Las casas del sector La Democracia, en La Carpiera, parroquia Cagua, tienen como patio trasero un gran sembradío de caña de azúcar. Anualmente estos cañaverales que pertenecen a la central azucarera El Palmar, son quemados luego de terminar la época de zafra, período donde se cosechan los campos de caña.
Como costumbre anual, la tarde del 23 de enero se inicia la quema programada de gran parte del cañaveral. A pesar de que la empresa había notificado a los habitantes de la zona, entre las 4 pm y 5 de la tarde el fuego alcanzó a 11 niños y adolescentes que jugaban en una de las parcelas del cañaveral.
Denyer Eduardo Maicán Ramos, de 13 años de edad; Rainer Alexander Carrasquel Calderón, 15 años; Erinson Omar Plaza Figueroa, 14 años; Jhonaiker Alexander Raya González, 15 años; Junior Eduardo Figueroa Abreu, 12 años; Otniel José Rangel Ramos, 18 años; José Otniel Rangel Ramos de 18 años; Jackson Jesús Rivas Figueroa, 13 años y José Abraham Salazar Díaz, 10 años de edad, Kelvin Rodríguez, de 12 años de edad y José Gregorio Carrasquel, de 12 años, fallecieron por quemaduras de segundo y tercer grado en 90 y 95% de sus cuerpos.

Era su parque de juegos
A menos de 10 metros de la casa de la abuela de Jeremy, se encuentra gran parte del cañaveral El Lago, donde ocurrió la tragedia. Diariamente los niños y adolescentes que habitan en la zona usan estos terrenos para recrearse. En ellos corren, juegan, realizan papagayos y practican la caza de animales.
Jeremy es uno de los jóvenes que logró sobrevivir a la tragedia. El chico de 16 años, se encontraba en el cañaveral entre las 2:30 pm y 3:00 de la tarde de ese fatídico día. A esa hora inició la quema programada, las llamas eran de baja intensidad y para ellos no representaban un peligro.
“Yo estaba en la esquina buscando conejos, ya que esa es una tradición y todos los años la hacemos, pero no estaba con los niños que murieron sino al otro lado del cañaveral. Había mucho viento”, relató.
La mayoría de los tablones de caña de azúcar de este cañaveral miden menos de 200 metros de largo y ancho; esa tarde, según cuentan los vecinos, iban a ser quemados solo dos.

Los terrenos están divididos por cortafuegos que funcionan como caminos y dividen un sembradío de otro. Sin embargo, la velocidad del viento aunado a la falta de prevención y supervisión de la quema evitó que cumplieran su función.
“Ellos se metieron en el medio del cañaveral para intentar salvarse. Les lanzamos piedras para que salieran pero no funcionó, la brisa estaba en ambos lados y quedaron atrapados. El crujir del fuego era fuerte y el cielo se puso rojo”, contó consternado el adolescente.
Cinco de los fallecidos eran primos de Jeremy mientras que Otniel José y José Otniel Ramos, ambos hermanos morochos de 18 años de edad, iban al mismo liceo que el adolescente. “A las cinco de la tarde sacaron al primer niño y lo llevaron para el CDI pero el murió”, narró el joven.
Nunca antes en La Carpiera una quema de los cañaverales había culminado en tragedia. A las 5 de la tarde, la intensidad de las llamas pasaban el cableado eléctrico y toda la calle quedó sin suministro de energía por al menos 30 minutos. Las cenizas se esparcieron por todos los rincones.
“Fue una desgracia tener que ver como sacaban a muchas personas muertas, mi vecino Kevin Gónzalez de 13 años murió allí, pude ver su cadáver”, dijo entre lagrimas una habitante del lugar.

Cadáveres en el patio
En la calle La Democracia de La Carpiera, todos se conocen y la mayoría son familiares. En ese sector los hijos de unos son de todos, por eso, muchos vecinos cambiaron sus rutinas diarias para convertirse en salvavidas de la tragedia. Ese día, Julio Celis compartió la desesperación de sus vecinos.
A las 5 de la tarde Celis regresaba de su trabajo en el centro de Cagua. Pidió la parada al chófer del autobús y se encontró con una de las escenas más dantescas que había visto en sus 35 años que tiene viviendo en La Carpiera. “Corro y consigo a mi primo sentado con su hijo quemado y le preguntó ¿Qúe pasa? y me dice que hay más muertos; al escuchar eso tiré mi mochila y cuando entro veo todos los cadáveres en el piso”, relató.
Los bomberos llegaron rápidamente pero los vecinos fueron quienes sacaron a los muertos. Celis detalla que trató de levantar a una de las víctimas para ayudarla a salir del cañaveral pero cuando intentó sujetarla se le iba a desprender parte de sus extremidades.

“Tomé un edredón y así fue que ayudé. Estábamos buscando por todos lados, no esperamos que llegarán las autoridades y nos dispusimos a sacarlos. En este piso sacamos siete cadáveres y lo colocamos allí. A los que tenían signos vitales los llevaron al CDI, pero esos no tiene insumos. Después los trasladaron al hospitalito para que le prestarán los primeros auxilios, pero ya estaban muertos”, explicó Celis.
Los cadáveres los dejaron en el patio delantero de la casa de una de las víctimas. La comunidad envuelta en llanto rodeaba los cuerpos. “Ellos prendieron su candela y la brisa se la trajo fue una llamarada muy inmensa. El crujir era muy feo era como prender un papel de seda”, dijo Celis.
El vecino asegura que el personal de la empresa azucarera El Palmar no estaba presente ni supervisó la quema de los cañaverales. Históricamente los encargados de realizar la quema usaban un cortafuego para evitar que las llamas no se propaguen descontroladamente. “Ellos tienen mucho descontrol, es muy grave. Aquí tenemos las consecuencias”, sentenció Celis.
Para los lugareños esta quema representa uno de los hechos más trágicos que han presenciado. No solo por la magnitud de las llamas que arrasaron con todo el cañaveral, sino que le arrebató 11 jóvenes a la comunidad. Niños y adolescentes que nacieron, fueron criados y fallecieron en aquel terreno que era su parque de juegos.
