¿Es comparable la tasa de letalidad del COVID-19 en Venezuela con países vecinos?

COCUYO CHEQUEA · 22 ABRIL, 2020 15:15

Ver más de

Jeanfreddy Gutierrez | @Jeanfreddy


¿Cómo valoras esta información?

13
QUÉ CHÉVERE
4
QUÉ INDIGNANTE
6
QUÉ CHIMBO

La tasa de mortalidad de pacientes según la cantidad de casos confirmados de coronavirus es una variable polémica. Es conocida en inglés Case Fatality Rate (CFR). Es la llamada tasa de letalidad, que relaciona la cantidad de muertes con el número de infectados.

Por otro lado, la tasa de mortalidad del virus sería en comparación con la población total. Sin embargo, no todos los países están contando los fallecidos de forma igual. Un reportaje de El País señala que Francia sólo cuenta las muertes en hospitales y Reino Unido no lo hizo hasta el quinto día. Epidemiólogos consultados dijeron que sería sólo después de la pandemia, cuando se puedan normalizar los datos, es que se podrán comparar países.

Un ejemplo de la complejidad de la tasa de letalidad son los estudios estadísticos que compararon las cifras de fallecidos de cada país con las políticas de vacunación de la BCG para proteger de la tuberculosis, los cuales exhibieron diversas deficiencias metodológicas.

La capacidad técnica del sistema sanitario y las dificultades para realizar un suficiente número de pruebas diagnósticas definitivas, las RT-PCR moleculares, el momento en el cual se toman los datos e incluso el subregistro por diversas políticas nacionales son parte de las críticas citadas por científicos a estas comparaciones que erróneamente asumieron que algunos países estaban mejor preparados que otros para la pandemia por la administración de esta vacuna.

Modelo belga

El Reino de Bélgica exhibe la tasa más alta de mortalidad de COVID-19 del mundo con 518 muertes por millón de personas. Lo que equivale a 0,5% de su población. Si se mide por casos detectados, serían 5.998 fallecidos en 40.956 casos confirmados, lo que arrojaría una tasa de letalidad de 14,6%.

El promedio global de mortalidad es de 22,8 muertes por millón de personas. Por otro lado, han muerto 175.474 de los 2.536.153 casos confirmados. Esto daría una tasa de letalidad de 6,92% de los pacientes.

En ambos casos Bélgica exhibe casi 22 veces una tasa de mortalidad mayor que la del mundo y más del doble de letalidad. Vale resaltar que estos datos van cambiando día a día, por lo que complica aún más estas comparaciones.

El gobierno de Bélgica dice que es producto de su transparencia. Su primera ministra, Sophie Wilmes, dice que prefieren revelar las cifras aunque sea un pecado por exceso. «Contamos las muertes no solo en hospitales sino también en las residencias de ancianos, incluso si no se han hecho las pruebas sino sólo hay sospechas», confirmó la ministra de Salud, Maggie De Block. Un vocero de la Asociación de Médicos de ese país dijo que también están contando las muertes en las viviendas.

Y aquí otro de los datos que pone una marca de observación sobre la comparación entre países y que fue resaltado también por epidemiólogos al criticar las comparaciones numéricas: su pirámide etaria. En Europa, Japón o Estados Unidos el promedio de edad es mucho más alto que en África, el sudeste de Asia y Sudamérica. Y dado que la mayoría de las muertes se dan en adultos mayores, es comprensible que las muertes sean más altas en países con un promedio de edad más alto.

La política belga revela que podrían estar subestimándose las muertes en otros países. Según la agencia ANSA, si se tomara en cuenta esta política en Estados Unidos, España o Italia, se podría duplicar el número de muertes.

Opacidad

Posando los ojos sobre LatinoAmérica, estas disparidades estadísticas se muestran de forma más patente en el caso de Nicaragua. El país exhibe, para el martes 21 de abril, una tasa de letaliddad del 20%, al reportar dos fallecidos de los diez casos confirmados pero al mismo tiempo sólo 0,3 muertos por millón, de las mortalidades más bajas del mundo.

Epidemiólogos independientes nicaragüenses consideran confusas las cifras dadas oficialmente, según reportó CNN En Español, al encontrar diferencias no aclaradas entre los casos publicados oficialmente por comunicados gubernamentales y los reportados por la Organización Panamericana de Salud.

Esta opacidad institucional en el país centroamericano los coloca en el puesto 117 del mundo en el Índice de Libertad de Prensa 2020 de Reporteros Sin Fronteras, tres puestos por debajo del puesto de 2019 y puesto 161 en el Índice de Percepción de Corrupción 2019 de Transparencia Internacional. De acuerdo al diario local La Prensa, Nicaragua repite en los peores puestos, sólo detrás de Haití y Venezuela en la región, por entre otros factores, un incumplimiento de la Ley de Información Pública.

El ejemplo más cercano de opacidad fue la falta de información sobre el paradero del presidente Daniel Ortega entre el 12 de marzo al 16 de abril. En una reaparición por la televisión estatal, el mandatario aseguró que de las más de 1.200 muertes que se han dado desde que se inició de la pandemia, se registraba sólo una muerte por COVID-19, aunque el Ministerio de Salud de ese país señala que hay un «extraño brote de neumonía que ha matado a cerca de 70 personas».

Nicaragua no ha informa oficialmente cuántas pruebas ha hecho, por lo que no podemos medir otra de las variables para la comparación: número de tests por millón de personas. En este caso liderado por Islandia, que ha realizado 128.445 pruebas por millón, al testear al 12% de su población.

¿Podemos compararnos con vecinos?

Para el martes 21 de abril, después de dos días consecutivos con 29 casos reportados y un solo fallecido, para un total de 10 muertes en 285 casos, Venezuela tenía una tasa de 3,5% de letalidad pero tan sólo una mortalidad de 0,4 muertes por millón de personas, de nuevo, de las más bajas del mundo y con las mismas dudas sobre la transparencia, compartiendo con Haití y Nicaragua puestos de deshonor en las listas de transparencia y libertad de prensa en Latinoamérica.

¿Y qué pasa con la pirámide etaria? Pues, los países centroamericanos, amazónicos y andinos, junto a la excepción de Paraguay, tienen una tasa de personas mayores de 65 años que varía entre 6% y 9% -Venezuela tiene 7%- pero este porcentaje salta en el Cono Sur con Argentina (11%), Chile (12%) y Uruguay (14%), mientras que en Estados Unidos sube hasta 16%.

Lo que podría explicar tasas de mortalidad y letalidad mayor en estas naciones siendo el COVID-19 más fatal en personas de la tercera edad.

Pruebas por millón

En la región el país con la tasa de letalidad más alta, después de Nicaragua, es México con 8,12%, pero con apenas una mortalidad de 6 por millón mientras que Perú con apenas un tasa de letalidad de 2,71% exhibe una mortalidad de 15 por millón de personas.

La diferencia en la tasa de pruebas entre ambos países es considerable. Mientras el gobierno presidido por Andrés Manuel López Obrador en México sólo ha hecho 384 pruebas por millón, la administración de Vizcarra en Perú tiene una tasa de diagnóstico de 4.723 por millón.

En el caso de Brasil, el país con mayor cantidad de casos en Latinoamérica, muestra una tasa de letalidad de 6,34%, justo después de México, pero con una tasa de mortalidad de 12 fallecidos por millón de personas. Este país también exhibe una baja proporción relativa de pruebas con sólo 1.373 pruebas por millón de personas.

Subregistro y dudas

Con una proporción similar de personas de la tercera edad, se podría esperar que una mayor cobertura de despistaje en México y Brasil bajaría su tasa de letalidad al subir los casos detectados, aún aunque se confirmaran más muertes de personas de la tercera edad.

Sin embargo, expertos consultados por BBC revelan que en Latinoamérica se enfrenta el mismo subregistro de muertes por ineficiente registro civil, falta de pruebas suficientes y un conteo que excluye tanto a personas que mueren fuera de hospitales como a quienes fallecen antes de ser examinados.

Es relevante el caso de Ecuador, cuyo gobierno reveló que registró en los últimos quince días 6.500 muertes en la provincia de Guayas, la más afectada del país, en lugar de las 1.000 usuales, lo que los llevó a registrar ahora muertes «por sospecha de COVID-19». Pero esto podría estar sucediendo además en Brasil y Estados Unidos, según el reporte del medio británico, por lo que sería poco fiable comparar directamente lo que sucede en cada país.

En EEUU, con 16% de personas mayores de 65 años, se registra un 5,43% de letalidad con respecto a los casos diagnosticados pero una tasa de mortalidad de 132 decesos por millón de personas, no sólo la más alta del continente sino la décima del mundo. Mucho menos que Bélgica en ambos casos: menos de la mitad de su tasa por casos confirmados (letalidad) y una cuarta parte en comparación con la población mientras el país europeo tiene 19% de mayores de 65 años.

También se pueden estar subregistrando muertes en Estados Unidos, pues este país hace 12.404 pruebas por millón por personas, no de las más altas del mundo.

Dudas venezolanas

Esta tasa de pruebas de EEUU es apenas superior a la tasa brindada oficialmente en Venezuela de 12.211 pruebas por millón.

Esto después que la vicepresidenta de la administración del gobernante Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, asegurara que hasta el 20 de abril se habían hecho 347 mil pruebas. Un número dudoso porque no se especifican cuáles son rápidas y cuáles PCR moleculares ni concuerdan con los datos revelados el 31 de marzo por la OPS, cómo encontró Cocuyo Chequea.

Cuando Rodríguez anunció que se habían hecho poco más de 200 mil pruebas, Efecto Cocuyo pudo estimar basado en la información de las máquinas Roche mostradas por Maduro y que pueden procesar 376 muestras cada 10 horas, que se necesitarían ocho máquinas trabajando 24 horas durante 30 días. Con 347 mil pruebas harían falta subir a 13 máquinas por 24 horas por un mes.

Y que se hace aún más dudoso después de publicarse una nota de Reuters que reveló que por falta de personas y equipos obsoletos apenas se hacen 100 pruebas diarias en el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel, el único en Venezuela autorizado para hacer estas pruebas definitivas de laboratorio, hacen aún más complicado comparar tasas de mortalidad.

COCUYO CHEQUEA · 22 ABRIL, 2020

¿Es comparable la tasa de letalidad del COVID-19 en Venezuela con países vecinos?

Texto por Jeanfreddy Gutierrez | @Jeanfreddy

La tasa de mortalidad de pacientes según la cantidad de casos confirmados de coronavirus es una variable polémica. Es conocida en inglés Case Fatality Rate (CFR). Es la llamada tasa de letalidad, que relaciona la cantidad de muertes con el número de infectados.

Por otro lado, la tasa de mortalidad del virus sería en comparación con la población total. Sin embargo, no todos los países están contando los fallecidos de forma igual. Un reportaje de El País señala que Francia sólo cuenta las muertes en hospitales y Reino Unido no lo hizo hasta el quinto día. Epidemiólogos consultados dijeron que sería sólo después de la pandemia, cuando se puedan normalizar los datos, es que se podrán comparar países.

Un ejemplo de la complejidad de la tasa de letalidad son los estudios estadísticos que compararon las cifras de fallecidos de cada país con las políticas de vacunación de la BCG para proteger de la tuberculosis, los cuales exhibieron diversas deficiencias metodológicas.

La capacidad técnica del sistema sanitario y las dificultades para realizar un suficiente número de pruebas diagnósticas definitivas, las RT-PCR moleculares, el momento en el cual se toman los datos e incluso el subregistro por diversas políticas nacionales son parte de las críticas citadas por científicos a estas comparaciones que erróneamente asumieron que algunos países estaban mejor preparados que otros para la pandemia por la administración de esta vacuna.

Modelo belga

El Reino de Bélgica exhibe la tasa más alta de mortalidad de COVID-19 del mundo con 518 muertes por millón de personas. Lo que equivale a 0,5% de su población. Si se mide por casos detectados, serían 5.998 fallecidos en 40.956 casos confirmados, lo que arrojaría una tasa de letalidad de 14,6%.

El promedio global de mortalidad es de 22,8 muertes por millón de personas. Por otro lado, han muerto 175.474 de los 2.536.153 casos confirmados. Esto daría una tasa de letalidad de 6,92% de los pacientes.

En ambos casos Bélgica exhibe casi 22 veces una tasa de mortalidad mayor que la del mundo y más del doble de letalidad. Vale resaltar que estos datos van cambiando día a día, por lo que complica aún más estas comparaciones.

El gobierno de Bélgica dice que es producto de su transparencia. Su primera ministra, Sophie Wilmes, dice que prefieren revelar las cifras aunque sea un pecado por exceso. «Contamos las muertes no solo en hospitales sino también en las residencias de ancianos, incluso si no se han hecho las pruebas sino sólo hay sospechas», confirmó la ministra de Salud, Maggie De Block. Un vocero de la Asociación de Médicos de ese país dijo que también están contando las muertes en las viviendas.

Y aquí otro de los datos que pone una marca de observación sobre la comparación entre países y que fue resaltado también por epidemiólogos al criticar las comparaciones numéricas: su pirámide etaria. En Europa, Japón o Estados Unidos el promedio de edad es mucho más alto que en África, el sudeste de Asia y Sudamérica. Y dado que la mayoría de las muertes se dan en adultos mayores, es comprensible que las muertes sean más altas en países con un promedio de edad más alto.

La política belga revela que podrían estar subestimándose las muertes en otros países. Según la agencia ANSA, si se tomara en cuenta esta política en Estados Unidos, España o Italia, se podría duplicar el número de muertes.

Opacidad

Posando los ojos sobre LatinoAmérica, estas disparidades estadísticas se muestran de forma más patente en el caso de Nicaragua. El país exhibe, para el martes 21 de abril, una tasa de letaliddad del 20%, al reportar dos fallecidos de los diez casos confirmados pero al mismo tiempo sólo 0,3 muertos por millón, de las mortalidades más bajas del mundo.

Epidemiólogos independientes nicaragüenses consideran confusas las cifras dadas oficialmente, según reportó CNN En Español, al encontrar diferencias no aclaradas entre los casos publicados oficialmente por comunicados gubernamentales y los reportados por la Organización Panamericana de Salud.

Esta opacidad institucional en el país centroamericano los coloca en el puesto 117 del mundo en el Índice de Libertad de Prensa 2020 de Reporteros Sin Fronteras, tres puestos por debajo del puesto de 2019 y puesto 161 en el Índice de Percepción de Corrupción 2019 de Transparencia Internacional. De acuerdo al diario local La Prensa, Nicaragua repite en los peores puestos, sólo detrás de Haití y Venezuela en la región, por entre otros factores, un incumplimiento de la Ley de Información Pública.

El ejemplo más cercano de opacidad fue la falta de información sobre el paradero del presidente Daniel Ortega entre el 12 de marzo al 16 de abril. En una reaparición por la televisión estatal, el mandatario aseguró que de las más de 1.200 muertes que se han dado desde que se inició de la pandemia, se registraba sólo una muerte por COVID-19, aunque el Ministerio de Salud de ese país señala que hay un «extraño brote de neumonía que ha matado a cerca de 70 personas».

Nicaragua no ha informa oficialmente cuántas pruebas ha hecho, por lo que no podemos medir otra de las variables para la comparación: número de tests por millón de personas. En este caso liderado por Islandia, que ha realizado 128.445 pruebas por millón, al testear al 12% de su población.

¿Podemos compararnos con vecinos?

Para el martes 21 de abril, después de dos días consecutivos con 29 casos reportados y un solo fallecido, para un total de 10 muertes en 285 casos, Venezuela tenía una tasa de 3,5% de letalidad pero tan sólo una mortalidad de 0,4 muertes por millón de personas, de nuevo, de las más bajas del mundo y con las mismas dudas sobre la transparencia, compartiendo con Haití y Nicaragua puestos de deshonor en las listas de transparencia y libertad de prensa en Latinoamérica.

¿Y qué pasa con la pirámide etaria? Pues, los países centroamericanos, amazónicos y andinos, junto a la excepción de Paraguay, tienen una tasa de personas mayores de 65 años que varía entre 6% y 9% -Venezuela tiene 7%- pero este porcentaje salta en el Cono Sur con Argentina (11%), Chile (12%) y Uruguay (14%), mientras que en Estados Unidos sube hasta 16%.

Lo que podría explicar tasas de mortalidad y letalidad mayor en estas naciones siendo el COVID-19 más fatal en personas de la tercera edad.

Pruebas por millón

En la región el país con la tasa de letalidad más alta, después de Nicaragua, es México con 8,12%, pero con apenas una mortalidad de 6 por millón mientras que Perú con apenas un tasa de letalidad de 2,71% exhibe una mortalidad de 15 por millón de personas.

La diferencia en la tasa de pruebas entre ambos países es considerable. Mientras el gobierno presidido por Andrés Manuel López Obrador en México sólo ha hecho 384 pruebas por millón, la administración de Vizcarra en Perú tiene una tasa de diagnóstico de 4.723 por millón.

En el caso de Brasil, el país con mayor cantidad de casos en Latinoamérica, muestra una tasa de letalidad de 6,34%, justo después de México, pero con una tasa de mortalidad de 12 fallecidos por millón de personas. Este país también exhibe una baja proporción relativa de pruebas con sólo 1.373 pruebas por millón de personas.

Subregistro y dudas

Con una proporción similar de personas de la tercera edad, se podría esperar que una mayor cobertura de despistaje en México y Brasil bajaría su tasa de letalidad al subir los casos detectados, aún aunque se confirmaran más muertes de personas de la tercera edad.

Sin embargo, expertos consultados por BBC revelan que en Latinoamérica se enfrenta el mismo subregistro de muertes por ineficiente registro civil, falta de pruebas suficientes y un conteo que excluye tanto a personas que mueren fuera de hospitales como a quienes fallecen antes de ser examinados.

Es relevante el caso de Ecuador, cuyo gobierno reveló que registró en los últimos quince días 6.500 muertes en la provincia de Guayas, la más afectada del país, en lugar de las 1.000 usuales, lo que los llevó a registrar ahora muertes «por sospecha de COVID-19». Pero esto podría estar sucediendo además en Brasil y Estados Unidos, según el reporte del medio británico, por lo que sería poco fiable comparar directamente lo que sucede en cada país.

En EEUU, con 16% de personas mayores de 65 años, se registra un 5,43% de letalidad con respecto a los casos diagnosticados pero una tasa de mortalidad de 132 decesos por millón de personas, no sólo la más alta del continente sino la décima del mundo. Mucho menos que Bélgica en ambos casos: menos de la mitad de su tasa por casos confirmados (letalidad) y una cuarta parte en comparación con la población mientras el país europeo tiene 19% de mayores de 65 años.

También se pueden estar subregistrando muertes en Estados Unidos, pues este país hace 12.404 pruebas por millón por personas, no de las más altas del mundo.

Dudas venezolanas

Esta tasa de pruebas de EEUU es apenas superior a la tasa brindada oficialmente en Venezuela de 12.211 pruebas por millón.

Esto después que la vicepresidenta de la administración del gobernante Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, asegurara que hasta el 20 de abril se habían hecho 347 mil pruebas. Un número dudoso porque no se especifican cuáles son rápidas y cuáles PCR moleculares ni concuerdan con los datos revelados el 31 de marzo por la OPS, cómo encontró Cocuyo Chequea.

Cuando Rodríguez anunció que se habían hecho poco más de 200 mil pruebas, Efecto Cocuyo pudo estimar basado en la información de las máquinas Roche mostradas por Maduro y que pueden procesar 376 muestras cada 10 horas, que se necesitarían ocho máquinas trabajando 24 horas durante 30 días. Con 347 mil pruebas harían falta subir a 13 máquinas por 24 horas por un mes.

Y que se hace aún más dudoso después de publicarse una nota de Reuters que reveló que por falta de personas y equipos obsoletos apenas se hacen 100 pruebas diarias en el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel, el único en Venezuela autorizado para hacer estas pruebas definitivas de laboratorio, hacen aún más complicado comparar tasas de mortalidad.