La abogada Antonia Turbay reconoció que fue «muy dura la convivencia» durante el año que estuvo presa el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin).
A Turbay la detuvieron el 27 de junio de 2019, tres días después de la fuga de su residencia del comisario Iván Simonovis, hoy en Estados Unidos.
Funcionarios del Sebin la sacaron de su vivienda en la Alta Florida en Caracas. Estuvo desaparecida durante tres días y finalmente la presentaron a tribunales el 30 de junio.
El 27 de julio de 2019 se libró una boleta de excarcelación para ella, porque no hubo pruebas en su contra. Sin embargo, los funcionarios del Sebin se negaron a darle su libertad hasta este lunes 31 de agosto de 2020, tras el decreto de indulto presidencial de Nicolás Maduro.
«La convivencia es muy dura, no estaba acostumbrada a vivir con mucha gente y me fue muy difícil», manifestó en una entrevista con el director del Foro Penal, Alfredo Romero.
Turbay estaba en una celda junto con otras cinco presas políticas en la sede de El Helicoide del Sebin.
Todas las mañanas tras levantarse rezaba el rosario; volvía a orar salmos y la hora de la misericordia en las tardes, y lo repetía en las noches antes de dormir.
El pasado lunes cuando la liberaron, su testimonio fue uno de los más conmovedores. En ese momento dijo que se resignó a esperar por la libertad, porque hasta en cuatro oportunidades le dijeron que saldría pero esto no ocurrió.
Además, señaló que la separaron de su única hija, quien debió irse a Bogotá (Colombia) después de que sufriera un secuestro exprés.
Este miércoles, 2 de septiembre, Turbay reiteró que se aferró a la oración cuando perdió las expectativas de que saldría libre.
En su rutina también leía a diario y escuchaba noticias o música a través de un pequeño radio. Confesó que fue respetuosa de las normas y no se le permitió tener un teléfono celular.
Cuando llegó el coronavirus al país, para ella y sus compañeras la situación se tornó más difícil. No salieron más de la celda, dejaron de ir al gimnasio y se mantuvieron tomando te de jengibre y limón. Confesó que «me dio mucho miedo», el compartir con otros presos políticos.
«Las únicas que no estaban enfermas éramos las seis mujeres de las celdas, decidí invertir en salud. Nosotras fuimos las únicas que no salimos», reiteró.
Turbay describió que muchos presos políticos los sacaron a centros de salud por cuadros gripales y los volvieron a encerrar.
«Todo el mundo sabe que sacaron a algunos ciudadanos al hospital y después los trajeron, había gente enferma».
Cuando Romero le pidió un mensaje para los presos políticos que se mantienen en el país, solo dijo que podía recomendarles la oración y «aferrarse a Dios».
«Lo que pueda decir es poco, qué puedo decirle a una familia que está sufriendo con uno de sus miembros adentro que también está sufriendo», sostuvo.
Recordó que el sufrimiento no es sólo el de ella o su hija, sino la de cientos de familias e incluso la del comisario Iván Simonovis, quien estuvo 14 años preso y sin poder ver crecer a sus hijos.
«No puedo dejar de pensar que una familia estuvo presa durante 14 años. No puedo decirle que no sufran porque es muy duro y cada experiencia la vive uno mismo», reiteró.
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La abogada Antonia Turbay reconoció que fue «muy dura la convivencia» durante el año que estuvo presa el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin).
A Turbay la detuvieron el 27 de junio de 2019, tres días después de la fuga de su residencia del comisario Iván Simonovis, hoy en Estados Unidos.
Funcionarios del Sebin la sacaron de su vivienda en la Alta Florida en Caracas. Estuvo desaparecida durante tres días y finalmente la presentaron a tribunales el 30 de junio.
El 27 de julio de 2019 se libró una boleta de excarcelación para ella, porque no hubo pruebas en su contra. Sin embargo, los funcionarios del Sebin se negaron a darle su libertad hasta este lunes 31 de agosto de 2020, tras el decreto de indulto presidencial de Nicolás Maduro.
«La convivencia es muy dura, no estaba acostumbrada a vivir con mucha gente y me fue muy difícil», manifestó en una entrevista con el director del Foro Penal, Alfredo Romero.
Turbay estaba en una celda junto con otras cinco presas políticas en la sede de El Helicoide del Sebin.
Todas las mañanas tras levantarse rezaba el rosario; volvía a orar salmos y la hora de la misericordia en las tardes, y lo repetía en las noches antes de dormir.
El pasado lunes cuando la liberaron, su testimonio fue uno de los más conmovedores. En ese momento dijo que se resignó a esperar por la libertad, porque hasta en cuatro oportunidades le dijeron que saldría pero esto no ocurrió.
Además, señaló que la separaron de su única hija, quien debió irse a Bogotá (Colombia) después de que sufriera un secuestro exprés.
Este miércoles, 2 de septiembre, Turbay reiteró que se aferró a la oración cuando perdió las expectativas de que saldría libre.
En su rutina también leía a diario y escuchaba noticias o música a través de un pequeño radio. Confesó que fue respetuosa de las normas y no se le permitió tener un teléfono celular.
Cuando llegó el coronavirus al país, para ella y sus compañeras la situación se tornó más difícil. No salieron más de la celda, dejaron de ir al gimnasio y se mantuvieron tomando te de jengibre y limón. Confesó que «me dio mucho miedo», el compartir con otros presos políticos.
«Las únicas que no estaban enfermas éramos las seis mujeres de las celdas, decidí invertir en salud. Nosotras fuimos las únicas que no salimos», reiteró.
Turbay describió que muchos presos políticos los sacaron a centros de salud por cuadros gripales y los volvieron a encerrar.
«Todo el mundo sabe que sacaron a algunos ciudadanos al hospital y después los trajeron, había gente enferma».
Cuando Romero le pidió un mensaje para los presos políticos que se mantienen en el país, solo dijo que podía recomendarles la oración y «aferrarse a Dios».
«Lo que pueda decir es poco, qué puedo decirle a una familia que está sufriendo con uno de sus miembros adentro que también está sufriendo», sostuvo.
Recordó que el sufrimiento no es sólo el de ella o su hija, sino la de cientos de familias e incluso la del comisario Iván Simonovis, quien estuvo 14 años preso y sin poder ver crecer a sus hijos.
«No puedo dejar de pensar que una familia estuvo presa durante 14 años. No puedo decirle que no sufran porque es muy duro y cada experiencia la vive uno mismo», reiteró.