La situación interna de Venezuela ha mantenido un grado de complejidad elevado durante los últimos cinco años. Esto ha originado una atención sin precedentes por parte de la región y buena parte del hemisferio occidental. Este año 2022 no será la excepción en esta misma línea. Las tensiones políticas, económicas y sociales configuran un cuadro que mantendrá una alta presión a los actores políticos locales y a ello, se le suma, la agudización de las contradicciones de la geopolítica y geoestrategia globales con sus impactos en la toma de decisiones y acciones en relación al país.
Adicionalmente, el mecanismo del referéndum revocatorio con las disposiciones aprobadas por las autoridades electorales se convirtió en un obstáculo insalvable para la posibilidad de recolección de firmas y los aspectos logísticos de parte de los sectores opositores; obligando esto a repensar las estrategias y los caminos organizativos de cara a los próximos meses y años.
En función de ello, se abre un momento político clave para discernir en profundidad -con una lectura correcta de las elecciones del 21 de noviembre; más la repetición de Barinas el 9 de enero- las formas y las profundidades que deben acoplarse a las dinámicas de opinión pública de la población venezolana. Allí entra -inevitablemente- la necesidad de establecer un foco de acción conjunta que vuelva a aglutinar a las grandes mayorías de la población que se mantiene en una difícil cotidianidad, aún con las leves mejorías que se han experimentado durante los últimos meses por aspectos coyunturales.
¿Cuál debería ser el foco de la acción política en el presente? Muy probablemente sea recomponer afectiva y efectivamente la unidad que facilite un reencuentro emocional con la gente desencantada de la política en general. Los datos que nos arrojan Encovi y Enjuve, más las mediciones de opinión pública, que constantemente se realizan en el país, dan cuenta de esta cruda realidad que ha enviado a los polos políticos fuera del interés general de la población y ha abierto infinitas posibilidades a nuevos tipos de liderazgo con características muy particulares asociadas a la época que vivimos, pero también a nuestras circunstancias particulares como nación. Sin consolidar un carácter orgánico y un centro de gravedad único, difícilmente se pueda recorrer un camino con direccionalidad clara. En este sentido, son muchas las experiencias que han conducido a múltiples vericuetos sin final claro o cercano, más allá de las expectativas.
Venezuela requiere un foco de acción que comience a materializar los esfuerzos que en muchas direcciones se hacen en su favor. Nuestra crisis multidimensional roza estadios nunca imaginados en el pasado reciente, cuyas consecuencias son terribles para su población y para la geopolítica global.
El tono político no puede seguir mirándose el ombligo y obviar el entorno. La economía, por más que se decrete, no puede salir adelante si no hay una solución política previa que dirima el camino hacia financiamientos y medidas públicas focalizadas hacia los nódulos de la problemática. Hay que seguir buscando el foco y alentar para que el liderazgo lo siga haciendo. Barinas nos puede ayudar mucho desde una lectura profunda de lo ocurrido el 9 de enero.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Adicionalmente, el mecanismo del referéndum revocatorio con las disposiciones aprobadas por las autoridades electorales se convirtió en un obstáculo insalvable para la posibilidad de recolección de firmas y los aspectos logísticos de parte de los sectores opositores; obligando esto a repensar las estrategias y los caminos organizativos de cara a los próximos meses y años.
En función de ello, se abre un momento político clave para discernir en profundidad -con una lectura correcta de las elecciones del 21 de noviembre; más la repetición de Barinas el 9 de enero- las formas y las profundidades que deben acoplarse a las dinámicas de opinión pública de la población venezolana. Allí entra -inevitablemente- la necesidad de establecer un foco de acción conjunta que vuelva a aglutinar a las grandes mayorías de la población que se mantiene en una difícil cotidianidad, aún con las leves mejorías que se han experimentado durante los últimos meses por aspectos coyunturales.
¿Cuál debería ser el foco de la acción política en el presente? Muy probablemente sea recomponer afectiva y efectivamente la unidad que facilite un reencuentro emocional con la gente desencantada de la política en general. Los datos que nos arrojan Encovi y Enjuve, más las mediciones de opinión pública, que constantemente se realizan en el país, dan cuenta de esta cruda realidad que ha enviado a los polos políticos fuera del interés general de la población y ha abierto infinitas posibilidades a nuevos tipos de liderazgo con características muy particulares asociadas a la época que vivimos, pero también a nuestras circunstancias particulares como nación. Sin consolidar un carácter orgánico y un centro de gravedad único, difícilmente se pueda recorrer un camino con direccionalidad clara. En este sentido, son muchas las experiencias que han conducido a múltiples vericuetos sin final claro o cercano, más allá de las expectativas.
Venezuela requiere un foco de acción que comience a materializar los esfuerzos que en muchas direcciones se hacen en su favor. Nuestra crisis multidimensional roza estadios nunca imaginados en el pasado reciente, cuyas consecuencias son terribles para su población y para la geopolítica global.
El tono político no puede seguir mirándose el ombligo y obviar el entorno. La economía, por más que se decrete, no puede salir adelante si no hay una solución política previa que dirima el camino hacia financiamientos y medidas públicas focalizadas hacia los nódulos de la problemática. Hay que seguir buscando el foco y alentar para que el liderazgo lo siga haciendo. Barinas nos puede ayudar mucho desde una lectura profunda de lo ocurrido el 9 de enero.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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