OPINIÓN · 8 SEPTIEMBRE, 2021 05:49

La creación del patriarcado

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Susana Reina | @feminismoinc

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Para entender la razón de ser del movimiento feminista y constatar que el patriarcado realmente existe como fenómeno social, recomiendo leer a la historiadora Gerda Lerner, quien condujo para la Universidad de Oxford un estudio de seis años sobre la historia de la institucionalización del dominio masculino sobre mujeres y su privación de acceso al poder. Sus hallazgos fueron publicados en la obra La creación del patriarcado en 1986.

Lerner (1920-2013) fue una austriaca-americana considerada pionera en la investigación sobre la historia de las mujeres y principal autoridad en este tema en Estados Unidos. Fue creadora del primer programa de doctorado sobre Historia de las Mujeres en la Universidad de Wisconsin-Madison y activista social por la defensa de los derechos antirracistas y de las mujeres.

Discriminación histórica basada en el sexo

La formación del patriarcado no se dio “de repente”, sino que fue un proceso que se desarrolló en el transcurso de casi 2.500 años, aproximadamente del 3100 al 600 A.C.  Gerda Lerner estudió desde la historia de Mesopotamiahasta el siglo XX, buscando no solo los orígenes de esta organización social que centra la autoridad en el varón, sino también las razones históricas por las cuales la subordinación femenina se ha mantenido a lo largo de todo este tiempo.

El resultado de tal investigación lo leemos en las 65 páginas de su obra. A manera de resumen muy apretado,  estas son las evidencias históricas que su estudio aporta para explicar el origen y evolución del modelo patriarcal que vivimos aun en nuestros días:

– La apropiación por parte de los hombres de la capacidad sexual y reproductiva de las mujeres ocurrió antes de la formación de la propiedad privada y de la sociedad de clases. Su uso como mercancía está, de hecho, en la base de la propiedad privada.

– Los hombres aprendieron a instaurar la dominación y la jerarquía sobre otros pueblos gracias a la práctica que ya tenían de dominar a las mujeres de su mismo grupo. Se formalizó con la institucionalización de la esclavitud, que comenzaría con la esclavización de las mujeres de los pueblos conquistados.

– La subordinación sexual de las mujeres quedó institucionalizada en los primeros códigos jurídicos y el poder totalitario del Estado la impuso. A través de varias vías se aseguró la cooperación de las mujeres en el sistema: la fuerza, la dependencia económica del cabeza de familia, los privilegios clasistas otorgados a las mujeres de clase alta que eran dependientes y se conformaban.

– Entre los hombres, la clase estaba basada en su relación con los medios de producción: quienes poseían los medios de producción podían dominar a quienes no los poseían. Para las mujeres, la clase estaba mediatizada por sus vínculos sexuales con un hombre, quien entonces les permitía acceder a los recursos materiales. La separación entre mujeres “respetables” (ligadas a un hombre) y “no respetables” (no ligadas a un hombre o totalmente libres) estaba institucionalizada en las leyes concernientes a cubrir con velo la figura femenina.

– Mucho después que las mujeres se encontraran sexual y económicamente subordinadas a los hombres, aún desempeñaban un papel activo y respetado al mediar entre los humanos y los dioses en su calidad de sacerdotisas, videntes, adivinadoras y curanderas. El poder metafísico femenino, en especial el poder de dar vida era venerado por hombres y mujeres en forma de poderosas diosas mucho después que las mujeres estuvieran subordinadas a los hombres en casi todos los aspectos de su vida terrenal.

–  El derrocamiento de esas diosas poderosas y su sustitución por un dios dominante ocurrió en la mayoría de las sociedades del cercano oriente, tras la consolidación de una monarquía fuerte e imperialista. Gradualmente, la función de controlar la fertilidad, hasta entonces en poder de las diosas, se simbolizó con el acto de unión, simbólica o real, del dios o el rey divino con la diosa o su sacerdotisa. Por último, se separó la sexualidad (erotismo) y la procreación con la aparición de una diosa distinta para cada función y la diosa madre se transformó en la esposa o consorte del principal dios masculino.

– El resurgimiento del monoteísmo hebreo supuso un ataque a los numerosos cultos a las distintas diosas de la fertilidad. En el relato del Libro del Génesis se atribuyen el poder de creación y el de procreación a un dios todopoderoso, cuyos epítetos de “Señor” y “Rey” lo identifican como un dios masculino y que asocia toda sexualidad femenina que no sea con fines reproductores al pecado y al mal. Su única manera de acceder a Dios y a la comunidad santa es a través de su papel de madres.

– La devaluación simbólica de las mujeres en relación con lo divino pasó a ser una de las metáforas de base de la civilización occidental. La filosofía aristotélica proporcionó la otra base al dar por hecho que las mujeres son seres humanos incompletos y defectuosos, de un orden totalmente distinto a los hombres, a lo cual se suman Russeau y otros intelectuales famosos.

Es con la creación de estas dos construcciones metafóricas  -que se encuentran en las raíces de los sistemas simbólicos de la civilización occidental- con lo que la subordinación de las mujeres se ve como “natural” y por tanto, se torna invisible. Esto es lo que finalmente consolidó con fuerza al patriarcado como una realidad y como una ideología. Hasta hoy.

La labor feminista

El género, dice Gerda Lerner, “es la definición cultural del comportamiento que se considera apropiado para los sexos en una sociedad y un momento dado. Es un sistema de papeles culturales, un disfraz, una máscara, una camisa de fuerza en la que hombres y mujeres bailan su desigual danza”. Y como toda construcción cultural puede y debe ser transformado, porque justamente el patriarcado se ha sostenido y fortalecido gracias al papel opresivo del género.

Lo que las mujeres deben hacer, sostiene Gerda, -lo que las feministas están y han estado haciendo desde hace apenas 300 años- es señalar con fuerza que la verdadera desigualdad que hay entre hombres y mujeres ha sido construida dentro de este marco histórico, que es fundamental develar para darnos como sociedad otras explicaciones que derrumben la creencia de que el hombre y solo el hombre es la medida de todo lo que es humano.

Precisamente en este momento las feministas tenemos que leer y aprender mucho de Gerda Lerner y de la historia de las mujeres para que las luchas de hoy no caigan en espejismos de progreso por parte de grupos que están buscando mantener intacto el viejo modelo. Necesario es tener perspectiva histórica para avanzar con buen rumbo y sin confusiones.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Lerner (1920-2013) fue una austriaca-americana considerada pionera en la investigación sobre la historia de las mujeres y principal autoridad en este tema en Estados Unidos. Fue creadora del primer programa de doctorado sobre Historia de las Mujeres en la Universidad de Wisconsin-Madison y activista social por la defensa de los derechos antirracistas y de las mujeres.

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La formación del patriarcado no se dio “de repente”, sino que fue un proceso que se desarrolló en el transcurso de casi 2.500 años, aproximadamente del 3100 al 600 A.C.  Gerda Lerner estudió desde la historia de Mesopotamiahasta el siglo XX, buscando no solo los orígenes de esta organización social que centra la autoridad en el varón, sino también las razones históricas por las cuales la subordinación femenina se ha mantenido a lo largo de todo este tiempo.

El resultado de tal investigación lo leemos en las 65 páginas de su obra. A manera de resumen muy apretado,  estas son las evidencias históricas que su estudio aporta para explicar el origen y evolución del modelo patriarcal que vivimos aun en nuestros días:

– La apropiación por parte de los hombres de la capacidad sexual y reproductiva de las mujeres ocurrió antes de la formación de la propiedad privada y de la sociedad de clases. Su uso como mercancía está, de hecho, en la base de la propiedad privada.

– Los hombres aprendieron a instaurar la dominación y la jerarquía sobre otros pueblos gracias a la práctica que ya tenían de dominar a las mujeres de su mismo grupo. Se formalizó con la institucionalización de la esclavitud, que comenzaría con la esclavización de las mujeres de los pueblos conquistados.

– La subordinación sexual de las mujeres quedó institucionalizada en los primeros códigos jurídicos y el poder totalitario del Estado la impuso. A través de varias vías se aseguró la cooperación de las mujeres en el sistema: la fuerza, la dependencia económica del cabeza de familia, los privilegios clasistas otorgados a las mujeres de clase alta que eran dependientes y se conformaban.

– Entre los hombres, la clase estaba basada en su relación con los medios de producción: quienes poseían los medios de producción podían dominar a quienes no los poseían. Para las mujeres, la clase estaba mediatizada por sus vínculos sexuales con un hombre, quien entonces les permitía acceder a los recursos materiales. La separación entre mujeres “respetables” (ligadas a un hombre) y “no respetables” (no ligadas a un hombre o totalmente libres) estaba institucionalizada en las leyes concernientes a cubrir con velo la figura femenina.

– Mucho después que las mujeres se encontraran sexual y económicamente subordinadas a los hombres, aún desempeñaban un papel activo y respetado al mediar entre los humanos y los dioses en su calidad de sacerdotisas, videntes, adivinadoras y curanderas. El poder metafísico femenino, en especial el poder de dar vida era venerado por hombres y mujeres en forma de poderosas diosas mucho después que las mujeres estuvieran subordinadas a los hombres en casi todos los aspectos de su vida terrenal.

–  El derrocamiento de esas diosas poderosas y su sustitución por un dios dominante ocurrió en la mayoría de las sociedades del cercano oriente, tras la consolidación de una monarquía fuerte e imperialista. Gradualmente, la función de controlar la fertilidad, hasta entonces en poder de las diosas, se simbolizó con el acto de unión, simbólica o real, del dios o el rey divino con la diosa o su sacerdotisa. Por último, se separó la sexualidad (erotismo) y la procreación con la aparición de una diosa distinta para cada función y la diosa madre se transformó en la esposa o consorte del principal dios masculino.

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– La devaluación simbólica de las mujeres en relación con lo divino pasó a ser una de las metáforas de base de la civilización occidental. La filosofía aristotélica proporcionó la otra base al dar por hecho que las mujeres son seres humanos incompletos y defectuosos, de un orden totalmente distinto a los hombres, a lo cual se suman Russeau y otros intelectuales famosos.

Es con la creación de estas dos construcciones metafóricas  -que se encuentran en las raíces de los sistemas simbólicos de la civilización occidental- con lo que la subordinación de las mujeres se ve como “natural” y por tanto, se torna invisible. Esto es lo que finalmente consolidó con fuerza al patriarcado como una realidad y como una ideología. Hasta hoy.

La labor feminista

El género, dice Gerda Lerner, “es la definición cultural del comportamiento que se considera apropiado para los sexos en una sociedad y un momento dado. Es un sistema de papeles culturales, un disfraz, una máscara, una camisa de fuerza en la que hombres y mujeres bailan su desigual danza”. Y como toda construcción cultural puede y debe ser transformado, porque justamente el patriarcado se ha sostenido y fortalecido gracias al papel opresivo del género.

Lo que las mujeres deben hacer, sostiene Gerda, -lo que las feministas están y han estado haciendo desde hace apenas 300 años- es señalar con fuerza que la verdadera desigualdad que hay entre hombres y mujeres ha sido construida dentro de este marco histórico, que es fundamental develar para darnos como sociedad otras explicaciones que derrumben la creencia de que el hombre y solo el hombre es la medida de todo lo que es humano.

Precisamente en este momento las feministas tenemos que leer y aprender mucho de Gerda Lerner y de la historia de las mujeres para que las luchas de hoy no caigan en espejismos de progreso por parte de grupos que están buscando mantener intacto el viejo modelo. Necesario es tener perspectiva histórica para avanzar con buen rumbo y sin confusiones.

***

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