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La noche más espectral del año se acerca con la celebración de Halloween y del Día de los Muertos.

Las historias de espanto en Estados Unidos proliferan para esa fecha, y las carteleras de cine estrenan y reeditan películas de terror. 

Pero Venezuela tiene sus propias leyendas y cuentos de espantos y apariciones que podrían helar la sangre de cualquiera que los escuchara. 

En cada rincón del país se escuchan cuentos de ánimas en pena, criaturas fantásticas y claro, los famosos cuentos de camino.

Para esta segunda edición de Halloween de Solaz, nos pusimos misteriosos y quisimos hacer una recopilación de cinco cuentos sobre aparecidos plasmados por la escritora, novelista y cronista venezolana Mercedes Franco, en sus reconocidos libros.

Franco es famosa por dedicarse a la literatura infantil y publicar libros como la Sayona y otros cuentos de Espantos; Vuelven los fantasmas; y por haber creado el diccionario de Fantasmas, Misterios y Leyendas de Venezuela.

Las ilustraciones de estos libros son de la autoría de Stefano Di Cristofaro.

La Sayona (La Sayona y otros cuentos de espantos)

La Sayona sin duda es uno de los cuentos de aparecidos más famosos de Venezuela, y que ha sido contado de distintas formas, incluso llevado a la televisión. La historia de la hermosa mujer que se venga de los hombres infieles es conocida por estar ambientada en los llanos venezolanos. Pero Franco, en su libro “La Sayona y otros cuentos de espantos”, la relata desde el Los Andes del país, en un contexto de noches frías y oscuras.

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En su libro,Franco narra la historia de Marcos y su compadre José María, con ilustraciones de Stefano Di Cristofaro. Ambos jóvenes se dirigían a sus hogares cuando una mujer hermosa los distrajo, ellos la saludaron y elogiaron su belleza.

La mujer interrumpió el vals que tocaban ambos hombres y les comentó lo mucho que le gustaba, sin meditarlo los invitó a su hogar para tomarse una botella de miche, un tipo de aguardiente popular en la región andina del país.

Cuando llegaron al hogar de la joven, ella invitó a José María a pasar a la parte de atrás de su hogar, allí lo mató y guardó su cabeza para asustar a Marcos. Este último pudo salir corriendo del lugar aterrado porque no sabia cómo contar sobre el asesinato de su compadre. Se salvó por llevar un crucifijo de plata, regalado por su mujer.

El Bailarín (La Sayona y otros cuentos de espantos)

La historia del fantasma Bailarín se remonta a la Venezuela del siglo XIV, en el estado Carabobo. Rosaura Salas, es la protagonista y vive en una casa colonial de la valencia de aquella época. La joven era muy solicitada por los caballeros, que siempre le dedicaban serenatas desde su ventana.

El padre de Rosaura, Don Antonio, era conocido por dar grandes fiestas en las que sus hijas resaltaban sobre todo Rosaura, quien destacaba por su destreza y elegancia al bailar.

Pero hubo una época donde los hombres de la Valencia colonial fueron enviados a las guerras independentistas y eran pocos los bailarines que quedaban en la ciudad para compartir con Rosaura.

Aburrida, un día le dijo a sus hermanas: “Pues hasta con el mismo diablo bailaría yo, si se le ocurriera aparecer por aquí”.

A las hermanas les dio risa el comentario, pero su madre, Doña Teresa la reprendió por usar un lenguaje alejado de las reglas del catolicismo y luego rezaron el santo rosario.

Antes de irse a dormir, Rosaura escuchó el galope de un potro, en el que se dejaba ver a un hombre rubio, que no vivía en la ciudad. El hombre bajó de su caballo, se acercó a la reja de la casa de Rosaura y ella y sus hermanas estaban alborotadas por la belleza de aquel forastero.

El hombre les pidió agua. Rosaura fue emocionada a buscarla, pero al regresar al salón, se dio cuenta de que todo estaba despampanante, repleto de personas y con una orquesta que tocaba las mejores melodías. Todas se preguntaban de dónde habían salido todas esas personas.

El rubio caballero  le pidió a Rosaura que bailara con él, ella muy emocionada aceptó y quedó sorprendida con lo bien que danzaba aquel joven desconocido.

Los dos jóvenes bailaron tanto que Rosaura se agotó. Le pidió que fueran por un poco de aire fresco, pero el caballero parecía no escuchar y continuaba bailando, ella seguía quejándose, pero el misterioso hombre no paraba hasta que soló la siguiente oración: “¿Acaso no querías bailar?, dijo mostrando sus dientes muy blancos- Yo soy un gran bailarín! La danza es una de mis mayores pasiones. Y tú prometiste que bailarías conmigo si yo aparecía por aquí”.

Este libro contó con las ilustraciones de Stefano Di Cristofaro

El carey (La Sayona y otros cuentos de espantos)

La ira divina y el cuento venezolano han estado de la mano en las tradiciones orales del país. Quién no ha escuchado alguna vez a su abuela, tía o incluso vecinos sobre los peligros de jugar o, incluso, provocar a las ánimas. El Viernes Santo es una de las fechas más respetadas por los venezolanos que aún creen en espantos y aparecidos. No es fácil evitar los cuentos de transformaciones sobre personas que se van de playa o salir a pescar durante la fecha más sagrada del catolicismo. Esa es la premisa del cuento de El Carey.

El Carey fantasma es un cuento de las costas orientales de Venezuela, en la adaptación literaria realizada por Mercedes Franco, el cuento es protagonizado por Luis Rojas, Güicho para sus amigos. Un pescador imprudente, quien decide zarpar de las costas a pescar en Viernes Santo, de noche y bajo la luna llena. Este evento no solo puso a prueba su temple, también su fe, pese a las advertencias de su esposa, amigos, familiares e incluso de un misterioso personaje que se encontró en la playa.

Sus imprudencias tuvieron un costo muy alto; más alto que sus ambiciones de conseguir dinero. Cuando Güicho se encontraba enrumbado hacia el mar abierto, una extraña tormenta  azotó su barco, luego de que intentaran atrapar un carey. Pese a la última advertencia hecha por sus colegas pesqueros, de no agarrar ninguna tortuga, por la leyenda del Carey Fantasma, sobre todo, por la maldición que deja atrás.

La historia de Güicho, narrada por Franco e ilustrada por Stefano Di Cristofaro- termina con el hombre trasformado en una tortuga fantasmal que pena en las costas de Sucre, para buscar aquellos imprudentes cuya codicia los lleva a recibir la ira divida y las lecciones de las almas en pena.

Mawadi  (La Sayona y otros cuentos de espanto)

No todos saben que en la Gran Sabana viven los mawadis, criaturas de cuerpo de serpientes y que habitan en los ríos que se entrecruzan hasta los Tepuyes. Aquellos espantos adquieren un cuerpo humano, con rasgos más exagerados una vez que revelan su identidad. No son espíritus bondadosos, al contrario, ni al peor enemigo se le desea que se encuentre con estos espantos, porque seguramente lo devorarán completico. Mercedes Franco, en su libro con ilustraciones de Stefano Di Cristofaro, rescató esta historia de la oralidad de los pueblos de Guayana.

Pedro y Marisol son los protagonistas de la historia. Ellos estaban de vacaciones en la Gran Sabana, con el fin de buscar una aventura. Un guía turístico de la zona, les relató el cuento del mawadi, y sobre todo les dejó en claro que la única forma de escapar era tejer mal una cesta.

“Si terminas la cesta bien, te meten allí y te devoraran en el río. Solo si lo haces de forma incorrecta, el espíritu se ofenderá y tratará de enmendar el error. En ese momento hay que escapar”, les advierte el guía, a la joven pareja de enamorados. Pese a estar atentos al cuento, ambos escépticos, o ingenuos, no le dieron mucha importancia al cuento.

Su campaña continuó por la selva de la Gran Sabana, mientras caía la noche. Marisol, cansada de los escollos en el viaje, decide caminar sola por las orillas del río, hasta encontrarse con un misterioso hombre, de aspecto senil, quién le pidió amablemente ayuda para tejer una cesta. Ella accedió. Entrelazó con habilidad nata el mimbre y sentenció su camino. Las horas pasaron y Pedro, su novio, comenzó a preocuparse por ella. Decide ir a buscarla a la selva.

Como un acto de bondad (o eso de dio a entender) los cocuyos iluminaron su camino hasta el lugar donde el mawadi se preparaba para zamparse a su víctima, junto a sus dos tigres acompañantes. Pedro vio a Marisol atrapada en la misa cesta que ella construyó. El Mawadi, sin apuros, le ofreció a Pedro tejer también su ataúd de mimbre, pese a sus súplicas de que la dejara con vida. Entre el intervalo del suplicio, pudo conversar con su novia quien le advirtió la verdadera identidad del espectro. Allí mismo se acordó de su única solución y tejió torpemente la cesta. Esto ofendió al mawadi, quien le quitó el artefacto y comenzó a hacer desde cero.

En esa oportunidad escaparon los amantes, guiados por las luces de los cocuyos y perseguidos por los rugidos de ambos tigres. Los cocuyos los llevaron hasta el guía turístico, quien, sin pensarlo, había seguido a Pedro por la selva. Ambos escaparon y quedaron con una lección para toda su vida.

Recuerden, si viajan a la Gran Sabana y un hombre les pide tejer una cesta, es mejor santiguarse y devolverse por su mismo camino.

El Enano de la Catedral (Vuelven los fantasmas)

Caracas es una ciudad peculiar. Llena de cambios, en donde cada esquina hay algo nuevo, un restaurante, un edificio, incluso una plaza. Pero, hay una historia que logra sobrevivir al paso del tiempo. Y si bien, las luces y la bulla parecían callarla, se mantiene viva. Si alguna vez has pasado por la Catedral de Caracas, de noche y solo (o sola), es mejor seguir de largo. Hay muchas razones modernas por la cual es mejor evitar ciertos lugares de noche; pero la historia del Enano de la Catedral, es una que te puede dejar un susto de por vida.

Mercedes Franco -con ilustraciones de Fernando Belisario- describe al enano de la catedral como un hombre pequeño, vestido de blanco y con un sombrero negro. Por supuesto, con un tabaco en la mano. El espanto ronda por los alrededores de la iglesia en búsqueda de algún incauto que le de fuego para prender el frondoso habano.

Quienes conocen la historia, saben que ver a un enano en la catedral pidiendo un fósforo es señal de peligro. Si lo enciendes, este se transformará en un gigante que llega hasta el campanario de la Catedral caraqueña, escupiendo fuego por la boca y soltando centellas de los ojos.

Franco se cuestiona si aún el enano se aventura a pedir fuego por el corazón de Caracas. Por una metrópolis que olvida y cambia a cada segundo. Pero, de encontrarse al espanto, es mejor solo seguir de largo, para no terminar con un susto de muerte.

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