No suelo escribir opinión. Los periodistas -los de la vieja guardia- estamos acostumbrados a replicar las voces de los otros, nunca las nuestras. Pero este caso concierne directamente al oficio al que he dedicado los últimos 20 años de mi vida. Por eso me siento en la obligación de dejar en claro mi posición.

Empiezo por confesarles que siento pena ajena. Una profunda angustia al ver cómo pseudo-colegas, reporteros y medios se han dado un festín de morbo con el caso de los dos sargentos asesinados en Sabana Grande, supuestamente por una banda de niños, presuntamente liderados por una niña.

Escriben artículos que ni siquiera son dignos de ocupar una pantalla y postean, como en una fiesta macabra, fotos de los menores de edad. Parece que se revolcaran en su propia miseria al destacar una imagen de una niña que mira directamente a la cámara. Desafiante. Y levantan su dedo para dictar sentencia definitiva en contra de la chamita.

¿Es que no se dan cuenta que ellos son también víctimas? Mi maestro Ryszard Kapuscinki me enseñó que los cínicos no sirven para este oficio. ¿Por qué? Porque para poder hacer bien nuestro trabajo debemos cultivar la empatía. El ejercicio dificilísimo de ponernos en los zapatos del otro y de no juzgar a priori.

Es obligatorio detenerse a pensar por un momento, en la vida -si es que puede llamarse así- que han tenido esos niños. Abandonados, escondidos, sobrevivientes y aterrados. No sabemos las circunstancias que rodearon el hecho; “trascendió” que supuestamente la joven había sido objeto de un intento de violación. No lo sabemos, como no sabemos casi nada de lo ocurrido. Pero cuántos clics nos da el tema.

De lo único que estamos seguros es que de se trata de una menor de edad y del sexo femenino. Doblemente escandaloso. Doblemente jugoso. Hagamos fiesta, que en un país en donde el horror se ha convertido en  un pie de página, hay un tema que logra capturar la atención resignada de la audiencia. Montemos una “olla” (término periodístico para describir un artículo con solo uno o dos datos sin demasiado sustento) y seguro que se posiciona entre los más leídos del mes. ¡Qué digo, del año!

En serio, ¿no les causa desasosiego la niña? ¿No les produce un dolor vital que esto pueda ocurrir? ¿No les ha pasado por la cabeza, ni por un instante, los traumas que tiene que haber enfrentado?. Cierro los ojos y la veo y sé que todos somos responsables de su destino. El Estado por no proveer lo mínimo indispensable; el sistema de justicia que ahora los pone en un limbo, otro abandono más; su familia, si es que la tienen; el sistema educativo, si es que existe. Tú por devorar con morbo cualquier cosa que sale al respecto y yo, por no haber hecho más trabajos serios sobre la situación de los niños en la calle.

La mirada de esa niña desafiante es un mensaje para todos nosotros. No se te olvide. Es vergonzoso, chico. Esa búsqueda inmoral del clic y del RT seguro cobrará más temprano que tarde sus propias derrotas.

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