eje central pasa por articular esfuerzos para “recomponer” lo que se está “descomponiendo”. Aquí entra con mucha fuerza el petróleo venezolano y la necesidad de Occidente de contar con ese recurso en estos tiempos. Hemos presenciado esta jugada sorprendente. Maduro necesita recuperar la producción y vender más petróleo para aprovechar los altos precios y poder equilibrar las finanzas públicas de Venezuela. Biden necesita mantener el equilibrio entre demanda y oferta petrolera para minimizar los impactos del conflicto ucraniano.
Se han juntado el “hambre con las ganas de comer”. No obstante, no será fácil llevar adelante esta negociación como no han sido fáciles las anteriores. Demasiadas diferencias políticas están por el medio. Entre pragmatismo y dogmatismo se centrará el enorme desafío que significa tomar decisiones en un entorno absolutamente enrarecido. Veremos si la música de la diplomacia puede “sacudir” al mundo de nuevo para bien.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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