El espíritu altruista, la ética y el compromiso son las características intrínsecas en los profesionales de la salud, recordados hoy por sus deudos.
Desde mediados de junio de 2020, el gremio de la salud en Venezuela está de luto por la pérdida física de mujeres y hombres debido al COVID-19. Las redes sociales de médicos, asociaciones relacionadas con el sector y también los medios de comunicación dan cuenta de ese duelo.
A las expresiones de dolor, se suman las de agradecimiento, respeto y afecto por cada profesional de la medicina como de la enfermería, además de camilleros, camareros y demás, que ha caído en la llamada primera línea.
El quiebre emocional no solo impacta a la familia que, en algunos casos, se ve rota por la inesperada partida, sino también al gremio, que aún expuesto por la falta de bioprotección y de inmunización, sigue cumpliendo con su vocación.
Los pacientes tampoco están ajenos a esas muertes, pues, ante el déficit de especialistas en algunos centros de salud, temen quedar en una suerte de orfandad.
Las ausencias siguen latentes, igual que la curva ascendente de nuevos fallecimientos en el personal sanitario del país.
Mientras, los alumnos de aquellos quienes los formaron y desarrollaron en la Academia, buscan honrar su memoria y seguir las líneas de investigación.
Desde Efecto Cocuyo, al cumplirse un año del reporte del primer trabajador de la salud fallecido por COVID-19, queremos hacer reconocimiento a la mística, ética y profesionalismo de aquellos que dedicaron su vida a sanar y salvar vidas.
Un pediatra, un gastroenterólogo, un inmunólogo, dos infectólogas y una enfermera forman parte de este homenaje.
Para todos sus familiares y amigos, nuestro más sentido abrazo
Anselmo Rosales (+6/8/2020) Aragua
Fue el primer médico que falleció por COVID-19 en el estado Aragua en 2020.
Su entrega desinteresada, su afán en la investigación y su apoyo hacia los pacientes con VIH es lo que recuerdan sus colegas.
Durante más de tres décadas prestó servicio en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS).
Allegados lo recuerdan como un maestro de generaciones, mientras extrañan su espíritu alegre y divertido.
“Reconocerlo después de muerte y no en vida es injusto. Pero también es una forma de honrar su memoria. Fue uno de los grandes luchadores con pacientes con el VIH en Venezuela. Fui pionero en el tratamiento para los pacientes. Ayudó a muchísima gente. Estaba muy comprometido con su trabajo. Trabajó hasta sus últimos días. Sin miedos, sin temores, sin prejuicios. Un tipo luchador. Lo extraño mucho, así como a cada uno de sus pacientes”, confiesa el doctor Mario Comegna.
Rosales se graduó en la Universidad de Carabobo (UC) en 1972 y seis años más tarde alcanzó su especialización como internista en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Luego, en 1986, se especializó en Inmunología Clínica. Fundó la Unidad de Inmunología Clínica del Hospital Dr. Domingo Luciani y se desempeñó como profesor de la UC y la UCV.
Miembro de la Sociedad Venezolana de Infectología (SVI) y miembro titular de la Sociedad Venezolana de Asma, Alergia e Inmunología (Svaai), que en la nota de duelo expresó: “Salvó muchas vidas. Maestro de maestros. Es lamentable que el COVID-19 nos lo arrebatara”.
Recibió reconocimientos en la región, entre ellos el Premio Latinoamericano al mejor trabajo científico en la décima edición del Congreso Latinoamericano de Enfermedades de Transmisión Sexual.
“Excelente persona. Gran colaborador. Una persona muy especial para mí y para todo el equipo del Comité de Resistencia. Es una gran pérdida. Nos hacía reír mucho. Transmitía alegría. Era muy especial con sus pacientes y muy estudioso. Se preparaba mucho para tratar a sus pacientes y creo eso fue un gran legado que le queda al grupo de colegas. Lo extraño muchísimo. Es una gran pérdida”, lamenta su amiga, la doctora Yajaira Roldán.
Mayber Barradas (+23/8/2020) Bolívar
Nobleza. Esa es la palabra que define la vida de esta trabajadora de la salud que estudió bioanálisis en la Universidad de Oriente y Enfermería, en el programa a distancia, en la UCV. Su temple, su bondad y su entrega es el baluarte que hoy día atesora su familia, amigos y colegas.
“Ella siempre estaba dispuesta a ayudar. No importaba la distancia que tuviera que tomar. Era la persona que si no había transporte en el hospital, ella buscaba en la guardia nocturna a todas las enfermeras que le tocaba guardia y las llevaba al hospital. Y después se iba para su casa a las 11 de la noche. Ella decía: ‘No se pueden quedar los pacientes solos”, comparte Martirza Moreno, presidenta del Colegio de enfermeras del estado Bolívar.
De sus 47 años de edad, al menos casi tres décadas las dedicó a servir. Trabajó en diversas áreas de los hospitales Uyapar y Dr. Américo Babó, donde desde que inició la pandemia atendió a pacientes con síntomas asociados a COVID-19, incluído su papá que falleció a los días de ser recluido.
“En los momentos difíciles donde sentimos que nos faltaba el oxígeno, ella fue el oxígeno que nosotros necesitábamos para seguir viviendo. Ella era la que nos impulsaba en los momentos difíciles a aferrarnos a la vida”, dijo uno de los pacientes con COVID-19 que fue atendido por ella.
Barradas fue despedida en el centro de salud con un sostenido aplauso por parte de sus compañeras, quienes en las puertas del hospital, forradas aún con sus trajes especiales de bioseguridad, le dieron el último adiós.
Para su esposo, a casi un año de su partida, la esencia de Barradas sigue intacta, no solo en los pasillos del hospital sino en el corazón de cada uno de sus afectos.
“La gente no se olvida de cómo atendió a cada persona. Siempre estuvo dispuesta a atender, a cuidar, a guiar, a acompañar. Se apaga una lámpara pero las personas iluminan el firmamento y son como estrellas en el cielo que perpetuamente estarán brillando. Es lo que queda”, asegura con vehemencia su esposo Manuel.
Eddy Ramírez (+2/1/2021) Zulia
Su instinto paternal, particularmente en los pasillos del Hospital Universitario de Maracaibo, es de las características que destaca en la historia de vida de este médico pediatra intensivista, de dilatada experiencia en el estado Zulia.
Durante años acompañó, como puericultor, a los padres en el crecimiento y desarrollo saludable de muchos niños en sus primeros años de vida.
Se desempeñó en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátrica, donde con amor y profesionalismo veló por la salud y la vida de muchos pacientes de alto riesgo o con un diagnóstico reservado.
“Cuando uno tenía un paciente quirúrgico grave, que sabía que iba a requerir la UCI, siempre buscaba la atención del doctor Eddy, porque él era garantía de excelencia y de conocimiento muy preciso de las patologías. Nos ayudaba mucho en la recuperación. Él lo hacía todo más fácil. Él lograba la recuperación de los pacientes”, recuerda el cirujano pediatra, Freddy Pachano, director de postgrado de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia.
“Se siente un vacío enorme. Su vacío todavía no lo llena nadie. Era un padre para muchos”, agrega Pachano.
La labor del doctor Ramírez en su afán de salvar vidas es la que hoy recuerdan y agradecen sus pacientes.
“Pienso que fue un ángel que se escapó del cielo y se vino a la tierra a iluminar el camino de todos aquellos que tuvimos el honor de conocerlo. Dios lo llamó de nuevo a su reino para desde allá seguir su entrañable labor de ayuda. Su sola presencia era un bálsamo de tranquilidad para mí”, dice su amiga Dinorath Bohórquez.
Muchos lo describen como un hombre colaborador, de sonrisa amplia y siempre solidario. Incursionó en las redes sociales para compartir parte de su conocimiento y experiencia. Aunque su última publicación fue en mayo de 2018, tenía una comunidad con más de 3.200 seguidores. Las condolencias y palabras de dolor no se hicieron esperar ante su partida.
“Lo llevaremos en nuestros corazones. Creo que no hay mamá en Maracaibo que no haya ido a su consultorio y haya sentido esa calidez humana única del doctor Eddy”, escribió en su momento Rosana Pannarale, madre de una de sus pacientes.
Sus colegas agradecen el apoyo y la orientación en la formación médica. Hoy solo quedan con la experiencia y con las anécdotas. “Sobre todo la alegría y la satisfacción que compartíamos al lograr la recuperación de un paciente crítico. En medio del dolor que nos embarga, tratamos de sacar lo bueno”, dice la doctora María Elena Gonzalez, una de sus colegas y alumnas.
Ramírez fue el primer médico en Venezuela que falleció en 2021 por causas asociadas a COVID-19. La nueva Unidad de Terapia Intensiva Neonatal del Hospital Universitario de Maracaibo lleva su nombre, según lo dio a conocer en marzo el gobernador de la entidad, Omar Prieto.
Yelitza Castillo (+25/3/2021) Carabobo
Su muerte deja un vacío en el gremio pero también en su familia que, en menos de 24 horas perdió no solo a Yelitza, sino también a su hermano, el odontólogo Rafael Castillo, quien formó parte de la Junta del Colegio de Odontólogos de Carabobo.
Ambos eran hermanos de Zenaida Castillo, la primera mujer presidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología, y a quien algunos colegas la señalan como referencia.
Castillo deja a dos hijos, uno de ellos estudiante de medicina, y también a varias generaciones de alumnos que formó académicamente.
Replicar su ejemplo, ofrecer ese cariño, esa sonrisa a los pacientes, y estar con la mano extendida, es la forma que sus pupilos encontraron para honrar la memoria de Castillo.
“Ella directamente no me dio clases, pero fue una guía en diversos momentos de mis dos postgrados. Ella fue mi tutora de tesis de medicina interna. Pero más que eso fue una amiga. Fue parte de mi familia intrahospitalaria y siempre me tendió la mano para trabajar juntas, por el bien del paciente. Decir cuánto la extraño no tiene medida ni cuantificación. Aún no puedo creer que Yelitza no esté con nosotros”, confiesa Gianmary Miozzi quien asumió parte de las responsabilidades académicas de Castillo y ahora está al frente de los residentes de postgrado del Hospital de Carabobo, a solicitud de la directiva.
“Piensas no solo en la vida que se perdió en vano y lo que generó en su familia; piensas en la pérdida irreparable que representa que personas como ella ya no están ahí para seguir formando más médicos”, comentó uno de sus colegas en el exterior.
Hasta sus últimos días, Castillo compartió en sus redes sociales diversas publicaciones para el apoyo en materia de servicio público a colegas y pacientes.
Preocupada por la situación sanitaria y hospitalaria, creó una línea de atención telefónica gratuita, al frente de médicos de la Universidad de Carabobo, a fin de que los pacientes midieran su nivel de riesgo para la infección por COVID-19 y también evitaran ir a la emergencia en los hospitales.
Para la doctora María Graciela López, presidenta de la Sociedad de Infectología de Venezuela, hablar de la partida física de la doctora Castillo le resulta doloroso. En su memoria y en su corazón se mantienen vivos los recuerdos y lo que compartieron, sobre todo en los viajes que tuvieron fuera del país a propósito de algunos congresos científicos. También, cuando al menos una vez por semana visitaba a Caracas a cumplir con sus obligaciones.
“De las personas más alegres que he conocido. Bella y coqueta. Extrovertida. Divertida y proactiva. Conocía a todo el mundo. Con todos se la llevaba bien. Le sacaba un chiste a todo. A la hora de trabajar, muy seria, comprometida, con ideas innovadoras. Una trabajadora incansable”, describe la doctora López, quien además añora la dulzura de los panes que por lo general preparaba Castillo para la reunión de colegas.
Castillo, internista e infectóloga, fue presidenta de la Sociedad Venezolana de la Medicina Interna (SVMI) en el estado Carabobo y también se desempeñó como jefa del Departamento Clínico Integral del Norte de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo y Coordinadora de la Comisión Científica de la Sociedad Venezolana de Infectología por al menos tres años.
Ejerció en el Centro Médico Guerra Méndez, donde recibía a sus pacientes en las tardes, por previa cita, de lunes a jueves. Fue profesor agregado de la Universidad de Carabobo.
“Ayer me preguntaban por alguien que trabajara en VIH en Valencia y la primera persona que se me vino a la mente fue Yelitza Castillo. Ella era un referente importante. Muy proactiva. Muy cercana. Además de una alta calidad médica y científica”, recuerda López.
Su alegría, su jovialidad, su espíritu aventurero y su risa son de las cosas que más valora y extrañan sus colegas.
Ramón Piñero (+23/4/2021) Caracas
Batalló durante casi un mes contra el COVID-19. Familiares iniciaron una campaña de recolección de fondos que superó los diez mil dólares, gracias a la colaboración de amigos, familiares y allegados. Pero su estado de salud fue crítico.
“Se pidió ayuda, equipos médicos, respiradores, pero debido a complicaciones del COVID-19 falleció. Es increíble que hoy están, y mañana no. Se hizo todo lo que se pudo”, cuenta una de sus amigas colegas, la doctora Gisela Romero, quien lo conoció desde 1995.
Piñero fue expresidente de la Sociedad Venezolana de Gastroenterología y expresidente de la Sociedad Venezolana de Endoscopia. También se desempeñó como jefe del Departamento de Medicina y jefe de cátedra de Gastroenterología de la Escuela Vargas de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
También fue profesor de la Escuela de Medicina José María Vargas de la Universidad Central de Venezuela.
Fue pionero en el estudio del “helicobacter pylori”, una infección bacteriana gástrica. Se involucró en los diferentes estudios, a nivel molecular, desde el punto de vista clínico.
Sus colegas refieren que siempre trabajó en el área de investigación e incentivó a sus estudiantes de postgrado para seguir la misma línea.
Allegados y amigos lo recuerdan como un hombre dinámico; de humor particular.
Fue apreciado por su liderazgo, astucia, y por su capacidad de trabajo. “Lo voy a extrañar por eso. Ramón estaba en todas las actividades científicas de la sociedad venezolana de Gastroenterología. Tenía un sentido de pertenencia. Aportó mucho. Incrementó los miembros. Y cada vez que tengamos una actividad científica lo voy a extrañar, lo voy a recordar porque él tenía que estar allí. Todos los vamos a extrañar, estoy segura. El legado queda: cuando se hacen las cosas bien, quedan para toda la vida”, sentencia Romero.
Nedda Millán (+4/5/2021) Anzoátegui
A sus 68 años de edad, batalló 31 días con síntomas asociados al COVID-19. Su familia pidió la colaboración en la recaudación de fondos para cubrir los gastos de hospitalización y tratamientos.
Aunque para la fecha en el país ya habían llegado los primeros lotes de vacuna contra el COVID-19, Millán no alcanzó a ser vacunada.
Sin embargo, jamás se detuvo en la atención de sus pacientes, con quienes tejía una relación de amistad y cercanía.
“Ella conversaba muchísimo con sus pacientes y ellos la extrañan. Era una persona que no solo se dedicaba a evaluar desde el punto de vista de la patología médica, sino que conversaba mucho con ellos. A veces nos encontrábamos a las 10:00 pm u 11:00 pm atendiendo pacientes”, cuenta la doctora Tibisay Triana, a quien la voz se le quiebra al recordar el sueño de Millán que quedó pendiente.
“Uno de sus hijos ya es médico y el segundo de sus hijos está en el último año de pregrado de medicina. Uno de sus grandes deseos era ver la graduación de su hijo. Pudo haberlo visto pero ( las actividades académicas) llevan casi un año paralizadas por la pandemia y otras razones”, lamenta.
Castillo fue integrante de la Sociedad Venezolana de Infectología. Trabajó durante más de dos décadas en el Hospital Dr. Domingo Guzmán Lander del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss), ubicado en el sector Las Garzas de Barcelona, estado Anzoátegui.
El recuerdo de su humildad y su cercanía aún resuena en los pasillos.
“Es recordada como una de los profesionales de la salud que decidió quedarse al frente de la atención de pacientes con VIH en el área pública. Ella todavía los estaba viendo en el Instituto de los Seguros Sociales. ‘¿Cómo dejarlos solos?’, me decía. Ella era una de las pocas que atendía. Todos, ahora, han quedado en una suerte de orfandad. Se ha buscado asignarlos a otros especialistas”, señala Triana.
Hoy es recordada como una gran mujer, trabajadora, humilde y sencilla. Su tono de voz pausado, su tranquilidad y su calma es de las cosas que más extrañan sus allegados.