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Mabel Sarmiento | @mabelsarmiento
Foto por Mairet Chourio«Estoy emocionado. Apurado para dejar todo listo en el trabajo. A las 4:00 p. m. debemos estar en Sabas Nieves, en Altamira. Esto de ser uno de los palmeros es una cuestión que se lleva en el corazón», contaba Henry Melean, de 36 años de edad, mientras se preparaba para su ascenso la tarde de este 6 de abril.
A los 8 años comenzó a ser parte de la tradición de los palmeros de Chacao, una antigua cofradía que tiene más de dos siglos y que revive cada año aquel pasaje bíblico de la entrada de Jesús a la ciudad de Jerusalén.
En Venezuela tuvo lugar en la víspera de la Semana Santa de 1776, cuando una fuerte peste cubrió la capital, que acabó con la vida de numerosos pobladores de Chacao.
En ese entonces, el sacerdote de la iglesia de San José, José Antonio Mohedano, rezaba constantemente con una profunda devoción para que la enfermedad se marchara de su parroquia.
En una de las misas el padre rogó a sus devotos que enviaran a sus obreros a subir al pulmón vegetal caraqueño y trajeran las palmas justamente para el Domingo de Ramos. Con fervor escalaron la montaña, entre rezos y oraciones para que la implacable peste los dejara en paz.
Posteriormente, pasaron tres días para que distribuyeran las palmas en los hogares de los enfermos. Finalmente, llegó el Domingo de Ramos y la población sanó milagrosamente.
De esta manera, la tradición de trasladar las hojas del cerro se difundió de generación en generación.
«A los 8 años de edad empecé, heredando lo que iniciaron mis abuelos, padres y tíos. Somos de la zona de El Pedregal. Esto más que ser un evento que reúne a la comunidad, es un acto que involucra a todos los de Chacao, hacer la poda es parte de la vida de uno», contó Guillermo Blanco, de 55 años de edad.
Los Palmeros de Chacao tenían como rutina subir el día viernes anterior al Domingo de Ramos y bajar el día sábado siguiente con las hojas, que son bendecidas durante la misa dominical.
Con el paso de los años la jornada ha cambiado y se hace por etapas. Este año comenzaron la caminata el martes 5 de abril en la noche. El ascenso es por el sector Cueva de los Palmeros; para la pernocta van preparados con sus mochilas, agua, comida e instrumentos para hacer la poda programada.
La mata no se corta, solo se extrae una hoja central de las cuatro que vienen saliendo, se agarra la más grande y se deja el resto para que sigue creciendo.
El grupo que sube es variopinto; incluye niños desde los 4 años hasta los palmeros mayores de más de 80 años. Ellos combaten incendios forestales, tienen un vivero en La Castellana para el cultivo de la planta y también van a los colegios a enseñar sobre el valor de la naturaleza y siembra de la palma real.
En los últimos dos años por la pandemia del COVID-19 ha sido reducido el equipo de voluntarios que recibe el permiso de subir a El Ávila.
Hace un año, solo cerca de 20 palmeros buscaron las palmas en el Parque Nacional El Ávila y las bajaron sin procesión. El Instituto Nacional de Parques (Inparques) aprobó que los montañistas, con pruebas de PCR negativas para COVID-19, subieran a buscar las ramas. Por eso, en eso el entusiasmo de esta temporada.
De hecho, de acuerdo a la información publicada en la cuenta de de Twitter de la Alcaldía de Chacao, este año es la primera vez que suben como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, reconocido así por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) el 12 de diciembre de 2019.
«Somos del sector Pajaritos. Tengo dos hijos palmeros, es bonito, esta acción la inculca la Semana Santa, e invita a la oración y al amor al parque. Los voluntarios, cuando bajan, se traen toda la basura, es también un amor por el parque y su preservación», dijo Richard Zerpa, padre de dos palmeros, uno de ellos de 14 años.
«Es una emoción retomar de nuevo la tradición, tras dos años que no pudimos hacerla por la pandemia. Mi hijo mayor emigró y por eso no sigue, pero me satisface mucho que su hermano siga».
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«Estoy emocionado. Apurado para dejar todo listo en el trabajo. A las 4:00 p. m. debemos estar en Sabas Nieves, en Altamira. Esto de ser uno de los palmeros es una cuestión que se lleva en el corazón», contaba Henry Melean, de 36 años de edad, mientras se preparaba para su ascenso la tarde de este 6 de abril.
A los 8 años comenzó a ser parte de la tradición de los palmeros de Chacao, una antigua cofradía que tiene más de dos siglos y que revive cada año aquel pasaje bíblico de la entrada de Jesús a la ciudad de Jerusalén.
En Venezuela tuvo lugar en la víspera de la Semana Santa de 1776, cuando una fuerte peste cubrió la capital, que acabó con la vida de numerosos pobladores de Chacao.
En ese entonces, el sacerdote de la iglesia de San José, José Antonio Mohedano, rezaba constantemente con una profunda devoción para que la enfermedad se marchara de su parroquia.
En una de las misas el padre rogó a sus devotos que enviaran a sus obreros a subir al pulmón vegetal caraqueño y trajeran las palmas justamente para el Domingo de Ramos. Con fervor escalaron la montaña, entre rezos y oraciones para que la implacable peste los dejara en paz.
Posteriormente, pasaron tres días para que distribuyeran las palmas en los hogares de los enfermos. Finalmente, llegó el Domingo de Ramos y la población sanó milagrosamente.
De esta manera, la tradición de trasladar las hojas del cerro se difundió de generación en generación.
«A los 8 años de edad empecé, heredando lo que iniciaron mis abuelos, padres y tíos. Somos de la zona de El Pedregal. Esto más que ser un evento que reúne a la comunidad, es un acto que involucra a todos los de Chacao, hacer la poda es parte de la vida de uno», contó Guillermo Blanco, de 55 años de edad.
Los Palmeros de Chacao tenían como rutina subir el día viernes anterior al Domingo de Ramos y bajar el día sábado siguiente con las hojas, que son bendecidas durante la misa dominical.
Con el paso de los años la jornada ha cambiado y se hace por etapas. Este año comenzaron la caminata el martes 5 de abril en la noche. El ascenso es por el sector Cueva de los Palmeros; para la pernocta van preparados con sus mochilas, agua, comida e instrumentos para hacer la poda programada.
La mata no se corta, solo se extrae una hoja central de las cuatro que vienen saliendo, se agarra la más grande y se deja el resto para que sigue creciendo.
El grupo que sube es variopinto; incluye niños desde los 4 años hasta los palmeros mayores de más de 80 años. Ellos combaten incendios forestales, tienen un vivero en La Castellana para el cultivo de la planta y también van a los colegios a enseñar sobre el valor de la naturaleza y siembra de la palma real.
En los últimos dos años por la pandemia del COVID-19 ha sido reducido el equipo de voluntarios que recibe el permiso de subir a El Ávila.
Hace un año, solo cerca de 20 palmeros buscaron las palmas en el Parque Nacional El Ávila y las bajaron sin procesión. El Instituto Nacional de Parques (Inparques) aprobó que los montañistas, con pruebas de PCR negativas para COVID-19, subieran a buscar las ramas. Por eso, en eso el entusiasmo de esta temporada.
De hecho, de acuerdo a la información publicada en la cuenta de de Twitter de la Alcaldía de Chacao, este año es la primera vez que suben como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, reconocido así por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) el 12 de diciembre de 2019.
«Somos del sector Pajaritos. Tengo dos hijos palmeros, es bonito, esta acción la inculca la Semana Santa, e invita a la oración y al amor al parque. Los voluntarios, cuando bajan, se traen toda la basura, es también un amor por el parque y su preservación», dijo Richard Zerpa, padre de dos palmeros, uno de ellos de 14 años.
«Es una emoción retomar de nuevo la tradición, tras dos años que no pudimos hacerla por la pandemia. Mi hijo mayor emigró y por eso no sigue, pero me satisface mucho que su hermano siga».