Cepaz: Venezuela registró 30 feminicidios consumados y 11 frustrados en septiembre
Cepaz: Venezuela registró 30 feminicidios consumados y 11 frustrados en septiembre Credit: Iván Reyes

No nací feminista. Ha sido un trabajo de años en formación y deconstrucción que a la fecha sigue su cauce. Nací en un mundo machista, y nada tiene que ver esta aclaratoria con una comparación sobre machismo y feminismo, los cuales no son antónimos. Se los dejo de tarea

En este mundo machista todavía tenemos que explicar por qué no está bien que los hombres quieran asumir espacios y lugares que corresponden a las mujeres. Los hombres han transitado este mundo en libertad, comodidad y confianza desde hace millones de años. Cuando me refiero a hombres, debo aclarar que en su mayoría es a un tipo: blancos, heterosexuales, de clase alta.

Vamos a recorrer la historia para entender un poco por qué en la lucha feminista nosotras somos las protagonistas. En los años 1000 en Inglaterra durante la Época Medieval, Matilda se había convertido en la heredera del trono. Sería la primera reina de Inglaterra. Sin embargo, las cortes y el poderío masculino hizo todo lo que estuvo a su alcance para que Matilda no asumiera ese liderazgo. ¿A dónde voy con esto? Es que el poder históricamente lo han tenido los hombres y es tan normal para ellos verse en todos los espacios, que tan sólo imaginar lugares donde sus voces no tengan relevancia es imposible. Como muy bien decía Beauvoir, al referirse a un compañero “él nunca se ha cuestionado sus derechos en el mundo”.

Seguimos avanzando en la historia. Llegamos a Olympia de Gouges, una activista política y feminista que en el siglo XVIII decide escribir la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. Una adaptación a la conocida Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano; pero esta, en cambio, proponía la igualdad entre hombres y mujeres. Esta maravillosa mujer a quien no tuve el gusto de conocer durante mis estudios como bachiller, porque pasábamos mucho tiempo hablando de Locke, Rousseau y Montesquieu, fue guillotinada por sus ideas revolucionarias. Así que no se preocupen, llevan años tratando de silenciarnos.

Los hombres tienen que entender de barreras y espacios. Esto no significa ser excluyente. Así como no entienden del acoso callejero y les parece normal comentar sobre nuestros cuerpos. Corresponde entender que los espacios del feminismo son nuestros: nuestras vivencias, nuestras experiencias.

Los hombres han estado presentes en todos los espacios durante toda nuestra historia. Las mujeres hemos tenido que luchar  —muchos años— por el acceso a espacios de participación pública y espacios de poder. Allí llegamos a las  sufragistas, movimiento político del siglo XIX, quienes lucharon por el voto de la mujer. Lydia Becker, militante sufragista, en su artículo sobre el sufragio femenino ya comentaba: “No puede ser negado que las mujeres tienen, y deben poder y expresar sus opiniones sobre asuntos de interés público”.

En este siglo XXI llegamos al movimiento creado por Tarana Burke. Conocido por la explosión del caso en Hollywood donde las mujeres decidieron contar sus historias sobre el acoso en muchos lugares del mundo. Así el #MeToo nos hace entender la importancia de las voces de las mujeres cuando hablamos de feminismos.

Este movimiento visibiliza la impunidad sobre los casos de acoso sexual en contra de las mujeres, el cual ha sido y sigue siendo normalizado. Las feministas también vimos las respuestas violentas en contra de este movimiento. Vimos cómo los hombres se sienten atacados porque “ahora invitar a salir a una mujer de la oficina es acoso”. Si piensas así, no has entendido nada de este movimiento. La experiencia de la violencia sexual, del acoso, lo sienten y los experimentan las mujeres, en su mayoría. Permitir que los hombres, como observadores, hablen de nuestras experiencias es nuevamente invisibilizar nuestras historias. Sería olvidar a quienes sufren, sienten y pueden aportar desde sus vivencias: las mujeres. 

Así como yo no podría hablar de las experiencias de las mujeres afrodescendientes o mujeres indígenas porque no soy ni indígena ni afrodescendiente; de esta misma manera, los hombres no pueden hablar sobre nuestras experiencias como mujeres y de nuestra lucha histórica. Cada vivencia corresponde a un colectivo, a su identidad y luchas. Y en esta lucha feminista su opinión está de más: nosotras las mujeres somos las protagonistas.

Los hombres pueden educarse en feminismo, y no necesitan un título ni maestría para ello. ¿Qué tal si comienzan por escucharnos? Luego lean a autoras feministas, lean sobre los feminismos y sus corrientes. Después podremos debatir y no de posturas formadas sin educarse en feminismo, porque podrían incurrir en opiniones desconociendo conceptos históricamente construidos por el feminismo como es el feminicidio.

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Abogada de la Universidad Católica Andrés Bello. Maestría en derechos humanos y género. Feminista y defensora de derechos humanos.