¿Qué debemos seguir haciendo? ¿Qué deberíamos dejar de hacer? ¿Qué deberíamos reinventar? Son las preguntas que motivaron a la Unesco para convocar a un grupo de expertos para realizar su nuevo informe mundial titulado Reimaginar juntos nuestros futuros: Un nuevo contrato social para la educación (2022).

A quienes trabajamos en educación nos rememoró al Informe Delors, un estudio de la «Comisión Internacional sobre la Educación del siglo XXI» (presidida por Jacques Delors), que se publicó en 1996 por encargo de la UNESCO, bajo el título: La educación encierra un tesoro. Quizás lo más difundido del mismo fue que la educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser.

Un cuarto de siglo después una nueva comisión de expertos nos encuentra sin haber hecho la tarea. El reciente documento comienza por hacer un balance: «Cuando se adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), la población mundial era de 2400 millones de personas, y solo el 45% de ellas había asistido a una escuela. Hoy, con una población global de 8000 millones, más del 95 % ha asistido a la escuela».

A pesar de los avances en la cobertura, la exclusión de las oportunidades educativas sigue siendo grave. Uno de cada cuatro adolescentes de países de renta baja sigue sin saber leer y escribir. Incluso en los países de renta media y alta una parte considerable de la población de 15 años escolarizada es incapaz de comprender lo que lee más allá de los niveles más básicos.


Repensando la educación

El documento alerta sobre la urgente necesidad de replantearnos por qué, cómo, qué, dónde y cuándo aprendemos dado que “la educación todavía no cumple la promesa de ayudarnos a forjar un futuro más pacífico, justo y sostenible”.

La creciente desigualdad social y económica, el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica, el uso de recursos que excede la capacidad del planeta, los retrocesos de la democracia y la automatización tecnológica perjudicial son los rasgos que caracterizan a nuestra coyuntura histórica.


¿En qué consisten las propuestas para renovar la educación?

Es preciso que la atención pedagógica se desplace, desde las lecciones impartidas por un docente y centradas en la realización individual, a otra modalidad que haga hincapié en la cooperación, la colaboración y la solidaridad; con planes de estudio que lo hagan posible enfatizando en los aspectos ecológicos, interculturales e interdisciplinarios del aprendizaje.

Reivindica el papel de las escuelas como instituciones necesarias, que no pueden ser sustituidas por las tecnologías, pero con el reto de replantearnos el concepto de escuela única, desde la arquitectura, los espacios y el uso del tiempo, hasta los calendarios y los grupos de estudio.


De la mala educación

El documento obliga a realizar una revisión y cambio a fondo del modelo de educación imperante. Invita a construir otros indicadores distintos, para evaluar la calidad de la educación, a las pruebas individuales tradicionales.

No podemos seguir “educando” promoviendo la injusticia social, económica y ecológica. Graduar estudiantes que no saben leer, contar y analizar; promover desempleados y adolescentes y jóvenes cada vez más víctimas de la depresión por no verle sentido a su vida.

O aceptamos el reto de la comisión internacional sobre la necesidad que forjar «un nuevo contrato social para la educación es una etapa decisiva en la tarea de volver a imaginar juntos nuestros futuros» o no tendremos futuro.

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