El 27 de enero de 2020 el fiscal general designado por la Asamblea Nacional Constituyente, Tarek William Saab, informó que durante su gestión había recibido 8.966 casos de abuso sexual a niños, niñas y adolescentes.
Precisó que, desde agosto de 2017, se habían solicitado 837 órdenes de aprehensión, fueron acusadas 3.289 personas y 1.340 recibieron sentencias condenatorias.
El abogado Julio Romero, director de la Fundación Habla, advierte que, “esas son solo las denuncias del Ministerio Público. No sabemos cuántas denuncias se hacen en las Policías… el universo de las personas que denuncian no representa la totalidad de casos”.
Señala que se complican las denuncias porque “entra el tema del pudor y el hecho de que 90 % de los agresores se encuentra dentro del grupo familiar, de amigos”.
Prácticas antiguas y derechos progresivos
Aunque hay quienes justifican que niñas y adolescentes tengan una iniciación sexual temprana, incluso con adultos, bajo el argumento de costumbres religiosas y prácticas de algunas culturas, el educador Fernando Pereira, fundador de Cecodap, recalca que la mayoría “responden a momentos históricos donde la expectativa de vida era mucho menor”.
Eran tiempos, dice, “en los que las mujeres no estudiaban, no tenían vida pública, no votaban ni tenían otro proyecto de vida que el de ser madre”.
Enfatiza que “querer trasladar esa realidad a los tiempos actuales es un error, porque estamos en un mundo distinto”, y cada vez más organismos internacionales, como las Naciones Unidas, han venido cuestionando esas prácticas y pidiendo a los Estados que tomen medidas como prohibir el matrimonio infantil.
“Si es por respetar prácticas ancestrales, entonces ¿deberíamos aceptar la esclavitud? Son justificaciones sin asidero científico y si las aceptamos construimos una sociedad que va en contra de los derechos adquiridos y progresivos. Y los niños, niñas y adolescentes son sujetos de derecho”, agrega el director de la Fundación Habla.
Daniella Inojosa, integrante del colectivo Tinta Violeta, añade que el tiempo ha pasado y “se abrieron las oportunidades, se sumaron derechos a las mujeres”, y recuerda que, hasta hace algunos años, la ley permitía que las adolescentes de 14 años de edad pudieran contraer matrimonio en Venezuela, mientras que la edad mínima para los adolescentes era 16 años.
Sin embargo, en 2014, la sentencia N° 1353 de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia anuló parcialmente el artículo 46 del Código Civil (que establecía las distintas edades) y estableció que esa diferenciación violaba el derecho a la igualdad y a la no discriminación.
En la actualidad, la edad mínima para los dos sexos es 16 años. Además, se requiere de la autorización de los padres y la vigilancia de un tribunal de protección para asegurarse de que no existen presiones.
Sobre este tema, añade Pereira, el Comité de Derechos del Niño recomendó al Estado venezolano (en las observaciones finales a su segundo examen periódico) que considerara la posibilidad de aumentar esa edad mínima para contraer matrimonio a los 18 años.
Abuso es abuso
Vestir a los niños como adultos, celebrar que hagan bailes eróticos y escuchen canciones no acordes a su edad; dejar a las niñas maquillarse, usar ropa ceñida, decir “mi hijo será un hombre que tendrá muchas novias”.
La hipersexualización consiste en enfatizar los atributos sexuales de una persona por encima de cualquier otra cualidad definitoria.
Romero, de la Fundación Habla, considera que este fenómeno hace a niños, niñas y adolescentes “mucho más propensos a ser víctima de abuso sexual”. Explica que se trata de acelerar el descubrimiento de la sexualidad, de saltarse etapas para las que no están preparados.
Inojosa, activista por los derechos de las mujeres, destaca que precisamente muchos agresores usan la hipersexualización de las niñas y adolescentes para excusar las agresiones. Argumentan que fueron provocados o que no se pudieron contener.
“No podemos seguir culpando a la víctima… Es cierto que hoy en día las niñas y adolescentes tienen mucho más acceso a Internet, que existe el ‘perreo’, etc… pero esto no puede justificar de ninguna forma el abuso”, dice.
Y añade que no debe haber diferenciaciones de la percepción del abuso sexual si se trata de una niña o una adolescente.
“Existe una progresión de los derechos a medida que vas creciendo. De los derechos y los deberes. Eso no puede justificar que abusar sexualmente esté bien en las adolescentes y mal en niñas. El abuso de una niña o una adolescente es abuso. Hay una desigualdad de poder en el medio”, plantea.