OPINIÓN · 2 ABRIL, 2022 05:12

La bofetada, la violencia televisada

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Leoncio Barrios | @Leonciobarrios

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QUÉ CHÉVERE
QUÉ INDIGNANTE
QUÉ CHIMBO

Por lo que menos pensábamos las preocupaciones que tenemos por el convulsionado mundo en que vivimos fueron eclipsadas. Las noticias sobre la guerra, el desabastecimiento, el alto costo de la vida, las crisis gubernamentales, los cambios climáticos, los desastres naturales, entre otras, pasaron a un segundo plano ante una bofetada que un actor le propinó a otro en un show televisado de alto rating mundial.

La bofetada ha generado controversia por la visibilidad que tuvo, el peso mediático de los protagonistas del escándalo y por los significados del acontecimiento.

El contexto

El show de marras se transmite mundialmente y es la fiesta mayor de un negocio de alcance mundial que mueve millones de dólares. Un show televisado en el que se premia al cine, se hace alarde de la tecnología y produce noticias por varios días para la prensa y las redes. La industria del cine se homenajea a sí misma a través de la televisión. En una noche tan linda como esa, cualquiera podía ganar.

Pero el show de TV más visto cada año en el mundo viene en picada en cuanto a rating, lo que se traduce en menos dinero y el riesgo de que el próximo año sea peor. Significaría millones y millones de dólares menos. Algo hay que hacer porque el show debe continuar.

Los riesgos de la apuesta

Uno de los animadores del espectáculo, comediante de oficio, de raza negra, alude a un problema físico que padece la esposa de una de las estrellas de esa noche, también de raza negra. No lo hace como gesto de solidaridad, ni para generar sensibilidad ante la afección de la mujer, sino a manera de un mal chiste para producir risa a través de la burla.

Ante la ofensa pública del animador, el actor, marido de la dama aludida, se abalanza hacia el presentador y lo abofetea. En la pantalla se vio a un hombre negro que abofetea a otro hombre negro. Una escena que podría afianzar dos estereotipos, muy extendidos en el país del show. Uno, el que los negros son torpes y violentos y dos, el que los hombres machos pelean entre sí.

La violencia televisada

La violencia es uno de los componentes más frecuentes en producciones cinematográficas y televisivas. Por ello no hubo nada nuevo bajo la luna con aquel episodio violento visto en la entrega de premios al cine y sus hacedores. Podía pensarse: más de lo mismo.

Las guerras, peleas, los golpes, disparos son el pan de cada día en gran cantidad de las producciones de cine y televisión. Hasta en los programas para niños y niñas de muy corta edad, la agresión es una forma “cómica” de resolver situaciones. Desde la infancia se consume el mensaje de que las conductas violentas son la forma “normal” de resolver conflictos sociales. Eso lo refuerzan en la calle y algunas familias e instituciones educativas.

En el caso del show televisado del que tanto se habla en estos días, se vio que el marido exigía respeto pero a través de la violencia. No hubo reclamo, no hubo palabras entre el ofendido y el ofensor, la bofetada fue la respuesta inmediata a la burla. La violencia como la forma la “lógica”, “natural” de conseguir lo que se quiere. Eso es lo que el público vio esa noche en televisión. Es lo que se ha visto siempre.

El chiste y la burla son agresión

Uno de los padres de la psicología, Sigmund Freud, analizó diferentes significados del humor, en particular del chiste, como un mecanismo inconsciente de ataque a quien se alude. Hizo ver que la burla, la ironía, el poner en ridículo a otra persona son formas socialmente aceptadas de agresión de la cual podemos reírnos.

A través de una expresión cómica como la burla, la broma o el chiste, podemos justificar o disfrazar nuestra agresión a otra persona. “Ríete”, “pero, ¿tú no tienes humor?”, forman parte de los reclamos que quien ofende hace a quien ofende porque no “entiende” lo que él o ella dicen. Se asume que la burla tiene que tomarse como cómica.

Burla suena a bullying, es el acoso que una persona hace a otra por su forma de ser o de comportarse. A través de “simpáticas” expresiones, la otra persona es ofendida, su autoestima golpeada. El bullying o la burla no solo ocurre en la escuela, en el patio de juegos, el sitio de trabajo, el hogar. La industria del espectáculo ha hecho de esa forma de expresarse un lugar común. Burlarse, poner a otro en ridículo como una forma de diversión.

Con la vigencia de lo políticamente correcto, las burlas por características físicas, de comportamiento, por formas de ser, se han reducido en los medios de comunicación pero, lamentablemente, todavía perviven y cuando es un chiste que ofende, se hace ver que el problema no es de quien se burla sino del burlado, que “no entiende”, “no tiene humor”.

Déjala que ella se defienda sola

La bofetada en uno de los show de televisión más visto del mundo ha revivido una situación que representa a otra conducta bochornosa en nuestra cultura, la del machismo. En este caso, la ofendida fue una mujer pero es el marido, su hombre, quién sale a cobrarle la ofensa al ofensor. Con mi mujer no te metas, le ha hecho saber dándole un golpe.

Hombres y mujeres aplaudieron la bofetada. Hombre que se respete, defiende a su mujer, actúa por ella, un ser indefenso por la gracia de Dios, piensan.

Ese guión hay que cambiarlo, decimos quienes reivindicamos el papel social de la mujer, pero mientras produzca dinero -y está produciendo mucho después del show-,vamos a mantenerlo, dicen los empresarios del espectáculo. Y así.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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La bofetada ha generado controversia por la visibilidad que tuvo, el peso mediático de los protagonistas del escándalo y por los significados del acontecimiento.

El contexto

El show de marras se transmite mundialmente y es la fiesta mayor de un negocio de alcance mundial que mueve millones de dólares. Un show televisado en el que se premia al cine, se hace alarde de la tecnología y produce noticias por varios días para la prensa y las redes. La industria del cine se homenajea a sí misma a través de la televisión. En una noche tan linda como esa, cualquiera podía ganar.

Pero el show de TV más visto cada año en el mundo viene en picada en cuanto a rating, lo que se traduce en menos dinero y el riesgo de que el próximo año sea peor. Significaría millones y millones de dólares menos. Algo hay que hacer porque el show debe continuar.

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Uno de los animadores del espectáculo, comediante de oficio, de raza negra, alude a un problema físico que padece la esposa de una de las estrellas de esa noche, también de raza negra. No lo hace como gesto de solidaridad, ni para generar sensibilidad ante la afección de la mujer, sino a manera de un mal chiste para producir risa a través de la burla.

Ante la ofensa pública del animador, el actor, marido de la dama aludida, se abalanza hacia el presentador y lo abofetea. En la pantalla se vio a un hombre negro que abofetea a otro hombre negro. Una escena que podría afianzar dos estereotipos, muy extendidos en el país del show. Uno, el que los negros son torpes y violentos y dos, el que los hombres machos pelean entre sí.

La violencia televisada

La violencia es uno de los componentes más frecuentes en producciones cinematográficas y televisivas. Por ello no hubo nada nuevo bajo la luna con aquel episodio violento visto en la entrega de premios al cine y sus hacedores. Podía pensarse: más de lo mismo.

Las guerras, peleas, los golpes, disparos son el pan de cada día en gran cantidad de las producciones de cine y televisión. Hasta en los programas para niños y niñas de muy corta edad, la agresión es una forma “cómica” de resolver situaciones. Desde la infancia se consume el mensaje de que las conductas violentas son la forma “normal” de resolver conflictos sociales. Eso lo refuerzan en la calle y algunas familias e instituciones educativas.

En el caso del show televisado del que tanto se habla en estos días, se vio que el marido exigía respeto pero a través de la violencia. No hubo reclamo, no hubo palabras entre el ofendido y el ofensor, la bofetada fue la respuesta inmediata a la burla. La violencia como la forma la “lógica”, “natural” de conseguir lo que se quiere. Eso es lo que el público vio esa noche en televisión. Es lo que se ha visto siempre.

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A través de una expresión cómica como la burla, la broma o el chiste, podemos justificar o disfrazar nuestra agresión a otra persona. “Ríete”, “pero, ¿tú no tienes humor?”, forman parte de los reclamos que quien ofende hace a quien ofende porque no “entiende” lo que él o ella dicen. Se asume que la burla tiene que tomarse como cómica.

Burla suena a bullying, es el acoso que una persona hace a otra por su forma de ser o de comportarse. A través de “simpáticas” expresiones, la otra persona es ofendida, su autoestima golpeada. El bullying o la burla no solo ocurre en la escuela, en el patio de juegos, el sitio de trabajo, el hogar. La industria del espectáculo ha hecho de esa forma de expresarse un lugar común. Burlarse, poner a otro en ridículo como una forma de diversión.

Con la vigencia de lo políticamente correcto, las burlas por características físicas, de comportamiento, por formas de ser, se han reducido en los medios de comunicación pero, lamentablemente, todavía perviven y cuando es un chiste que ofende, se hace ver que el problema no es de quien se burla sino del burlado, que “no entiende”, “no tiene humor”.

Déjala que ella se defienda sola

La bofetada en uno de los show de televisión más visto del mundo ha revivido una situación que representa a otra conducta bochornosa en nuestra cultura, la del machismo. En este caso, la ofendida fue una mujer pero es el marido, su hombre, quién sale a cobrarle la ofensa al ofensor. Con mi mujer no te metas, le ha hecho saber dándole un golpe.

Hombres y mujeres aplaudieron la bofetada. Hombre que se respete, defiende a su mujer, actúa por ella, un ser indefenso por la gracia de Dios, piensan.

Ese guión hay que cambiarlo, decimos quienes reivindicamos el papel social de la mujer, pero mientras produzca dinero -y está produciendo mucho después del show-,vamos a mantenerlo, dicen los empresarios del espectáculo. Y así.

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