Dos noticias de delitos recientes me llaman la atención. La primera es una agresión física realizada a un joven gay, hace algunos meses, en España y, la segunda, la muerte del presunto violador de una joven, hace pocas semanas, en Venezuela.
Ambos delitos tienen en común el protagonismo de dos jóvenes, un acto relacionado con sexo y una mentira. Muy probablemente, en cualquier momento, en cualquier parte del mundo, han habido noticias parecidas a estas porque el sexo, a cuenta de íntimo y tabú, a cualquier edad, se presta para mentir
El que en España, país proclamado y reafirmado por la legislación como libre de homofobia, o mejor dicho, GLBTI friendly (amistoso y respetuoso con todo lo que sea diversidad sexual) se agreda a una persona por su apariencia o condición sexual no es solo noticia, sino un escándalo mediático a nivel nacional, como debe ser.
El que un joven gay denunciara haber sido agredido por desconocidos, camino a su casa, de madrugada, fue noticia nacional. El asalto había ocurrido en una de las ciudades ejemplo mundial por su tolerancia a la diversidad sexual, Madrid, y en una de las zonas de vivienda y diversión de la comunidad LGBTI nacional e internacional, Chueca. ¡Increíble, inadmisible!
Al día siguiente de la agresión al joven gay, mientras la policía investigaba el caso, los grupos organizados convocaron protestas callejeras en diversas partes de España, y los medios llevaron la noticia a primera plana. Para ese entonces, ya el joven había confesado haber mentido sobre la tal agresión para justificar ante su pareja una salida con otra gente. Fue desmoralizador para quienes salieron en defensa del joven gay.
La red del pajarito y los portales de noticias venezolanos se activaron, hace pocas semanas, con la denuncia del padre de una niña de 13 años de que un amigo de la familia la había violado sexualmente en su propia casa.
La policía logró detener al joven acusado de violación, miembro de un cuerpo militar, por lo que hubo cierta consideración en mantenerlo en una oficina y no en un calabozo mientras se investigaba. El padre de la niña, quien parece también estaba vinculado al cuerpo militar, logra llegar donde está el acusado y lo mata.
Ante el asesinato de un presunto violador aparecen aplausos y apoyo al padre de la agraviada en la red del pajarito. La venganza, en circunstancias como esa, tiene más sentido. Muerto presunto agresor y detenido el padre de la niña por asesinato, así fuese por venganza, la acusadora confiesa, y las autoridades confirman, que no hubo violación. Desmoralizador, particularmente para quienes, a nombre de organizaciones feministas, habían salido en defensa de la niña.
Las agresiones y crímenes asociados al sexo son situaciones engorrosas por todo lo que encierran. De sexo poco se habla. Algunas personas, nada. Lo sexual es un tema privado, íntimo, personal, impenetrable.
La cultura y particularmente, las religiones, han hecho del sexo un tabú, un tema intocable, intratable. Lo sexual se nos presenta como asociado al maldito placer de la carne, a lo perverso, a lo diabólico, al mal. Paradójicamente, y por razones naturales, el sexo, para casi todas las personas, es algo apetecible.
Al sexo se le niega como parte de la naturaleza humana. La perversión religiosa lo ha sembrado en nuestras psiquis como una manzana, un fruto tentador, pero prohibido por provenir del mal y lo prohibido hay que callarlo, ocultarlo.
Hablar socialmente sobre sexo puede resultar obsceno, vulgar, asqueroso, vergonzoso y por ser lo sexual un tema oscuro, poco ventilado, da pie a que se especule sobre él y sea excelente excusa para mentir, cometer un delito, inclusive, un crimen.
En la pareja y en la familia, lo sexual está ligado a fidelidad o traición, por tanto, se exige silencio, ocultarlo, mentir. Muchas madres y padres prefieren oír mentiras con respecto a la sexualidad de sus hijas e hijos, inclusive a la de ellos mismos como personas. Lo negativo suele ocultarse.
Con respecto al sexo solemos mentirnos a nosotros mismos, y entre amigos y amigas, hacemos alarde de lo que haya de bueno y suele ocultarse lo que se considere negativo. Una manera de mentir.
El joven y la joven que mintieron públicamente de haber sido agredidos sexualmente, sin detenerse en las consecuencias de sus mentiras, expresaron parte de lo que sus culturas les ha enseñado: mentir con respecto al sexo.
Nos toca, por el bien de todos y todas y de las generaciones más jóvenes, naturalizar, desnudar, el tema del sexo.
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