Detrás de la Aduana Marítima de La Guaira, a través de la calle que conduce al puerto, específicamente a la entrada donde están los ferris, se encuentra el Gran Mercado Pesquero Turístico de La Guaira; mejor conocido como El Mosquero.
Entre neveras de mostradores, vendedores locales, pescados y mariscos diversos, se escuchan los populares “¡A la orden!”, “Está fresquito de hoy” o las entonaciones de la variedad pesquera del día; a la entrada una venta de diferentes productos procesados y, a la salida, mesas y sillas listas para que el cliente disfrute del menú guaireño.
Conocido por la frescura del pescado y el gusto de sus empanadas, este mercado pesquero es conocido en el ámbito nacional; sin embargo, una parte de la población aún desconoce sus atributos.
Pargo, mero, sardinas, calamares y camarones, son los básicos a la venta, pero hay más sorpresas del mar que se albergan en un mercado con más de 50 años de historia. Originarios de La Guaira, procedentes de otros estados del país, hijos de inmigrantes, segundas y terceras generaciones, son los que alzan las velas y navegan todos los días en este emporio pesquero.
Manuel Pereira -dueño del puesto El Mero Mero- es la segunda generación de su familia en atender el puesto; su padre, originario de Portugal, comenzó a trabajar en el mercado a principios de los 80: “él sin conocer mucho sobre el pescado comenzó en el negocio y yo a ayudarlo; así hasta el día de hoy”, cuenta Manuel.
Estuvo cerca de abandonar la pesca y mudarse a la capital, pero tras la insistencia de su padre decidió quedarse únicamente por cinco años: “Cuando me tocaba irme a mi papá se le presenta la oportunidad de un nuevo local que él quería que fuera mío; así es como esos cinco años se transformaron en cuarenta”.
A parte de ser el jefe de El Mero Mero, Manuel preside Cepmaragrine, una asociación entre los concesionarios que nace luego de la tragedia de Vargas en 1999; Pereira explica que la crearon para sacar al mercado adelante y tener mayor control de los ingresos para cubrir los gastos comunes.
Trabajando en el mercado desde 1981 para Manuel el mercado representa una segunda familia: “lo quiero y siempre estoy luchando para que luzca mejor, aunque ha sido difícil durante todos estos años por circunstancias que no podemos controlar”.
Recuerda con ilusión que antes de la tragedia solían reunirse todos los concesionarios un día antes de navidad: “cada uno colaboraba con alguna comida típica, traíamos muchachos que cantaban aguinaldos y era un momento muy bello; 15 años que no lo hacemos -porque muchos pescadores se han ido del país- pero lo sigo añorando”.
Así como Manuel, Carlos Hernández también comparte una historia similar; dueño -junto a su hermano- de la pescadería Medregal, es hijo de Evelio José Hernández, uno de los fundadores: “Mi papá me contaba que el mercado fue construido en la época de Raúl Leoni, pero lo entregaron en el gobierno de Rafael Caldera”.
Carlos cuenta que su padre y otros pescadores solían trabajar en el muelle pesquero, puestos pequeños con una tabla de madera y una cava para conservar el pescado; “así fue como mi papá comenzó esta historia familiar”.
Recuerda que el apodo de su papá era ‘el pescador gallego’: un español que llegó a Venezuela con 20 años, específicamente a la isla de Margarita y que decidió vivir en la costa guaireña para estar cerca de su gran amor.
“Mi papá vivió 60 años de su vida en este mercado; yo siempre lo acompañaba, de pequeño iba los fines de semana, luego crecí y me convertí en ayudante junto a mis hermanos” cuenta Carlos, quien ha estado al frente del puesto los últimos 14 años.
Carlos recuerda que cuando decidió formar un hogar ‘el pescador gallego’ -quien falleció hace dos años- le rentó el puesto y le dijo ‘Échale pichón allí, que eso va a ser tuyo igualito”.
El cataco, la cojinúa y el parguito son algunos de los productos que mejor se venden: “son sabrosos y económicos” dice Carlos.
Manuel y Carlos coinciden en que actualmente las ventas dependen de los caraqueños. A pesar de que el guaireño suele comprar los días de semana, de viernes a domingo la afluencia suele ser mayor por las personas que visitan las playas del estado; confirman que la pandemia ha afectado los ingresos del mercado.
“La gente siempre extraña comprar en el mercado; el pescado es realmente fresco y un poco más barato en comparación a los precios de Caracas, eso les gusta a los clientes” dice Manuel.
Algo que también disfrutan los clientes caraqueños son las comidas acompañadas de consomé con casabe, los platos de pescados y mariscos, las empanadas fritas u otras especialidades de la localidad.
Agustín Gomes, hijo de los portugueses José Gomes y Gorette de Freitas, está al frente de El techo de la ballena; el restaurante que sus padres fundaron hace 37 años y que comenzó siendo un pequeño local donde se vendían arepas.
Ubicados en la salida del centro pesquero, cuya especialidad de los fines de semana son las empanadas operadas, Agustín cuenta que ese sitio «representa la historia familiar de los Gomes, donde aprendí la cultura del trabajo duro”.
Las ‘famosas empanadas operadas’ son de cazón con una vinagreta de pulpo, calamar y camarón -un salpicón de mariscos-; las visitas de reconocidos personajes del país, como el chef Víctor Moreno, o clientes de otros estados, son motivo de alegría para Agustín y Gorette.
En un ambiente de alegría y cordialidad El techo de la ballena, y demás restaurantes, siguen las tradiciones y recetas familiares con las que comenzaron a operar en un mercado donde se reflejan los orígenes del venezolano.
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Detrás de la Aduana Marítima de La Guaira, a través de la calle que conduce al puerto, específicamente a la entrada donde están los ferris, se encuentra el Gran Mercado Pesquero Turístico de La Guaira; mejor conocido como El Mosquero.
Entre neveras de mostradores, vendedores locales, pescados y mariscos diversos, se escuchan los populares “¡A la orden!”, “Está fresquito de hoy” o las entonaciones de la variedad pesquera del día; a la entrada una venta de diferentes productos procesados y, a la salida, mesas y sillas listas para que el cliente disfrute del menú guaireño.
Conocido por la frescura del pescado y el gusto de sus empanadas, este mercado pesquero es conocido en el ámbito nacional; sin embargo, una parte de la población aún desconoce sus atributos.
Pargo, mero, sardinas, calamares y camarones, son los básicos a la venta, pero hay más sorpresas del mar que se albergan en un mercado con más de 50 años de historia. Originarios de La Guaira, procedentes de otros estados del país, hijos de inmigrantes, segundas y terceras generaciones, son los que alzan las velas y navegan todos los días en este emporio pesquero.
Manuel Pereira -dueño del puesto El Mero Mero- es la segunda generación de su familia en atender el puesto; su padre, originario de Portugal, comenzó a trabajar en el mercado a principios de los 80: “él sin conocer mucho sobre el pescado comenzó en el negocio y yo a ayudarlo; así hasta el día de hoy”, cuenta Manuel.
Estuvo cerca de abandonar la pesca y mudarse a la capital, pero tras la insistencia de su padre decidió quedarse únicamente por cinco años: “Cuando me tocaba irme a mi papá se le presenta la oportunidad de un nuevo local que él quería que fuera mío; así es como esos cinco años se transformaron en cuarenta”.
A parte de ser el jefe de El Mero Mero, Manuel preside Cepmaragrine, una asociación entre los concesionarios que nace luego de la tragedia de Vargas en 1999; Pereira explica que la crearon para sacar al mercado adelante y tener mayor control de los ingresos para cubrir los gastos comunes.
Trabajando en el mercado desde 1981 para Manuel el mercado representa una segunda familia: “lo quiero y siempre estoy luchando para que luzca mejor, aunque ha sido difícil durante todos estos años por circunstancias que no podemos controlar”.
Recuerda con ilusión que antes de la tragedia solían reunirse todos los concesionarios un día antes de navidad: “cada uno colaboraba con alguna comida típica, traíamos muchachos que cantaban aguinaldos y era un momento muy bello; 15 años que no lo hacemos -porque muchos pescadores se han ido del país- pero lo sigo añorando”.
Así como Manuel, Carlos Hernández también comparte una historia similar; dueño -junto a su hermano- de la pescadería Medregal, es hijo de Evelio José Hernández, uno de los fundadores: “Mi papá me contaba que el mercado fue construido en la época de Raúl Leoni, pero lo entregaron en el gobierno de Rafael Caldera”.
Carlos cuenta que su padre y otros pescadores solían trabajar en el muelle pesquero, puestos pequeños con una tabla de madera y una cava para conservar el pescado; “así fue como mi papá comenzó esta historia familiar”.
Recuerda que el apodo de su papá era ‘el pescador gallego’: un español que llegó a Venezuela con 20 años, específicamente a la isla de Margarita y que decidió vivir en la costa guaireña para estar cerca de su gran amor.
“Mi papá vivió 60 años de su vida en este mercado; yo siempre lo acompañaba, de pequeño iba los fines de semana, luego crecí y me convertí en ayudante junto a mis hermanos” cuenta Carlos, quien ha estado al frente del puesto los últimos 14 años.
Carlos recuerda que cuando decidió formar un hogar ‘el pescador gallego’ -quien falleció hace dos años- le rentó el puesto y le dijo ‘Échale pichón allí, que eso va a ser tuyo igualito”.
El cataco, la cojinúa y el parguito son algunos de los productos que mejor se venden: “son sabrosos y económicos” dice Carlos.
Manuel y Carlos coinciden en que actualmente las ventas dependen de los caraqueños. A pesar de que el guaireño suele comprar los días de semana, de viernes a domingo la afluencia suele ser mayor por las personas que visitan las playas del estado; confirman que la pandemia ha afectado los ingresos del mercado.
“La gente siempre extraña comprar en el mercado; el pescado es realmente fresco y un poco más barato en comparación a los precios de Caracas, eso les gusta a los clientes” dice Manuel.
Algo que también disfrutan los clientes caraqueños son las comidas acompañadas de consomé con casabe, los platos de pescados y mariscos, las empanadas fritas u otras especialidades de la localidad.
Agustín Gomes, hijo de los portugueses José Gomes y Gorette de Freitas, está al frente de El techo de la ballena; el restaurante que sus padres fundaron hace 37 años y que comenzó siendo un pequeño local donde se vendían arepas.
Ubicados en la salida del centro pesquero, cuya especialidad de los fines de semana son las empanadas operadas, Agustín cuenta que ese sitio «representa la historia familiar de los Gomes, donde aprendí la cultura del trabajo duro”.
Las ‘famosas empanadas operadas’ son de cazón con una vinagreta de pulpo, calamar y camarón -un salpicón de mariscos-; las visitas de reconocidos personajes del país, como el chef Víctor Moreno, o clientes de otros estados, son motivo de alegría para Agustín y Gorette.
En un ambiente de alegría y cordialidad El techo de la ballena, y demás restaurantes, siguen las tradiciones y recetas familiares con las que comenzaron a operar en un mercado donde se reflejan los orígenes del venezolano.