A propósito de lo ocurrido el pasado 21 de noviembre y analizando en profundidad los resultados en todo el territorio nacional, he querido volver a resaltar dos cosas que considero han tenido un alto impacto. La primera tiene que ver con la forma de seleccionar los candidatos y la segunda con la despolarización que está viviendo la sociedad venezolana en estos últimos meses. En ese sentido traigo a colación estos textos que escribí en esta misma columna este año.
“Un daño enorme que se le ha hecho a la política venezolana es el llamado `cuotismo´ en la definición de candidaturas partidistas. El cuotismo se parece más a las bolas criollas que al ajedrez, por ello sus resultados a lo largo de la historia han sido nefastos. Este fenómeno consiste en poner candidatos a las diferentes posiciones de elección popular que respondan más a las cuotas internas del liderazgo partidista, que a la conexión popular necesaria para alcanzar más victorias. Es una práctica macabra que se aferra más a preservar el poder individual que a impulsar procesos de democratización y fortalecimiento de la participación ciudadana. Cuotismo fue por ejemplo la candidatura de Luis Alfaro Ucero en 1998, que no tenía ninguna posibilidad de victoria electoral, pero, que -según los gobernadores adecos de la época- garantizaba seguir manteniendo el control del partido. Y pare usted de contar historias tristes de esta naturaleza con el agravante que aun hoy en día se siguen repitiendo, sino veamos lo que ocurre en Caracas, Miranda, Táchira, Lara, entre otros lugares del país, donde el espíritu de las bolas criollas puede más que la lógica del ajedrez. Y de esta manera, es difícil lograr el necesario desprendimiento para alcanzar la victoria final”. En esas cuatro entidades, los resultados nos han mostrado una vez más, que el cuotismo es un error.
“Luego de más de 20 años de polarización y de división interna, la sociedad venezolana hoy día se caracteriza por una visión absolutamente desideologizada y de desconexión con los polos políticos que la caracterizaron por tanto tiempo. Más bien, ha ganado terreno el pragmatismo soportado sobre la dura realidad económica que vive su población y que ha afectado grandemente su cotidianidad. En las comunidades populares especialmente, que fueron el blanco principal de los esquemas argumentativos e ideológicos de la polarización, se siente una clara aversión a mantener discursos divisorios o de clasificación del denominado `enemigo común´. Esta coyuntura muestra, como la gente, cansada de la rutina polarizadora, se refugia en la independencia política de partidos y líderes que mantienen argumentos similares a los de las dos últimas décadas que ya no representan, claramente, el sentir colectivo de la población y la estructura del imaginario popular. Esta nueva caracterización de la sociedad venezolana está asociada más abiertamente a un proceso de despolarización que aún no ha encontrado suficiente eco en el liderazgo del país, por ello precisamente, la desconexión actual y las enormes dificultades para reencausar a la nación hacia caminos electorales. Pero los pasos se están dando más desde la base que desde la dirigencia. Lo importante y rescatable de este proceso es visualizar y poner en agenda pública todos los daños que puede causar la polarización en un país con instituciones democráticas que, aunque imperfectas, permitían procesar las diferencias en medio de la pluralidad de opciones” También los resultados del domingo han sido claros. Esperemos que el liderazgo sepa hacer lectura correcta.
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Del mismo autor: Volver a la senda (el país lo demanda)