Trump

Dos hechos recientes, ambos en Estados Unidos, nos hablan de una metamorfosis importante en la relación del poder con los medios de comunicación y en la interacción de las redes sociales con la información de calidad. Ambas cosas, aparentemente desconectadas, en realidad están unidas no sólo por tener lugar el mismo día, sino porque ponen sobre el tapete lo que entendemos hoy por Fake News.

La primera tiene como protagonista al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. En uno de sus arranques de furia, al menos así son reseñados por sus colaboradores, el jefe de Estado ha tomado la decisión de que los dos diarios más emblemáticos de ese país, The New York Times y The Washington Post, ya no estén más en la Casa Blanca.

Ha decidido romper Trump una tradición. La Casa Blanca, como cualquier palacio de gobierno, está suscrita a muy diversas fuentes de información. Llegan cada día miles de revistas y diarios. Y eso es lo normal. Así funciona. Los centros de poder deben estar informados y una de sus fuentes son precisamente los medios de comunicación.

La orden de Trump, traducida ya en una decisión ejecutiva, privara de acceso a esos dos diarios no sólo al personal que labora en la Casa Blanca sino al conjunto de dependencias y agencias federales de Estados Unidos.

Ni en la época de más encono, cuando The Washington Post llevó la serie de revelaciones sobre el manejo irregular de la presidencia por parte de Richard Nixon, que finalmente llevaron a la renuncia de éste para evitar ir a juicio, ni siquiera en esos años de 1970 se tomó una decisión de este calibre.

Trump acusa a los diarios tradicionales de Estados Unidos de ser sencillamente un Fake, un hecho falso. Y al hacer una acusación de tal calibre, es justamente Trump quien apela a una falsedad para descalificar a los dos periódicos y que ello le sirva de excusa para la polémica decisión.

Trump usa su poder como jefe de Estado para tomar una medida de retaliación por la cobertura de que ambos medios le están dando al proceso que podría conducir a un impeachment.

El problema es que los fondos oficiales de Estados Unidos, con los que se pagan suscripciones a medios de comunicación, no son la chequera personal del presidente. Estas pueriles reacciones de Trump son muy similares a las que vimos en el pasado con los ataques de Hugo Chávez a la prensa crítica en Venezuela. Es muy lamentable.

Al usar fondos públicos con un criterio de discriminación, por la línea editorial de dos medios muy prestigiosos y rigurosos, Trump contraviene principios constitucionales de su propio país, y también contradice postulados internacionales relacionados con el derecho a la libertad de expresión e información.

Esto ocurrió el jueves 24 de octubre. Un día después ocurrió otro hecho significativo en relación con las dinámicas de información dentro de Estados Unidos.

La empresa Facebook, muy cuestionada por ser plataforma (debido a la ausencia de filtros) para la propagación de Fake News durante las elecciones de 2016, anunció el lanzamiento de “Facebook News”, en principio solo para los suscriptores de esta red social en Estados Unidos.

La llamada trama rusa, como le denomina El País de España, entre otros grandes medios internacionales, favoreció a Trump. No hay pruebas fehacientes de que tal cosa ocurrió como parte de su estrategia para llegar a la presidencia. Lo cierto del caso es que la mano de Rusia, oculta en las redes sociales, ayudó a determinar el rumbo de aquellos comicios en los que Hillary Clinton salió derrotada.

El lanzamiento de Facebook News, como plataforma con información corroborada y de la mano de grandes medios, incluyendo a The New York Times, es un esfuerzo de esta corporación por poner punto final a la situación incómoda en la que sencillamente ha quedado desde 2016.

“Estoy casi convencido de que Facebook es parte del problema, no de la solución, ante la desinformación en redes sociales. Y lo seguirá siendo si no cambia drásticamente un modelo de negocios que depende de generar tráfico y capturar datos privados (de sus suscriptores)”, ha expresado el maestro costarricense del periodismo, Eduardo Ulibarri, un referente regional en libertad de expresión.

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