Los hijos de los millennials son los niños con el plus en las habilidades digitales. “Sea usted de la generación X, millennial o afortunado zeta. Da igual. Nunca será nada por mucho tiempo. Viejo, siempre a punto de caducar como un yogur. Ese y no otro es el espíritu de nuestra época” Karelia Vásquez, especialista en estrategia digital.
Los centennials se burlan de los millennials en TikTok considerándolos fósiles. Una hipersegmentación etaria que cada vez responde más a requerimientos del mercado. Todo es acelerado, instantáneo, sin pausa.
“Todo es rápido y volátil, nada parece destinado a durar mucho tiempo: ni la moda, ni las noticias, ni siquiera los resultados empresariales. Hay otro tempo. El resultado es un ser humano alterado, en constante tensión, que se aburre cuando no pasan cosas” dice Oriol Bartomeus, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Daniel Halpern, director del Tren Digital advierte «A todos nos gusta ser reconocidos; el problema está cuando las personas se valoran a sí mismas en función de la aceptación social que alcanzan”. Hecho que tiene un impacto poderoso en niños y especialmente adolescentes. Verse bien (o aparentarlo), mostrarse de la forma que genera mayor respuesta, seguir, expresar ideas en busca de eco, hablar de los temas que le interesan a la comunidad de seguidores, subir las imágenes que puedan generar el mayor interés.
No son aprendizajes propios de los Y, Z o Alfas; las redes sociales impulsan una cultura de darlo todo por un like. Descifrar el algoritmo para que te permita ser más popular, tener más seguidores, conocer los horarios en que tengo mejores resultados, qué tengo que decir, qué quieren ver hasta convertirse en “esclavos del algoritmo”.
Niños que crecen bajo los efectos del llamado Fear Missing Out (FOMO), el temor de quedarse fuera, desconectado de la información o diversión que sus pares están teniendo al no estar conectados. Una adicción que afecta la salud mental y se traduce en ansiedad, estrés y otras alteraciones emocionales.
Así define la psicóloga Begoña Albalat, investigadora de la Universidad de Valencia, a la comunidad que engloba a las llamadas Generaciones Y y Z (nacidos entre 1981 y 2010 aproximadamente). La frustración generada por la crisis económica, desempleo, la falta de oportunidades de estudios, la pandemia, coronofobia, las redes sociales, crisis climática, guerra, convergen y por eso “hay cada vez más uso de antidepresivos, más asistencia a terapia psicológica y más expresión autoinformada de ansiedad y tristeza en estas generaciones”. Añade Albalat que también es una generación más familiarizada con la salud mental, hablar de la misma y reconocer sus síntomas como nunca antes.
Ante el panorama presente las familias y centros educativos debemos tomar conciencia de nuestro rol en la protección y promoción de la salud de nuestros niños y adolescentes. Acompañarlos y supervisar los contenidos que están consumiendo y, sobre todo, promover una comunicación cercana para ver cómo están procesando, problematizar a través de preguntas para desarrollar un pensamiento crítico, que puedan cuestionar, saber que no todo lo que se publica es cierto y que hay una lógica comercial en las redes, plataformas, influencers, youtubers, tiktokers. Que tu autoestima y autoimagen no pueden estar a merced de lo que otros digan o publiquen.
Promover la lectura comprensiva, los cuentos con dilemas, actividades culturales, artísticas, deportivas, la conversación para conocer qué piensan y harían en determinada situación, promoción de debates temáticos, cine foros con películas, la práctica de ajedrez, encuentros y experiencias de contacto físico que permitan promover el intercambio con ese mundo presencial que en momentos los ahuyenta e invita a refugiarse en las redes y aislarse.
Protegerlos de las violencias presentes en el mundo digital debe constituir otra prioridad porque sus efectos y consecuencias son muy reales. Cuidarlos y protegerlos como hacemos en el mundo real que es peligroso y lleno de amenazas. No podemos dejarlos a la deriva en el universo digital.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Tareas pendientes para proteger a los niños
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Los centennials se burlan de los millennials en TikTok considerándolos fósiles. Una hipersegmentación etaria que cada vez responde más a requerimientos del mercado. Todo es acelerado, instantáneo, sin pausa.
“Todo es rápido y volátil, nada parece destinado a durar mucho tiempo: ni la moda, ni las noticias, ni siquiera los resultados empresariales. Hay otro tempo. El resultado es un ser humano alterado, en constante tensión, que se aburre cuando no pasan cosas” dice Oriol Bartomeus, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Daniel Halpern, director del Tren Digital advierte «A todos nos gusta ser reconocidos; el problema está cuando las personas se valoran a sí mismas en función de la aceptación social que alcanzan”. Hecho que tiene un impacto poderoso en niños y especialmente adolescentes. Verse bien (o aparentarlo), mostrarse de la forma que genera mayor respuesta, seguir, expresar ideas en busca de eco, hablar de los temas que le interesan a la comunidad de seguidores, subir las imágenes que puedan generar el mayor interés.
No son aprendizajes propios de los Y, Z o Alfas; las redes sociales impulsan una cultura de darlo todo por un like. Descifrar el algoritmo para que te permita ser más popular, tener más seguidores, conocer los horarios en que tengo mejores resultados, qué tengo que decir, qué quieren ver hasta convertirse en “esclavos del algoritmo”.
Niños que crecen bajo los efectos del llamado Fear Missing Out (FOMO), el temor de quedarse fuera, desconectado de la información o diversión que sus pares están teniendo al no estar conectados. Una adicción que afecta la salud mental y se traduce en ansiedad, estrés y otras alteraciones emocionales.
Así define la psicóloga Begoña Albalat, investigadora de la Universidad de Valencia, a la comunidad que engloba a las llamadas Generaciones Y y Z (nacidos entre 1981 y 2010 aproximadamente). La frustración generada por la crisis económica, desempleo, la falta de oportunidades de estudios, la pandemia, coronofobia, las redes sociales, crisis climática, guerra, convergen y por eso “hay cada vez más uso de antidepresivos, más asistencia a terapia psicológica y más expresión autoinformada de ansiedad y tristeza en estas generaciones”. Añade Albalat que también es una generación más familiarizada con la salud mental, hablar de la misma y reconocer sus síntomas como nunca antes.
Ante el panorama presente las familias y centros educativos debemos tomar conciencia de nuestro rol en la protección y promoción de la salud de nuestros niños y adolescentes. Acompañarlos y supervisar los contenidos que están consumiendo y, sobre todo, promover una comunicación cercana para ver cómo están procesando, problematizar a través de preguntas para desarrollar un pensamiento crítico, que puedan cuestionar, saber que no todo lo que se publica es cierto y que hay una lógica comercial en las redes, plataformas, influencers, youtubers, tiktokers. Que tu autoestima y autoimagen no pueden estar a merced de lo que otros digan o publiquen.
Promover la lectura comprensiva, los cuentos con dilemas, actividades culturales, artísticas, deportivas, la conversación para conocer qué piensan y harían en determinada situación, promoción de debates temáticos, cine foros con películas, la práctica de ajedrez, encuentros y experiencias de contacto físico que permitan promover el intercambio con ese mundo presencial que en momentos los ahuyenta e invita a refugiarse en las redes y aislarse.
Protegerlos de las violencias presentes en el mundo digital debe constituir otra prioridad porque sus efectos y consecuencias son muy reales. Cuidarlos y protegerlos como hacemos en el mundo real que es peligroso y lleno de amenazas. No podemos dejarlos a la deriva en el universo digital.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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