No termino de entender a muchos de los venezolanos. Yo, que me jacto de ser un producto 100% nacional, además de saber de teorías de personalidad y conducta de masas, no puedo digerir que los venezolanos hablemos mal de nuestra patria y de quienes bien la quieren, sean de la oposición o del oficialismo. Por ubicarnos en una acera política, somos capaces de menospreciar e incluso insultar a gente, que realmente quiere resolver problemas fácticos que nos diezman como población, ya sean de orden social, económico e incluso político.
El otro día, hablando con una respetable dama, cuyo nombre cambiaré por Margot, para preservar su identidad, colega, brillante profesional, comenzamos a debatir sobre el nuevo mapa sociopolítico de Venezuela:
—Margot, estoy preocupado por el resurgimiento de los NiNis.
—¿Qué NiNis ni que NiNis?, ¡aquí lo que hay es una dictadura chico! ¿De donde sacas esa pendejada?
—Margot, Luis Vicente León, en la última encuesta de Datanálisis, asegura que el 60% de la población no se identifica con el chavismo ni con la oposición. Y además asegura, que el 45% de la gente dice estar mejor económicamente, durante 2020 y lo que va de 2021.
—¡Coño, Oscar! Me estás hablando del papá de los encuestadores chavistas; Luis Vicente León, ese es un tránsfuga pagado por el gobierno.
—Margot, Luis Vicente León, quien es un queridísimo amigo, dice los resultados de sus investigaciones abiertamente desde que Chávez está en el poder. Y está atrapado entre 2 mundos. Los chavistas le dicen opositor y los opositores le dicen chavista. Para mí, él es el más serio y riguroso de los encuestadores venezolanos. Yo he sido testigo, Margot, que comer en un sitio público con Luis Vicente, es un «parto seco». Pasan sucesivamente, señoras y señores, diciéndole “chavista del carajo” y también, “desgraciado vende- patria pitiyanki”. Y ese hombre aguantando palo y palo, sin necesidad.
—Ay, Oscar, no seas gafo ese tipo es pagado por el chavismo desde hace años, lo que pasa es que tú eres muy “ingenuote” (en ese momento me provocó darle un sopapo, pero me precio de ser caballero y civilizado, lamentablemente)
—Margot, lo mismo le dicen a mi pana John Magdaleno, quien ha analizado más de 50 transiciones políticas a lo largo de la historia contemporánea, y el hombre, politólogo de excepción, con no sé cuántos posgrados y doctorados encima, afirma que las transiciones suelen ser largas y muy lentas, y la mayoría de las veces, pasan por procesos de diálogo entre las fuerzas políticas en pugna. A John, lo han tildado de chavista, por afirmar que un golpe de Estado o una invasión a Venezuela no es la respuesta ni la vía más adecuada para resolver la crisis política que vivimos, sino el diálogo y la negociación.
—Ah, o sea, ahora tú me vas a decir que estás de acuerdo con la convocatoria del malandro de Jorge Rodríguez, a una mesa de diálogo. Una vez más, para perder el tiempo, entre las diferentes, «ni que fuerzas políticas y diferentes actores de la sociedad» (esto, dicho en tono socarrón).
—Sí, amiga, sin duda, todo esfuerzo de llegar a acuerdos mediante la palabra, sin violencia, siempre será bien visto por mí.
—Ay vale, ahora sí nos fregamos. Oscar, ¿cuántas veces esta dictadura ha llamado a diálogo y negociaciones sin llegar a nada? ¿No ha sido eso una burla descarada a la oposición y al pueblo venezolano?
—Margot, ¿cuántos años de diálogo y negociaciones duró la transición a la democracia en Brasil, en Chile, la extinción de la ETA en España, las FARC en Colombia? En la mayoría de estos casos, más de 10 años de esfuerzos por llegar a acuerdos entre las partes (en ese momento, me interrumpió de súbito).
—¡Un “pepazo” por esa cabeza como le dieron a Allende! ¡Una invasión y ganchos, como le pasó a Noriega! Ese es el nivel en el que estamos, amigo.
—Margot, las balas, las bombas y la violencia, no tienen nombre ni huelen políticos. Suelen matar carne de cañón, pueblo. Si no miremos las barbaries de los gringos en Medio Oriente, a ti misma te parece deleznable. Lo hemos hablado antes.
—¡Claro! Es que los gringos se pasan, arrasan con todo. Yo te estoy hablando de algo más dirigido. Esas cosas más modernas, «un misil dirigido», «un dron con nombre y apellido», de esos que identifican a las personas.
—Margot, la salida no es violenta. ¿Qué pasaría, si sacan al presidente Maduro con un golpe de Estado o un magnicidio? Tú crees que el 30% de la base poblacional que sigue respaldando al chavismo, madurista o no, se va a quedar tranquila en su casa. ¿No sería un déjà vu de lo que vivimos con el “carmonazo”? ¡La salida es electoral! Están dadas las condiciones, pero la oposición, nos auto-extinguimos, Margot. Somos un desastre de oposición, fracturada, electorera, inconsistente, sin proyecto político, esquizofrénica. No digo que el gobierno sea mejor. Pero la oposición, si existe, es un desastre.
—¡Esto es lo que me faltaba escuchar! Ahora también me vas a decir que estás de acuerdo con Capriles, que quiere ir a elecciones, y con los malandros de Fedecámaras, que está haciendo acercamientos al gobierno, “y que” para ayudar con las vacunas anti-COVID y colaborar con la activación económica del país. ¡Dándole de comer a la dictadura!
—Pues sí, estoy de acuerdo con ir a elecciones con una oposición consistente y organizada como propone Capriles. Además, la reunión entre Fedecámaras y la AN, —encabezada por mis hermanos, Ricardo Cussano y Carlos Fernández, que han llevado más golpe mediático que “pocillo de loco”—, me parece que está haciendo historia patria al asumir como representantes gremiales empresariales, responsabilidades sobre la salud de la ciudadanía. El sector privado debe velar por el bienestar de la población, no sólo el gobierno. Esta es una Fedecámaras que piensa a futuro, no es un partido político, como la Fedecámaras del pasado. Es un gremio socialmente sensible, que se une al gobierno, o a quién sea, para beneficiar a los desfavorecidos, amiga.
—Oscar, de verdad estoy preocupada, me estás oliendo a chavista.
Apreciados lectores, acá me quedo, en la interrupción de una conversa, que pudo haber terminado en insultos y que decidimos abortar, Margot y yo, para hablar de otras cosas. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. No puedo dejar de honrar con este artículo a mis amigos, especialmente a mi gente de Fedecámaras, ¡Salud Ricardo!, ¡Salud Carlos!
P.D. Menos mal que no surgió el nombre de mi querido Alberto Vollmer, hubiera significado una pelea extra, y muy larga.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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El otro día, hablando con una respetable dama, cuyo nombre cambiaré por Margot, para preservar su identidad, colega, brillante profesional, comenzamos a debatir sobre el nuevo mapa sociopolítico de Venezuela:
—Margot, estoy preocupado por el resurgimiento de los NiNis.
—¿Qué NiNis ni que NiNis?, ¡aquí lo que hay es una dictadura chico! ¿De donde sacas esa pendejada?
—Margot, Luis Vicente León, en la última encuesta de Datanálisis, asegura que el 60% de la población no se identifica con el chavismo ni con la oposición. Y además asegura, que el 45% de la gente dice estar mejor económicamente, durante 2020 y lo que va de 2021.
—¡Coño, Oscar! Me estás hablando del papá de los encuestadores chavistas; Luis Vicente León, ese es un tránsfuga pagado por el gobierno.
—Margot, Luis Vicente León, quien es un queridísimo amigo, dice los resultados de sus investigaciones abiertamente desde que Chávez está en el poder. Y está atrapado entre 2 mundos. Los chavistas le dicen opositor y los opositores le dicen chavista. Para mí, él es el más serio y riguroso de los encuestadores venezolanos. Yo he sido testigo, Margot, que comer en un sitio público con Luis Vicente, es un «parto seco». Pasan sucesivamente, señoras y señores, diciéndole “chavista del carajo” y también, “desgraciado vende- patria pitiyanki”. Y ese hombre aguantando palo y palo, sin necesidad.
—Ay, Oscar, no seas gafo ese tipo es pagado por el chavismo desde hace años, lo que pasa es que tú eres muy “ingenuote” (en ese momento me provocó darle un sopapo, pero me precio de ser caballero y civilizado, lamentablemente)
—Margot, lo mismo le dicen a mi pana John Magdaleno, quien ha analizado más de 50 transiciones políticas a lo largo de la historia contemporánea, y el hombre, politólogo de excepción, con no sé cuántos posgrados y doctorados encima, afirma que las transiciones suelen ser largas y muy lentas, y la mayoría de las veces, pasan por procesos de diálogo entre las fuerzas políticas en pugna. A John, lo han tildado de chavista, por afirmar que un golpe de Estado o una invasión a Venezuela no es la respuesta ni la vía más adecuada para resolver la crisis política que vivimos, sino el diálogo y la negociación.
—Ah, o sea, ahora tú me vas a decir que estás de acuerdo con la convocatoria del malandro de Jorge Rodríguez, a una mesa de diálogo. Una vez más, para perder el tiempo, entre las diferentes, «ni que fuerzas políticas y diferentes actores de la sociedad» (esto, dicho en tono socarrón).
—Sí, amiga, sin duda, todo esfuerzo de llegar a acuerdos mediante la palabra, sin violencia, siempre será bien visto por mí.
—Ay vale, ahora sí nos fregamos. Oscar, ¿cuántas veces esta dictadura ha llamado a diálogo y negociaciones sin llegar a nada? ¿No ha sido eso una burla descarada a la oposición y al pueblo venezolano?
—Margot, ¿cuántos años de diálogo y negociaciones duró la transición a la democracia en Brasil, en Chile, la extinción de la ETA en España, las FARC en Colombia? En la mayoría de estos casos, más de 10 años de esfuerzos por llegar a acuerdos entre las partes (en ese momento, me interrumpió de súbito).
—¡Un “pepazo” por esa cabeza como le dieron a Allende! ¡Una invasión y ganchos, como le pasó a Noriega! Ese es el nivel en el que estamos, amigo.
—Margot, las balas, las bombas y la violencia, no tienen nombre ni huelen políticos. Suelen matar carne de cañón, pueblo. Si no miremos las barbaries de los gringos en Medio Oriente, a ti misma te parece deleznable. Lo hemos hablado antes.
—¡Claro! Es que los gringos se pasan, arrasan con todo. Yo te estoy hablando de algo más dirigido. Esas cosas más modernas, «un misil dirigido», «un dron con nombre y apellido», de esos que identifican a las personas.
—Margot, la salida no es violenta. ¿Qué pasaría, si sacan al presidente Maduro con un golpe de Estado o un magnicidio? Tú crees que el 30% de la base poblacional que sigue respaldando al chavismo, madurista o no, se va a quedar tranquila en su casa. ¿No sería un déjà vu de lo que vivimos con el “carmonazo”? ¡La salida es electoral! Están dadas las condiciones, pero la oposición, nos auto-extinguimos, Margot. Somos un desastre de oposición, fracturada, electorera, inconsistente, sin proyecto político, esquizofrénica. No digo que el gobierno sea mejor. Pero la oposición, si existe, es un desastre.
—¡Esto es lo que me faltaba escuchar! Ahora también me vas a decir que estás de acuerdo con Capriles, que quiere ir a elecciones, y con los malandros de Fedecámaras, que está haciendo acercamientos al gobierno, “y que” para ayudar con las vacunas anti-COVID y colaborar con la activación económica del país. ¡Dándole de comer a la dictadura!
—Pues sí, estoy de acuerdo con ir a elecciones con una oposición consistente y organizada como propone Capriles. Además, la reunión entre Fedecámaras y la AN, —encabezada por mis hermanos, Ricardo Cussano y Carlos Fernández, que han llevado más golpe mediático que “pocillo de loco”—, me parece que está haciendo historia patria al asumir como representantes gremiales empresariales, responsabilidades sobre la salud de la ciudadanía. El sector privado debe velar por el bienestar de la población, no sólo el gobierno. Esta es una Fedecámaras que piensa a futuro, no es un partido político, como la Fedecámaras del pasado. Es un gremio socialmente sensible, que se une al gobierno, o a quién sea, para beneficiar a los desfavorecidos, amiga.
—Oscar, de verdad estoy preocupada, me estás oliendo a chavista.
Apreciados lectores, acá me quedo, en la interrupción de una conversa, que pudo haber terminado en insultos y que decidimos abortar, Margot y yo, para hablar de otras cosas. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. No puedo dejar de honrar con este artículo a mis amigos, especialmente a mi gente de Fedecámaras, ¡Salud Ricardo!, ¡Salud Carlos!
P.D. Menos mal que no surgió el nombre de mi querido Alberto Vollmer, hubiera significado una pelea extra, y muy larga.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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