A Carlos Moreno lo recuerdan como un muchacho alegre y tremendo. Las anécdotas de quienes vivieron momentos con él se limitan a las vivencias de cualquier adolescente de 17 años: era echador de broma en el colegio, tenía piercings en la oreja y era muy pegado a su mamá. Su vida no tenía nada de extraordinario hasta que una bala le atravesó la cabeza en la manifestación opositora del pasado miércoles 19 de abril, en la plaza La Estrella de San Bernardino. «Si Carlos supiera que su nombre le iba a dar la vuelta a todo el mundo por lo que le pasó…», lamentó Myriam Altuve Solórzano, quien coordina el oratorio Don Bosco del colegio salesiano donde estudió Carlos.
Dos coronas de flores adornaban la capilla 2 del Cementerio del Este este viernes 21 de abril. Una tenía la dedicatoria de sus compañeros de clase del colegio San Francisco de Sales. «De tu promoción», decía. Un autobús pasó buscando a los muchachos en el centro educativo en La Candelaria, no para ir a una excursión ni a disputar algún partido, sino para ir a La Guairita. El salón donde velaron a Carlos estaba repleto de jóvenes que se fueron a despedir de él con sus morrales y chemises de la 42° Promoción, de color blanco y vinotinto. En sus manos, llevaban calas blancas para él.
Rosas cubrían la urna de Carlos. Una foto suya de bebé estaba pegada en una esquina del féretro. Dentro, yacía el cuerpo del adolescente con una camisa de cuello abotonado y una gorra vinotinto con la «V» de Venezuela.
«Él me hacía reír mucho. Y enfadar mucho también», dijo su madre, Ana Barón, entre risas y lágrimas. Parecía otra más de sus tremenduras que hubiese dicho que iba a jugar fútbol en Chuao con sus amigos el día de la marcha. Sus familiares aseguran que el adolescente no estaba marchando, sino que transitaba por el lugar cuando la bala lo impactó.
Cuando empezaron a rezar los Ave María en la capilla, se soltaron las anécdotas y las lágrimas de sus compañeros del oratorio, amigos, vecinos y familiares. Al final de cada cuento, la voz se quebraba. Inmediatamente, quienes hablaban apuraban otra vez los rezos del rosario para disimular.
«Era el típico chamo que si dejabas un bolso mal parado, te lo volteaba», contó uno y todos rieron. «Era una persona muy alegre que siempre quería hacernos reír», dijo una amiga del colegio. «Yo le decía que se quitara el zarcillo o que no iba a pasar. Era terco», recordó con una sonrisa una animadora del oratorio Don Bosco, un grupo de valores que frecuentaba todos los sábados desde que estaba en cuarto grado.
Los sollozos venían acompañados por los ojos hinchados, no solo por llorar la muerte de Carlos, sino por los disturbios registrados en La Candelaria la noche del pasado jueves 20 de abril. «Nosotros no pudimos dormir», aseguró Livia, una vecina de la zona. «Estuvieron lanzando bombas hasta la madrugada. Yo me acosté a las 3:00 am y me tuve que levantar a las 5:00 am para arreglar todo y venirme en el autobús para acá», añadió.
A medida que pasaban las horas, iban llegando otras personas. Estudiantes de Economía de la Universidad Central de Venezuela que no lo conocían, pero que compartían la carrera con Carlos se acercaron con flores; amigos de la mamá de antes de mudarse a La Candelaria; gente de la zona que lo conocía de toda la vida.
«Yo no sé si la persona que hizo esto sabe el daño que causó ni las consecuencias», dijo la coordinadora del oratorio antes de empezar el rosario. Es verdad. Nadie sabe el daño, pero todos asintieron cuando una vecina aseguró que las muertes tienen que parar. Aún con el dolor a cuestas, Altuve pidió a los adolescentes que no albergaran odio ni resentimiento por lo que le pasó a su amigo.
A Carlos Moreno lo enterraron un día antes de cumplir la mayoría de edad. Su madre sabe que lo hizo todo por el menor de sus tres hijos, por el consentido, por el que le encantaba jugar videojuegos y el fútbol. «Hijo, tú sí estás bello», recordó que le dijo hace poco. Hasta el último minuto, cuando lo atendieron en el Hospital de Clínicas Caracas, lo dio todo. De no ser por una bala que le hirió en la nuca, este sábado 22 de abril habría celebrado su hijo el cumpleaños número 18.
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A Carlos Moreno lo recuerdan como un muchacho alegre y tremendo. Las anécdotas de quienes vivieron momentos con él se limitan a las vivencias de cualquier adolescente de 17 años: era echador de broma en el colegio, tenía piercings en la oreja y era muy pegado a su mamá. Su vida no tenía nada de extraordinario hasta que una bala le atravesó la cabeza en la manifestación opositora del pasado miércoles 19 de abril, en la plaza La Estrella de San Bernardino. «Si Carlos supiera que su nombre le iba a dar la vuelta a todo el mundo por lo que le pasó…», lamentó Myriam Altuve Solórzano, quien coordina el oratorio Don Bosco del colegio salesiano donde estudió Carlos.
Dos coronas de flores adornaban la capilla 2 del Cementerio del Este este viernes 21 de abril. Una tenía la dedicatoria de sus compañeros de clase del colegio San Francisco de Sales. «De tu promoción», decía. Un autobús pasó buscando a los muchachos en el centro educativo en La Candelaria, no para ir a una excursión ni a disputar algún partido, sino para ir a La Guairita. El salón donde velaron a Carlos estaba repleto de jóvenes que se fueron a despedir de él con sus morrales y chemises de la 42° Promoción, de color blanco y vinotinto. En sus manos, llevaban calas blancas para él.
Rosas cubrían la urna de Carlos. Una foto suya de bebé estaba pegada en una esquina del féretro. Dentro, yacía el cuerpo del adolescente con una camisa de cuello abotonado y una gorra vinotinto con la «V» de Venezuela.
«Él me hacía reír mucho. Y enfadar mucho también», dijo su madre, Ana Barón, entre risas y lágrimas. Parecía otra más de sus tremenduras que hubiese dicho que iba a jugar fútbol en Chuao con sus amigos el día de la marcha. Sus familiares aseguran que el adolescente no estaba marchando, sino que transitaba por el lugar cuando la bala lo impactó.
Cuando empezaron a rezar los Ave María en la capilla, se soltaron las anécdotas y las lágrimas de sus compañeros del oratorio, amigos, vecinos y familiares. Al final de cada cuento, la voz se quebraba. Inmediatamente, quienes hablaban apuraban otra vez los rezos del rosario para disimular.
«Era el típico chamo que si dejabas un bolso mal parado, te lo volteaba», contó uno y todos rieron. «Era una persona muy alegre que siempre quería hacernos reír», dijo una amiga del colegio. «Yo le decía que se quitara el zarcillo o que no iba a pasar. Era terco», recordó con una sonrisa una animadora del oratorio Don Bosco, un grupo de valores que frecuentaba todos los sábados desde que estaba en cuarto grado.
Los sollozos venían acompañados por los ojos hinchados, no solo por llorar la muerte de Carlos, sino por los disturbios registrados en La Candelaria la noche del pasado jueves 20 de abril. «Nosotros no pudimos dormir», aseguró Livia, una vecina de la zona. «Estuvieron lanzando bombas hasta la madrugada. Yo me acosté a las 3:00 am y me tuve que levantar a las 5:00 am para arreglar todo y venirme en el autobús para acá», añadió.
A medida que pasaban las horas, iban llegando otras personas. Estudiantes de Economía de la Universidad Central de Venezuela que no lo conocían, pero que compartían la carrera con Carlos se acercaron con flores; amigos de la mamá de antes de mudarse a La Candelaria; gente de la zona que lo conocía de toda la vida.
«Yo no sé si la persona que hizo esto sabe el daño que causó ni las consecuencias», dijo la coordinadora del oratorio antes de empezar el rosario. Es verdad. Nadie sabe el daño, pero todos asintieron cuando una vecina aseguró que las muertes tienen que parar. Aún con el dolor a cuestas, Altuve pidió a los adolescentes que no albergaran odio ni resentimiento por lo que le pasó a su amigo.
A Carlos Moreno lo enterraron un día antes de cumplir la mayoría de edad. Su madre sabe que lo hizo todo por el menor de sus tres hijos, por el consentido, por el que le encantaba jugar videojuegos y el fútbol. «Hijo, tú sí estás bello», recordó que le dijo hace poco. Hasta el último minuto, cuando lo atendieron en el Hospital de Clínicas Caracas, lo dio todo. De no ser por una bala que le hirió en la nuca, este sábado 22 de abril habría celebrado su hijo el cumpleaños número 18.