Acostumbrado a no jugar limpio, a tener árbitros no imparciales y usas barras agresivas, el gobierno de Maduro piensa que lo que hace dentro de Venezuela lo puede repetir en el exterior. La realidad es otra, las reglas se respetan y poco vale gritar y amenazar. Ahí donde sus bravuconadas le son ineficaces, la cúpula gobernante acumula derrotas. En materia de derechos humanos sucedieron unas tras otras en los últimos meses en distintos escenarios.
Realizaron todos los esfuerzos para impedir que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas renovara el mandato de la Misión de Determinación de Hechos para Venezuela. No lo lograron. De nada les sirvió proferir amenazas contra otros gobiernos, si se atrevían a votar a favor de la renovación. La mayoría en el Consejo apoyó que la Misión continuara su trabajo por dos años más. Al no lograr su propósito se dedicaron a descalificar sus rigurosos y contundentes informes, donde se ratifica que en Venezuela se han cometido crímenes de lesa humanidad, razón por la cual funcionarios con alta responsabilidad en la estructura del Estado deben ser investigados.
A esa derrota se le sumó otra: su no reelección para continuar ocupando una silla en el Consejo de Derechos Humanos. Salen de ese espacio por la puerta de atrás y con un vergonzoso historial de haber defendido a gobiernos que realizan sistemáticos atropellos contra la población. A su vez se empeñaron en obstaculizar iniciativas a favor de justicia para las víctimas.
Acaban de acumular otro revés, esta vez en la Corte Penal Internacional. Un nuevo autogol. Sienten los efectos de una administración de justicia independiente que no se deja engañar con documentos voluminosos sin mayor contenido ni con promesas de voluntad de investigar.
Intentaron impedir una activa actuación de las víctimas solicitándole a los jueces que decidieran a favor de limitar las posibilidades de intervención de los afectados por los crímenes de lesa humanidad. Los magistrados decidieron todo lo contrario, que las víctimas tienen pleno derecho a participar y las exhortaron a intervenir.
Se acostumbraron a ganar con trampas. Cuando actúan en escenarios en los cuales intervienen árbitros independientes y responsables, las perspectivas no les son halagadoras.
Quienes gobiernan terminan 2022 con un balance que les debe preocupar mucho. Avanza lento pero seguro el camino a la justicia donde los responsables de producir tanto sufrimiento con su sistemático abuso de poder deben rendir cuentas.
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