Madonna, la reina del pop music mundial desde finales del siglo pasado, ha envejecido -mejor dicho- como cualquier ser vivo con el pasar del tiempo, tiene más edad.
En nuestra cultura, tener más edad puede verse como una amenaza, hasta un motivo de vergüenza. Así lo es para muchas mujeres que sufren por ello y también algunos hombres. Para la gente del mundo del espectáculo puede significar su muerte en vida, más si es una mujer.
La cultura nos ha impuesto que lo femenino, y la mujer como expresión de ese género, debe ser (o tratar de ser) bella físicamente según ciertos cánones. (Ojo: para este artículo, quedémonos, solo con lo físico. De la otra belleza, la del alma, de la intelectual, hablamos en otro momento). La mujer convencional debe tener un cuerpo delgado, frondosa cabellera y el rostro más bonito que pueda, sin marcas y, por supuesto, sin arrugas. Eso es indicador de un mal peor, estar vieja.
Si una mujer es atractiva físicamente tiene ganada parte de la competencia social y en el mundo del espectáculo puede asegurar el éxito. Allí, las feas y viejas solo tienen cabida excepcionalmente. Algo así como lo que ocurre en el mundo real.
Una forma de que la mujer sea atractiva es siendo o pareciendo joven. En nuestra cultura, la belleza está asociada a la juventud. No solo en las mujeres, también en los hombres; aunque con ellos tendemos a ser más tolerantes.
La gente le teme a envejecer, o parecer vieja, no solo porque por naturaleza nos acerca a la muerte, sino porque la vejez se asocia con debilidad, enfermedad, fealdad. La gente vieja suele ser vista con ternura, respeto, conmiseración. Casi que con lástima. Difícilmente, como bella
El temor a la vejez suele manifestarse más agudamente en las mujeres por el mandato que ellas tienen de ser atractivas, apetecibles físicamente. Eso significa ser joven y parecer bonita en lo posible.
En los hombres el temor a la vejez también existe pero no tanto por la apariencia física, sino por mostrarse débil, sin mayor vigor, sobre todo, en lo sexual.
Para quienes viven del espectáculo es vital destacarse no solo por lo que hacen sino por el cómo se oyen y se ven. En ese mundo la apariencia es fundamental.
Muy pocos artistas se atreven a envejecer sobre el escenario y si lo hacen es a costa de tintes, pelucas, peluquines, botox y cirugías estéticas, lo cual no siempre es garantía de éxito. En algunos personajes esas intervenciones pueden resultar hasta deprimentes. Algo semejante ocurre en la gente del común que acude a cuanto recurso tenga acceso para aparentar seguir siendo joven.
Madonna, la reina del pop y de la irreverencia, y con casi medio siglo reinando, parece que no ha escapado al temor de ser vista como vieja y, en un reciente espectáculo televisado a gran parte del mundo, se ha presentado con un look juvenil.
El nuevo look de Madona ha generado más críticas que aplausos. No porque luciera mejor o peor que antes sino porque pareciera haber defraudado a su público al presentarse, como cualquier mujer convencional, tratando de parecer más joven.
Ante las críticas a su nuevo estilo juvenil, Madonna se ha defendido diciendo que se le discrimina por la edad y por ser mujer. Eso, sin duda, le ocurre a millones de mujeres en el mundo, donde la gente después de los 45 años, pareciera ser, laboralmente, inservible pero, en su caso de mujer idolatrada, no necesariamente es así.
Los fans suelen ser severos con sus iconos. Les exigen ser consecuentes y Madonna, una artista que se ha hecho grande por su irreverencia ante lo establecido, pareciera haber claudicado ante aquello de que ser vieja o parecerlo, es feo.
Otra lectura del nuevo look de Madonna es que pudiera estar tratando de romper el estereotipo de que hay que vestir de acuerdo a los cánones de la edad, sería buenísimo que fuese así, pero parece haber predominado la creencia de que para ser exitoso hay que parecer joven.
Para el deleite de quienes hemos admirado durante casi medio siglo a Madonna, ella seguirá cantando y sorprendiéndonos con sus irreverencias, reinventándose en cada ocasión. Y, con la resistencia que alguna gente tiene a los 25 o 65 años, o sin edad, se lanza a un tour mundial para celebrar sus 40 años siendo la reina del espectáculo pop. Un poco más y alcanza a Isabel II.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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La cultura nos ha impuesto que lo femenino, y la mujer como expresión de ese género, debe ser (o tratar de ser) bella físicamente según ciertos cánones. (Ojo: para este artículo, quedémonos, solo con lo físico. De la otra belleza, la del alma, de la intelectual, hablamos en otro momento). La mujer convencional debe tener un cuerpo delgado, frondosa cabellera y el rostro más bonito que pueda, sin marcas y, por supuesto, sin arrugas. Eso es indicador de un mal peor, estar vieja.
Si una mujer es atractiva físicamente tiene ganada parte de la competencia social y en el mundo del espectáculo puede asegurar el éxito. Allí, las feas y viejas solo tienen cabida excepcionalmente. Algo así como lo que ocurre en el mundo real.
Una forma de que la mujer sea atractiva es siendo o pareciendo joven. En nuestra cultura, la belleza está asociada a la juventud. No solo en las mujeres, también en los hombres; aunque con ellos tendemos a ser más tolerantes.
La gente le teme a envejecer, o parecer vieja, no solo porque por naturaleza nos acerca a la muerte, sino porque la vejez se asocia con debilidad, enfermedad, fealdad. La gente vieja suele ser vista con ternura, respeto, conmiseración. Casi que con lástima. Difícilmente, como bella
El temor a la vejez suele manifestarse más agudamente en las mujeres por el mandato que ellas tienen de ser atractivas, apetecibles físicamente. Eso significa ser joven y parecer bonita en lo posible.
En los hombres el temor a la vejez también existe pero no tanto por la apariencia física, sino por mostrarse débil, sin mayor vigor, sobre todo, en lo sexual.
Para quienes viven del espectáculo es vital destacarse no solo por lo que hacen sino por el cómo se oyen y se ven. En ese mundo la apariencia es fundamental.
Muy pocos artistas se atreven a envejecer sobre el escenario y si lo hacen es a costa de tintes, pelucas, peluquines, botox y cirugías estéticas, lo cual no siempre es garantía de éxito. En algunos personajes esas intervenciones pueden resultar hasta deprimentes. Algo semejante ocurre en la gente del común que acude a cuanto recurso tenga acceso para aparentar seguir siendo joven.
Madonna, la reina del pop y de la irreverencia, y con casi medio siglo reinando, parece que no ha escapado al temor de ser vista como vieja y, en un reciente espectáculo televisado a gran parte del mundo, se ha presentado con un look juvenil.
El nuevo look de Madona ha generado más críticas que aplausos. No porque luciera mejor o peor que antes sino porque pareciera haber defraudado a su público al presentarse, como cualquier mujer convencional, tratando de parecer más joven.
Ante las críticas a su nuevo estilo juvenil, Madonna se ha defendido diciendo que se le discrimina por la edad y por ser mujer. Eso, sin duda, le ocurre a millones de mujeres en el mundo, donde la gente después de los 45 años, pareciera ser, laboralmente, inservible pero, en su caso de mujer idolatrada, no necesariamente es así.
Los fans suelen ser severos con sus iconos. Les exigen ser consecuentes y Madonna, una artista que se ha hecho grande por su irreverencia ante lo establecido, pareciera haber claudicado ante aquello de que ser vieja o parecerlo, es feo.
Otra lectura del nuevo look de Madonna es que pudiera estar tratando de romper el estereotipo de que hay que vestir de acuerdo a los cánones de la edad, sería buenísimo que fuese así, pero parece haber predominado la creencia de que para ser exitoso hay que parecer joven.
Para el deleite de quienes hemos admirado durante casi medio siglo a Madonna, ella seguirá cantando y sorprendiéndonos con sus irreverencias, reinventándose en cada ocasión. Y, con la resistencia que alguna gente tiene a los 25 o 65 años, o sin edad, se lanza a un tour mundial para celebrar sus 40 años siendo la reina del espectáculo pop. Un poco más y alcanza a Isabel II.
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