El pernil, la ensalada de gallina y las hallacas, constituyen una de las comidas más saladas que probablemente se consumen durante todo el año. Agregue a esto los pasapalos que se degustan durante el período festivo y hará que los niveles de sal terminen mucho más elevados de lo que se recomienda para la ingesta de alimentos.
Es bien sabido que a medida que aumentan los niveles de sal en el organismo, también lo hace la presión arterial, lo que puede aumentar el riesgo de sufrir un ataque al corazón o un derrame cerebral. Pero recientemente, los científicos consideran que la sal también podría tener un efecto sobre el comportamiento. En particular, están comenzando a descifrar cómo se relaciona con el aumento del estrés.
Este efecto ha sido poco explorado, ya que el impacto de la sal es un tema difícil de experimentar en los humanos. Con el tiempo la sal puede aumentar la presión arterial de forma aguda, pudiendo afectar directamente la salud de los participantes. Esto plantea un problema ético para los investigadores. Por otro lado, hacerle seguimiento a la ingesta de sal a las personas es difícil, incluso en condiciones controladas, debido a lo extendido que está su uso en la comida.
Por tanto, los investigadores han estado realizando experimentos con ratones. Son muy similares a los humanos en términos de anatomía, fisiología y genética, y la forma en que ambas especies responden al estrés se rige por factores que pueden incluir la dieta. Los ratones tampoco suelen comer mucha sal, lo que facilita estudiar su impacto sobre ellos.
Para investigar el vínculo entre la ingesta de sal y el estrés, los científicos alimentaron a ratones machos, algunos durante dos semanas, otros hasta ocho semanas, con una dieta rica en sal, que contenía una proporción similar a la ingesta típica de los humanos. Cuando los investigadores analizaron las muestras de sangre de los ratones, encontraron que los niveles de cortisol, la hormona del estrés, eran siempre más elevados en los que seguían una dieta alta en sal en comparación con los ratones del grupo de control, que consumían bajos niveles, tanto en estado de reposo como después de ser inmovilizado en un tubo de plexiglás para inducir tensión. La respuesta al estrés se amplificó, explican los investigadores, “la condición de estrés se activó un poco más”.
En el estudio, los investigadores también tomaron muestras de tejido de algunos ratones después de sacrificarlos y encontraron una mayor actividad de los genes que producen las proteínas en el cerebro, responsables de la respuesta al estrés. Es interesante notar que estos efectos están presentes después de una exposición de dos semanas a una dieta alta en sal.
La forma en que los diferentes factores estresantes interactúan entre sí y se combinan es particularmente interesante, porque los humanos también suelen estar expuestos a múltiples factores estresantes. Entonces, es posible que algo similar pueda estar sucediendo en el organismo.
Durante los próximos años, los científicos planean establecer colaboraciones de investigación con neurólogos para observar y registrar cómo el aumento de la ingesta de sal y los niveles de estrés, podrían manifestarse con un comportamiento agresivo o similar a la ansiedad. Otros equipos de investigación están examinando si el consumo de sal afecta un fenómeno conocido como “miedo contextual”. Esto ocurre cuando un entorno inofensivo se asocia con estímulos que inducen al miedo. Se considera un síntoma característico de los trastornos relacionados con la ansiedad.
En el caso de los estudios realizados con ratones, estos se paralizan de miedo cuando se exponen al mismo contexto en el que ocurrió algo amenazante. En la investigación, que está por publicarse, se condicionaron ratones machos y hembras en una cámara que contenía un fondo estampado, un aroma a base de etanol y luz, además recibieron descargas eléctricas leves en un piso de rejillas de acero inoxidable. Cuatro semanas después de la exposición, descubrieron que una dieta rica en sal aumentaba la respuesta de miedo generalizado.
Aunque estos dos estudios mejoran la comprensión de los efectos de una dieta alta en sal en el cerebro, se debe tener precaución al extrapolar los resultados en los humanos. Hay diferencias en cómo los animales y los humanos absorben, usan y metabolizan la sal. La investigación del comportamiento aún está en pañales en lo que respecta al consumo excesivo de sal, pero están trabajando para mejorar y expandir sus experimentos con el objeto de comprender el comportamiento de los ratones durante períodos más largos de tiempo. Y aunque los hallazgos no se pueden relacionar directamente a los humanos, podría alertar a las personas para que sean un poco más conscientes de su consumo de sal, tanto en su vida diaria como en épocas de comilonas durante las fiestas de fin de año.
Actualmente, la mayoría de los consumidores prestan más atención al contenido de calorías y azúcar cuando se les sirve un banquete en una mesa, pero la cantidad de sal añadida pasa desapercibida en el consumo. Todo eso podría cambiar si se descubre el impacto que tiene el consumo excesivo de sal sobre el estado de ánimo y su repercusión en las emociones.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Es bien sabido que a medida que aumentan los niveles de sal en el organismo, también lo hace la presión arterial, lo que puede aumentar el riesgo de sufrir un ataque al corazón o un derrame cerebral. Pero recientemente, los científicos consideran que la sal también podría tener un efecto sobre el comportamiento. En particular, están comenzando a descifrar cómo se relaciona con el aumento del estrés.
Este efecto ha sido poco explorado, ya que el impacto de la sal es un tema difícil de experimentar en los humanos. Con el tiempo la sal puede aumentar la presión arterial de forma aguda, pudiendo afectar directamente la salud de los participantes. Esto plantea un problema ético para los investigadores. Por otro lado, hacerle seguimiento a la ingesta de sal a las personas es difícil, incluso en condiciones controladas, debido a lo extendido que está su uso en la comida.
Por tanto, los investigadores han estado realizando experimentos con ratones. Son muy similares a los humanos en términos de anatomía, fisiología y genética, y la forma en que ambas especies responden al estrés se rige por factores que pueden incluir la dieta. Los ratones tampoco suelen comer mucha sal, lo que facilita estudiar su impacto sobre ellos.
Para investigar el vínculo entre la ingesta de sal y el estrés, los científicos alimentaron a ratones machos, algunos durante dos semanas, otros hasta ocho semanas, con una dieta rica en sal, que contenía una proporción similar a la ingesta típica de los humanos. Cuando los investigadores analizaron las muestras de sangre de los ratones, encontraron que los niveles de cortisol, la hormona del estrés, eran siempre más elevados en los que seguían una dieta alta en sal en comparación con los ratones del grupo de control, que consumían bajos niveles, tanto en estado de reposo como después de ser inmovilizado en un tubo de plexiglás para inducir tensión. La respuesta al estrés se amplificó, explican los investigadores, “la condición de estrés se activó un poco más”.
En el estudio, los investigadores también tomaron muestras de tejido de algunos ratones después de sacrificarlos y encontraron una mayor actividad de los genes que producen las proteínas en el cerebro, responsables de la respuesta al estrés. Es interesante notar que estos efectos están presentes después de una exposición de dos semanas a una dieta alta en sal.
La forma en que los diferentes factores estresantes interactúan entre sí y se combinan es particularmente interesante, porque los humanos también suelen estar expuestos a múltiples factores estresantes. Entonces, es posible que algo similar pueda estar sucediendo en el organismo.
Durante los próximos años, los científicos planean establecer colaboraciones de investigación con neurólogos para observar y registrar cómo el aumento de la ingesta de sal y los niveles de estrés, podrían manifestarse con un comportamiento agresivo o similar a la ansiedad. Otros equipos de investigación están examinando si el consumo de sal afecta un fenómeno conocido como “miedo contextual”. Esto ocurre cuando un entorno inofensivo se asocia con estímulos que inducen al miedo. Se considera un síntoma característico de los trastornos relacionados con la ansiedad.
En el caso de los estudios realizados con ratones, estos se paralizan de miedo cuando se exponen al mismo contexto en el que ocurrió algo amenazante. En la investigación, que está por publicarse, se condicionaron ratones machos y hembras en una cámara que contenía un fondo estampado, un aroma a base de etanol y luz, además recibieron descargas eléctricas leves en un piso de rejillas de acero inoxidable. Cuatro semanas después de la exposición, descubrieron que una dieta rica en sal aumentaba la respuesta de miedo generalizado.
Aunque estos dos estudios mejoran la comprensión de los efectos de una dieta alta en sal en el cerebro, se debe tener precaución al extrapolar los resultados en los humanos. Hay diferencias en cómo los animales y los humanos absorben, usan y metabolizan la sal. La investigación del comportamiento aún está en pañales en lo que respecta al consumo excesivo de sal, pero están trabajando para mejorar y expandir sus experimentos con el objeto de comprender el comportamiento de los ratones durante períodos más largos de tiempo. Y aunque los hallazgos no se pueden relacionar directamente a los humanos, podría alertar a las personas para que sean un poco más conscientes de su consumo de sal, tanto en su vida diaria como en épocas de comilonas durante las fiestas de fin de año.
Actualmente, la mayoría de los consumidores prestan más atención al contenido de calorías y azúcar cuando se les sirve un banquete en una mesa, pero la cantidad de sal añadida pasa desapercibida en el consumo. Todo eso podría cambiar si se descubre el impacto que tiene el consumo excesivo de sal sobre el estado de ánimo y su repercusión en las emociones.
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