Investigación sobre asesinato de Luis Guillermo Espinoza está rodeada de irregularidades #LosQueYaNoEstán

SUCESOS · 25 DICIEMBRE, 2017 15:33

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María Victoria Fermín Kancev | @vickyfermin


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Durante dos meses y ocho días Zulmith Espinoza albergó la esperanza de que su hijo Luis Guillermo Espinoza sobreviviera tras ser herido de bala en la cabeza por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) el 5 de junio de este año, en una manifestación convocada por la oposición cerca del sector Los Tulipanes en San Diego, estado Carabobo.

Esa mañana, la madre había llamado al Colegio Buen Pastor, donde el joven estudiaba cuarto año de bachillerato para verificar si habría clases. Le respondieron que sí y entonces le dejó dinero suficiente a su hijo para que tomara el autobús. En la tarde al salir de su trabajo Zulmith fue interceptada por su hermano: “Móntate en el carro que vamos al Hospitalito de San Diego, a Luis Guillermo lo tienen ahí”, le dijo sin entrar en detalles de lo sucedido.

Pero el estudiante no estaba en ese centro de salud, ni en la Clínica Los Arales, como le dijeron a la familia luego en una llamada telefónica. Dieron con él en la Clínica Valles de San Diego, donde estaba dañado el equipo para realizarle una tomografía. Ahí le entregaron a Zulmith las pertenencias de Luis Guillermo: su bolso con las cosas del colegio y su uniforme, que se había cambiado por una camisa y un short deportivo.

Luis Guillermo tuvo que ser trasladado a otro centro privado para hacerle el estudio que necesitaba, luego fue llevado al Hospital Central de Valencia. Las placas evidenciaron la presencia de un objeto extraño que le producía un edema cerebral. El médico forense confirmó horas más tarde que se trataba de una bala. El 6 de junio lo ingresaron a quirófano para hacerle una limpieza de los restos de pólvora, al menos eso le explicaron los especialistas a la madre. “Él se movía, él escuchaba. Me dijeron que había evolucionado”, recuerda.

Lo que vino después, narra Zulmith, fue un ejemplo tras otro de la crisis de salud en Venezuela. En el principal hospital de Carabobo no había medicamentos ni insumos. Cada vez que cambiaban de guardia en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde Luis Guillermo pasó la mayor parte del tiempo, la madre debía entregar tapabocas, bata, gorro, guantes y jeringas. Sin embargo, fue en esa misma área su hijo agarró gusanos y otras infecciones.

“Yo mínimo tenía que gastar 200.000 bolívares diarios hace cinco meses para suministrar todo lo que necesitaba, yelcos, microgoteros, sondas, todo eso corría por gastos propios. Yo no ganaba eso, gracias a Dios conseguía todo con la ayuda del pueblo de Valencia, de Venezuela”, expresa.

En ese tiempo, fueron muchas las personas que rezaron por el joven. Sus compañeros en el colegio, pero también su equipo de fútbol de la Sub 15 en el Instituto Autónomo Municipal de Deporte San Diego (Iamdesandi), donde era capitán y jugaba como arquero. Todos ahí lo conocían como “Totti”, apodo que se puso Luis Guillermo por el exfutbolista italiano Totti Francesco. En sus tiempos libres el joven también tenía un empleo como recreador de planes vacacionales y campamentos.

Zulmith denuncia que mientras su hijo estuvo hospitalizado también sufrió de negligencia. No lo alimentaban adecuadamente, por lo que ella pasó una carta a la Jefa de Enfermería en la que decía que podía hacerse responsable de esa tarea, pero no se lo permitieron. “La bala le afectó la vista y como le hicieron una traqueotomía no podía hablar, pero yo le veía la cara y le preguntaba si le dolía la cabeza, él me decía que sí con un gesto y era yo la que le pedía a la enfermera que le pusiera un calmante”, relata.

Eventualmente lo encontraba desconectado de los equipos que necesitaba para recuperarse. Explica que cuando al joven le dio uno de varios paros respiratorios fue ella quien lo auxilió: “Yo gritaba y la enfermera no me ayudaba”. Sin embargo, luego de cinco de esos episodios que se registraron el 13 de agosto de 2017, el estudiante falleció.

Un día después, el Ministerio Público informó que iban a investigar el fallecimiento, pero luego de cuatro meses Zulmith considera que se ha hecho poco. El expediente de la Fiscalía asegura que no se hallaron evidencias de bala en el cerebro, pese a que esto fue constatado por el resultado de tomografía que le hicieron al joven y la evaluación de los médicos forenses mientras estaba hospitalizado.

La madre, de 47 años de edad, cuenta que además muchas personas han tenido temor de hablar sobre lo sucedido, porque funcionarios de la GNB habrían recorrido la urbanización donde sucedieron los hechos para intimidar a cualquier testigo. Incluso siguieron a la persona que auxilió a Luis Guillermo y lo llevó al hospital. Videos de lo sucedido, que circulaban en Internet, también fueron eliminados. Sin embargo, Zulmith busca reactivar el caso con apoyo de su abogado y así poder dar con el responsable.

A ella nunca la ha contactado la Comisión de la Verdad, la Justicia, la Paz y la Tranquilidad Pública, instalada por la Asamblea Nacional Constituyente, para “determinar responsabilidades en los casos de violencia política en el país” durante los cuatro meses de protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro.

Los planes que tenía de irse del país cambiaron, al menos por ahora. “Yo quería hacerlo, cuando mi hijo muere sentía mucha rabia y quería irme del país. Pero luego pensé que me sentiría como una cobarde, que no hacía nada con irme fuera. Yo lo que tengo es que luchar porque se haga justicia”, dice. También decidió renunciar a su empleo en la Gobernación de Carabobo. “Me empezaron a presionar para que me reincorporara a trabajar y yo no me sentía bien psicológicamente”, cuenta.

Zulmith solo supo de una vez en la que Luis Guillermo fue a una marcha a escondidas con los compañeros de su empleo temporal como recreador, que eran mayores que él. “Sí manifestaba su descontento con lo que pasaba en el país. Yo le había advertido que no se metiera en eso, que corría peligro… Quizá le quedó la inquietud”, considera.

Recuerda a su hijo siempre con una sonrisa. Incluso que si ella no quería cocinar él le hacía el desayuno; a sus amigos les preparaba panquecas. También la complacía viendo películas animadas en el cine. Él le celebró su cumpleaños el año pasado, en septiembre, llevándola a comer pizza y helado. Juntos planificaban el futuro del joven, que quería estudiar arquitectura al graduarse.

La siguiente promoción de quinto año de Colegio Juan Pastor se llamará Luis Guillermo Espinoza. La nueva porra de sus compañeros de fútbol es en homenaje a Totti.

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Los que ya no están tras cuatro meses de protestas #2017

SUCESOS · 25 DICIEMBRE, 2017

Investigación sobre asesinato de Luis Guillermo Espinoza está rodeada de irregularidades #LosQueYaNoEstán

Texto por María Victoria Fermín Kancev | @vickyfermin

Durante dos meses y ocho días Zulmith Espinoza albergó la esperanza de que su hijo Luis Guillermo Espinoza sobreviviera tras ser herido de bala en la cabeza por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) el 5 de junio de este año, en una manifestación convocada por la oposición cerca del sector Los Tulipanes en San Diego, estado Carabobo.

Esa mañana, la madre había llamado al Colegio Buen Pastor, donde el joven estudiaba cuarto año de bachillerato para verificar si habría clases. Le respondieron que sí y entonces le dejó dinero suficiente a su hijo para que tomara el autobús. En la tarde al salir de su trabajo Zulmith fue interceptada por su hermano: “Móntate en el carro que vamos al Hospitalito de San Diego, a Luis Guillermo lo tienen ahí”, le dijo sin entrar en detalles de lo sucedido.

Pero el estudiante no estaba en ese centro de salud, ni en la Clínica Los Arales, como le dijeron a la familia luego en una llamada telefónica. Dieron con él en la Clínica Valles de San Diego, donde estaba dañado el equipo para realizarle una tomografía. Ahí le entregaron a Zulmith las pertenencias de Luis Guillermo: su bolso con las cosas del colegio y su uniforme, que se había cambiado por una camisa y un short deportivo.

Luis Guillermo tuvo que ser trasladado a otro centro privado para hacerle el estudio que necesitaba, luego fue llevado al Hospital Central de Valencia. Las placas evidenciaron la presencia de un objeto extraño que le producía un edema cerebral. El médico forense confirmó horas más tarde que se trataba de una bala. El 6 de junio lo ingresaron a quirófano para hacerle una limpieza de los restos de pólvora, al menos eso le explicaron los especialistas a la madre. “Él se movía, él escuchaba. Me dijeron que había evolucionado”, recuerda.

Lo que vino después, narra Zulmith, fue un ejemplo tras otro de la crisis de salud en Venezuela. En el principal hospital de Carabobo no había medicamentos ni insumos. Cada vez que cambiaban de guardia en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde Luis Guillermo pasó la mayor parte del tiempo, la madre debía entregar tapabocas, bata, gorro, guantes y jeringas. Sin embargo, fue en esa misma área su hijo agarró gusanos y otras infecciones.

“Yo mínimo tenía que gastar 200.000 bolívares diarios hace cinco meses para suministrar todo lo que necesitaba, yelcos, microgoteros, sondas, todo eso corría por gastos propios. Yo no ganaba eso, gracias a Dios conseguía todo con la ayuda del pueblo de Valencia, de Venezuela”, expresa.

En ese tiempo, fueron muchas las personas que rezaron por el joven. Sus compañeros en el colegio, pero también su equipo de fútbol de la Sub 15 en el Instituto Autónomo Municipal de Deporte San Diego (Iamdesandi), donde era capitán y jugaba como arquero. Todos ahí lo conocían como “Totti”, apodo que se puso Luis Guillermo por el exfutbolista italiano Totti Francesco. En sus tiempos libres el joven también tenía un empleo como recreador de planes vacacionales y campamentos.

Zulmith denuncia que mientras su hijo estuvo hospitalizado también sufrió de negligencia. No lo alimentaban adecuadamente, por lo que ella pasó una carta a la Jefa de Enfermería en la que decía que podía hacerse responsable de esa tarea, pero no se lo permitieron. “La bala le afectó la vista y como le hicieron una traqueotomía no podía hablar, pero yo le veía la cara y le preguntaba si le dolía la cabeza, él me decía que sí con un gesto y era yo la que le pedía a la enfermera que le pusiera un calmante”, relata.

Eventualmente lo encontraba desconectado de los equipos que necesitaba para recuperarse. Explica que cuando al joven le dio uno de varios paros respiratorios fue ella quien lo auxilió: “Yo gritaba y la enfermera no me ayudaba”. Sin embargo, luego de cinco de esos episodios que se registraron el 13 de agosto de 2017, el estudiante falleció.

Un día después, el Ministerio Público informó que iban a investigar el fallecimiento, pero luego de cuatro meses Zulmith considera que se ha hecho poco. El expediente de la Fiscalía asegura que no se hallaron evidencias de bala en el cerebro, pese a que esto fue constatado por el resultado de tomografía que le hicieron al joven y la evaluación de los médicos forenses mientras estaba hospitalizado.

La madre, de 47 años de edad, cuenta que además muchas personas han tenido temor de hablar sobre lo sucedido, porque funcionarios de la GNB habrían recorrido la urbanización donde sucedieron los hechos para intimidar a cualquier testigo. Incluso siguieron a la persona que auxilió a Luis Guillermo y lo llevó al hospital. Videos de lo sucedido, que circulaban en Internet, también fueron eliminados. Sin embargo, Zulmith busca reactivar el caso con apoyo de su abogado y así poder dar con el responsable.

A ella nunca la ha contactado la Comisión de la Verdad, la Justicia, la Paz y la Tranquilidad Pública, instalada por la Asamblea Nacional Constituyente, para “determinar responsabilidades en los casos de violencia política en el país” durante los cuatro meses de protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro.

Los planes que tenía de irse del país cambiaron, al menos por ahora. “Yo quería hacerlo, cuando mi hijo muere sentía mucha rabia y quería irme del país. Pero luego pensé que me sentiría como una cobarde, que no hacía nada con irme fuera. Yo lo que tengo es que luchar porque se haga justicia”, dice. También decidió renunciar a su empleo en la Gobernación de Carabobo. “Me empezaron a presionar para que me reincorporara a trabajar y yo no me sentía bien psicológicamente”, cuenta.

Zulmith solo supo de una vez en la que Luis Guillermo fue a una marcha a escondidas con los compañeros de su empleo temporal como recreador, que eran mayores que él. “Sí manifestaba su descontento con lo que pasaba en el país. Yo le había advertido que no se metiera en eso, que corría peligro… Quizá le quedó la inquietud”, considera.

Recuerda a su hijo siempre con una sonrisa. Incluso que si ella no quería cocinar él le hacía el desayuno; a sus amigos les preparaba panquecas. También la complacía viendo películas animadas en el cine. Él le celebró su cumpleaños el año pasado, en septiembre, llevándola a comer pizza y helado. Juntos planificaban el futuro del joven, que quería estudiar arquitectura al graduarse.

La siguiente promoción de quinto año de Colegio Juan Pastor se llamará Luis Guillermo Espinoza. La nueva porra de sus compañeros de fútbol es en homenaje a Totti.

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Los que ya no están tras cuatro meses de protestas #2017

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