Hemos visto durante los últimos días una abierta confrontación verbal-estratégica entre los mandatarios de Colombia, Iván Duque y Venezuela, Nicolás Maduro. Ésta ha ido subiendo de tono considerablemente, especialmente, a partir del decreto presidencial de protección a los migrantes venezolanos que, internacionalmente, le valió al mandatario colombiano numerosos elogios, incluidos, los del Papa Francisco.
Como réplica, Maduro ha señalado la “invisibilización” de más de seis millones de migrantes colombianos que residen actualmente en Venezuela y que, según ha señalado, “esto forma parte de una estrategia de Duque para atentar contra Venezuela”.
En esas dimensiones, ha venido escalando la refriega verbalizada entre ambos mandatarios con la consiguiente preocupación de parte de agencias y analistas, de un potencial paso a escenarios de belicismo. Esto nos llevaría a una batalla externa que, independientemente sea de tercera o cuarta generación, involucraría a dos países de la región, con influencias contrapuestas en sus intereses geopolíticos. Colombia, abiertamente alineada con los Estados Unidos y la Unión Europea; y Venezuela, también abiertamente alineada con el eje Beijing-Moscú conformado por China en su búsqueda incesante de ser la nueva superpotencia global y Rusia, ex superpotencia pero con grandes intereses geopolíticos y geoestratégicos heredados de la extinta Unión Soviética.
Pero, ¿esta batalla externa es realmente el centro de atención de los gobiernos de ambas naciones? O por el contrario, una táctica de distracción de otro tipo de problemáticas, más asociadas a problemas internos en ambos países. Eso lo pudiéramos averiguar en las siguientes semanas que vamos a vivir en la región. Lo cierto del caso es que ambos mandatarios estarán inmersos en procesos comiciales que se avecinan, con un enorme cuadro de complejidad en lo que respecta a las fuerzas ideológicas que se están moviendo para obtener las posiciones de poder tanto en Bogotá como en Caracas. Y un elemento adicional, pero no por ello menos clave, es la división que se presenta en los cuadros políticos de ambos mandatarios.
En cuanto a la derecha colombiana, las divisiones internas se hacen cada vez más evidentes a la luz de las ambiciones desatadas para ocupar la presidencia y poder sustituir a Duque a partir de 2022. Las luchas encarnizadas entre los diferentes partidos y opciones políticas del establishment se han venido desarrollando en sentido abierto y soterrado con unas confrontaciones discursivas de alta perfomance para debilitar la imagen de Duque. Quien, a la par, recibe duros ataques de la izquierda que, esta vez, confía en poder obtener la victoria y alinearse con los últimos procesos comiciales en la región que han dado un giro a su favor.
En Caracas las cosas tampoco andan calmadas. Por primera vez en mucho tiempo, se están desatando luchas intestinas en el seno de la alianza política que controla el poder desde hace ya veintiún años. La aproximación de las elecciones para gobernadores y alcaldes pautadas para diciembre próximo, ha desatado una “guerra” de intentos de desprestigio de líderes del chavismo vinculadas a posiciones internas.
Todo esto aliñado con la situación económica actual, el tema de las sanciones y las posiciones de muchos países del hemisferio occidental con respecto a Venezuela. También el proceso de reconstrucción que está intentando adelantar la oposición política y que, en el mediano plazo pudiera articular de nuevo a la dirección política con el descontento generalizado de la población.
Como vemos, pareciera más bien avecinarse una batalla interna con otras características muy distintas a las que hemos visto en las últimas dos décadas en Venezuela. Roles contrapuestos, realineados, discretos, indiscretos, tácticos, estratégicos y sobre todo, intentando reconectar el liderazgo perdido con la dura realidad del imaginario colectivo de la nación.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Cómo reinventar la política en medio del descrédito
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Como réplica, Maduro ha señalado la “invisibilización” de más de seis millones de migrantes colombianos que residen actualmente en Venezuela y que, según ha señalado, “esto forma parte de una estrategia de Duque para atentar contra Venezuela”.
En esas dimensiones, ha venido escalando la refriega verbalizada entre ambos mandatarios con la consiguiente preocupación de parte de agencias y analistas, de un potencial paso a escenarios de belicismo. Esto nos llevaría a una batalla externa que, independientemente sea de tercera o cuarta generación, involucraría a dos países de la región, con influencias contrapuestas en sus intereses geopolíticos. Colombia, abiertamente alineada con los Estados Unidos y la Unión Europea; y Venezuela, también abiertamente alineada con el eje Beijing-Moscú conformado por China en su búsqueda incesante de ser la nueva superpotencia global y Rusia, ex superpotencia pero con grandes intereses geopolíticos y geoestratégicos heredados de la extinta Unión Soviética.
Pero, ¿esta batalla externa es realmente el centro de atención de los gobiernos de ambas naciones? O por el contrario, una táctica de distracción de otro tipo de problemáticas, más asociadas a problemas internos en ambos países. Eso lo pudiéramos averiguar en las siguientes semanas que vamos a vivir en la región. Lo cierto del caso es que ambos mandatarios estarán inmersos en procesos comiciales que se avecinan, con un enorme cuadro de complejidad en lo que respecta a las fuerzas ideológicas que se están moviendo para obtener las posiciones de poder tanto en Bogotá como en Caracas. Y un elemento adicional, pero no por ello menos clave, es la división que se presenta en los cuadros políticos de ambos mandatarios.
En cuanto a la derecha colombiana, las divisiones internas se hacen cada vez más evidentes a la luz de las ambiciones desatadas para ocupar la presidencia y poder sustituir a Duque a partir de 2022. Las luchas encarnizadas entre los diferentes partidos y opciones políticas del establishment se han venido desarrollando en sentido abierto y soterrado con unas confrontaciones discursivas de alta perfomance para debilitar la imagen de Duque. Quien, a la par, recibe duros ataques de la izquierda que, esta vez, confía en poder obtener la victoria y alinearse con los últimos procesos comiciales en la región que han dado un giro a su favor.
En Caracas las cosas tampoco andan calmadas. Por primera vez en mucho tiempo, se están desatando luchas intestinas en el seno de la alianza política que controla el poder desde hace ya veintiún años. La aproximación de las elecciones para gobernadores y alcaldes pautadas para diciembre próximo, ha desatado una “guerra” de intentos de desprestigio de líderes del chavismo vinculadas a posiciones internas.
Todo esto aliñado con la situación económica actual, el tema de las sanciones y las posiciones de muchos países del hemisferio occidental con respecto a Venezuela. También el proceso de reconstrucción que está intentando adelantar la oposición política y que, en el mediano plazo pudiera articular de nuevo a la dirección política con el descontento generalizado de la población.
Como vemos, pareciera más bien avecinarse una batalla interna con otras características muy distintas a las que hemos visto en las últimas dos décadas en Venezuela. Roles contrapuestos, realineados, discretos, indiscretos, tácticos, estratégicos y sobre todo, intentando reconectar el liderazgo perdido con la dura realidad del imaginario colectivo de la nación.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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