OPINIÓN · 14 FEBRERO, 2021 04:58

Cómo reinventar la política en medio del descrédito

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Piero Trepiccione

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Venezuela es un caso muy particular en los actuales momentos. El descrédito generalizado hacia la política, líderes políticos y partidos es asombroso. Mucho más, porque los porcentajes superan con creces la media de muchos países de la región. La población se siente abandonada a su suerte sin un rumbo claro que amalgame de nuevo una esperanza colectiva como nación, que la haga superar la multidimensionalidad de la crisis actual. 

En una situación de esta naturaleza, la única vía para reconstruir una esperanza colectiva que sea el marco referencial para movilizar y concentrar todas las energías posibles, es la acción política. Sin embargo, la pregunta obligada que muchos se hacen en un juego tan “trancado” es ¿cómo se puede hacer esto? Y la respuesta está asociada a un principio fundamental.

La política se hace con la gente. Siempre se ha tratado de una construcción colectiva y no individual. Aunque la figura del liderazgo es importante en tanto la persona como el partido o los movimientos sociales, si no hay raíces y apegos partidarios generalizados es difícil concebir vectores de fuerza transformadora. Por lo tanto, el primer y más importante paso es darle la participación a la gente más allá de las estructuras partidistas, para que alimente con sus propias emociones y dinámicas, un proceso de “enamoramiento” de causas que trasciendan la actual realidad. 

La arquitectura del relanzamiento de la política debe partir de la base hacia arriba. No al revés, como se ha venido haciendo hasta ahora. La ciudadanía es la más afectada por la crisis en todos los sentidos. Es allí donde están los temas cruciales desde los cuales construir una narrativa política que los impulse hacia un horizonte común y claro. Las cúpulas de los partidos pueden servir para dar una orientación estratégica en los procesos, pero no pueden sustituir la voluntad general. Y en eso es donde se ha venido fallando sustancialmente. Tenemos partidos que solo miran a sus ombligos, solo discuten temáticas asociadas a sus intereses particulares y muy políticos que terminan disociándolos de la sociedad entera, como ocurre actualmente en Venezuela. 

A los venezolanos no les es motivo de preocupación en las actuales circunstancias quién debe liderar las transformaciones. Eso obviamente vendrá después. De momento, les es más útil y esperanzador quién los apoye solidariamente en asuntos sociales en los sectores más populares del país, llenos de necesidades por doquier. Pero también, quien les conozca en profundidad y articule esfuerzos de emprendimiento y capacidad de producción para mejorar los aspectos económicos. También, quienes promuevan que las decisiones importantes en materia de candidaturas se asocien a una participación popular en primarias y no en círculos esotéricos tradicionales de diferente signo ideológico. 

Para reinventar la política y hacerla de nuevo creíble y esperanzadora se debe acudir a una unidad “desde la gente” desde abajo, desde las bases, desde la Venezuela profunda y deseosa de superar con creces su actual estatus. Ante el juego trancado se debe abrir el grifo de la creatividad popular, nacional, republicana y llena de valores asociados a la convivencia democrática. 

La política de salón siempre ha sido importante. Los bufones y los cortesanos tienen su rol. Los diplomáticos también. Pero más allá de ello, necesitas reconectar con el espíritu de la nación y eso se hace “pateando la calle”. La Venezuela profunda y brutalmente golpeada necesita políticos que abandonen el salón y conversen con la gente. Allí están las soluciones. Solo que debemos sistematizarlas y posicionarlas con inteligencia, astucia, emoción y racionalidad. El descrédito es reversible hacia la esperanza. Pero debemos tener muy claro las formas de accionar.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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En una situación de esta naturaleza, la única vía para reconstruir una esperanza colectiva que sea el marco referencial para movilizar y concentrar todas las energías posibles, es la acción política. Sin embargo, la pregunta obligada que muchos se hacen en un juego tan “trancado” es ¿cómo se puede hacer esto? Y la respuesta está asociada a un principio fundamental.

La política se hace con la gente. Siempre se ha tratado de una construcción colectiva y no individual. Aunque la figura del liderazgo es importante en tanto la persona como el partido o los movimientos sociales, si no hay raíces y apegos partidarios generalizados es difícil concebir vectores de fuerza transformadora. Por lo tanto, el primer y más importante paso es darle la participación a la gente más allá de las estructuras partidistas, para que alimente con sus propias emociones y dinámicas, un proceso de “enamoramiento” de causas que trasciendan la actual realidad. 

La arquitectura del relanzamiento de la política debe partir de la base hacia arriba. No al revés, como se ha venido haciendo hasta ahora. La ciudadanía es la más afectada por la crisis en todos los sentidos. Es allí donde están los temas cruciales desde los cuales construir una narrativa política que los impulse hacia un horizonte común y claro. Las cúpulas de los partidos pueden servir para dar una orientación estratégica en los procesos, pero no pueden sustituir la voluntad general. Y en eso es donde se ha venido fallando sustancialmente. Tenemos partidos que solo miran a sus ombligos, solo discuten temáticas asociadas a sus intereses particulares y muy políticos que terminan disociándolos de la sociedad entera, como ocurre actualmente en Venezuela. 

A los venezolanos no les es motivo de preocupación en las actuales circunstancias quién debe liderar las transformaciones. Eso obviamente vendrá después. De momento, les es más útil y esperanzador quién los apoye solidariamente en asuntos sociales en los sectores más populares del país, llenos de necesidades por doquier. Pero también, quien les conozca en profundidad y articule esfuerzos de emprendimiento y capacidad de producción para mejorar los aspectos económicos. También, quienes promuevan que las decisiones importantes en materia de candidaturas se asocien a una participación popular en primarias y no en círculos esotéricos tradicionales de diferente signo ideológico. 

Para reinventar la política y hacerla de nuevo creíble y esperanzadora se debe acudir a una unidad “desde la gente” desde abajo, desde las bases, desde la Venezuela profunda y deseosa de superar con creces su actual estatus. Ante el juego trancado se debe abrir el grifo de la creatividad popular, nacional, republicana y llena de valores asociados a la convivencia democrática. 

La política de salón siempre ha sido importante. Los bufones y los cortesanos tienen su rol. Los diplomáticos también. Pero más allá de ello, necesitas reconectar con el espíritu de la nación y eso se hace “pateando la calle”. La Venezuela profunda y brutalmente golpeada necesita políticos que abandonen el salón y conversen con la gente. Allí están las soluciones. Solo que debemos sistematizarlas y posicionarlas con inteligencia, astucia, emoción y racionalidad. El descrédito es reversible hacia la esperanza. Pero debemos tener muy claro las formas de accionar.

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