Mi artículo anterior, como era de esperar, generó reacciones de preocupación como también ha debido ocurrir con la publicación del informe de la ONG venezolana, Cecodap (leer aquí). Esto me lleva a detenerme, de nuevo, en este problema.
Las ideas suicidas, los intentos de suicidio y los suicidios son un problema de salud mundial que, por un lado, se pueden prevenir controlando los riesgos, y, por el otro, intervenir, a la prontitud posible, ante cualquier señal de alerta.
Prevenir el suicidio comienza aceptando que esa es una conducta posible hasta en quien menos pensamos, ya sea por edad o características de personalidad o sociales. Reconocer la existencia de ese riesgo es una forma de romper el tabú de la muerte, algo muy arraigado en nuestra cultura.
Existe la creencia de que no se debe hablar sobre la muerte y menos sobre el suicido porque es incómodo, desagradable, asustadizo, doloroso. Inclusive, que se “puede traer” o estimular. Como con otros temas tabú por creencias religiosas, como los sexuales, la experiencia profesional dice que, al contrario al silencio, lo recomendable es pensar y hablar sobre estos temas para ventilarlos, estar precavidos y tomar medidas.
El suicidio es un tema que le llega a los más jóvenes a través del cine, la televisión y las redes. Es un tema de chateo, en el cual la familia y la escuela, en el momento que haya oportunidad, deben intervenir, sin miedo, transmitiendo confianza, aclarando lo que sea posible aclarar, por lo que hay que tener información
Un rasgo de nuestra época es la acentuación del aislamiento, una conducta característica de la adolescencia como búsqueda de su propio espacio. El encierro en una habitación, el rechazo a participar en actividades de la familia, digamos que es “normal” a esas edades.
En esta época, con la diversidad de dispositivos electrónicos para la gente de cualquier edad, el aislamiento es una forma de “estar” aún cuando no se esté solo. Los niños, niñas y adolescentes de ahora y los de un poco antes, han crecido con el ejemplo del aislamiento que ven en su propia familia y, por supuesto, en el grupo de amigos y amigas que hace de la virtualidad (el no estar) su forma de comunicación por excelencia.
¿Es el aislamiento una señal de riesgo suicida? no. Pero sí es extremo, algo difícil romper, que retrae de otras formas de contacto social, pudiera ser un riesgo y más si va acompañado de otras conductas como la agresión frecuente, el consumo de estupefacientes, signos de depresión o mucha ansiedad, entre otros.
El aislamiento juvenil es más riesgoso cuando es una respuesta al ambiente hostil, violento, en la familia, en la escuela o en los grupos de amigos y amigas. La violencia, en cualquiera de sus formas, es mala consejera.
El suicidio es una expresión de rabia o miedo. Por ello, es importante captar indicadores de esos sentimientos en la gente joven. Hay que poner especial atención a quienes tienen conductas auto agresivas y que estén en tensión por crisis en su contexto social.
Es normal que cuando haya una pérdida sensible o un cambio importante en la cotidianidad, aparezca la tristeza, como también es que se genere ansiedad en época de mucha exigencia como en la etapa de los exámenes escolares, pero hay que poner atención cuando el “estado de ánimo” cambia sin causa aparente.
En la adolescencia e infancia las ideas suicidas pueden ser una expresión del miedo al abandono, una respuesta a un ambiente hostil, el rechazo personal o el desafecto. Situaciones que la persona no controla.
Estados depresivos (no hay ganas de hacer nada, hay marcado desgano por todo) o de ansiedad (un estado de excitabilidad que no permite la tranquilidad), cuando son frecuentes, requieren de ayuda psiquiátrica o psicológica pero si no hay esa posibilidad, el gran recurso es el acompañamiento de alguien importante afectivamente para la persona en riesgo.
Ante quien tiene ideas suicidas es fundamental mostrar empatía acercándonos física y emocionalmente. Acompañarle el mayor tiempo posible, escuchándole atentamente, sin juzgar. No es momento de recriminaciones sino de apoyo. Si no habla, respetarle su silencio y activar a otra gente para que vaya buscando ayuda profesional. Si hay linea telefónica de prevención del suicidio es un gran recurso de ayuda pero sin descuidar, ni un momento, a la persona en riesgo.
Ayuda a prevenir las ideas suicidas el realizar actividades que entusiasmen, que haya un plan en el futuro que emocione. Sembrar y cultivar esperanzas. En niños, niñas y adolescentes es importante que la familia comparta actividades gratas para todo el grupo. En gente joven hay que evitar las comparaciones y cualquier forma de descalificación. Enseñarle a no temer al fracaso, que los problemas pueden solucionarse de varias formas, que pedir ayuda no es señal de debilidad, al tiempo de generar confianza en sí mismo . “Tu si puedes”, debe ser un mantra en la crianza.
Un efectivo antídoto ante los riesgos suicidas, a cualquier edad, son las expresiones de afecto. Más en niños, niñas o adolescentes. Ellos y ellas deben sentir atención, amor y hasta control, no persecución sino como una forma de quererle, de decirle lo importante que es para su familia.
El te quiero, te amo, expresado con un abrazo apretado es siempre una frase y un gesto hermoso, deseado y que en riesgos de suicidio puede ser un salvavidas.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Ideas suicidas en gente joven
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Mi artículo anterior, como era de esperar, generó reacciones de preocupación como también ha debido ocurrir con la publicación del informe de la ONG venezolana, Cecodap (leer aquí). Esto me lleva a detenerme, de nuevo, en este problema.
Las ideas suicidas, los intentos de suicidio y los suicidios son un problema de salud mundial que, por un lado, se pueden prevenir controlando los riesgos, y, por el otro, intervenir, a la prontitud posible, ante cualquier señal de alerta.
Prevenir el suicidio comienza aceptando que esa es una conducta posible hasta en quien menos pensamos, ya sea por edad o características de personalidad o sociales. Reconocer la existencia de ese riesgo es una forma de romper el tabú de la muerte, algo muy arraigado en nuestra cultura.
Existe la creencia de que no se debe hablar sobre la muerte y menos sobre el suicido porque es incómodo, desagradable, asustadizo, doloroso. Inclusive, que se “puede traer” o estimular. Como con otros temas tabú por creencias religiosas, como los sexuales, la experiencia profesional dice que, al contrario al silencio, lo recomendable es pensar y hablar sobre estos temas para ventilarlos, estar precavidos y tomar medidas.
El suicidio es un tema que le llega a los más jóvenes a través del cine, la televisión y las redes. Es un tema de chateo, en el cual la familia y la escuela, en el momento que haya oportunidad, deben intervenir, sin miedo, transmitiendo confianza, aclarando lo que sea posible aclarar, por lo que hay que tener información
Un rasgo de nuestra época es la acentuación del aislamiento, una conducta característica de la adolescencia como búsqueda de su propio espacio. El encierro en una habitación, el rechazo a participar en actividades de la familia, digamos que es “normal” a esas edades.
En esta época, con la diversidad de dispositivos electrónicos para la gente de cualquier edad, el aislamiento es una forma de “estar” aún cuando no se esté solo. Los niños, niñas y adolescentes de ahora y los de un poco antes, han crecido con el ejemplo del aislamiento que ven en su propia familia y, por supuesto, en el grupo de amigos y amigas que hace de la virtualidad (el no estar) su forma de comunicación por excelencia.
¿Es el aislamiento una señal de riesgo suicida? no. Pero sí es extremo, algo difícil romper, que retrae de otras formas de contacto social, pudiera ser un riesgo y más si va acompañado de otras conductas como la agresión frecuente, el consumo de estupefacientes, signos de depresión o mucha ansiedad, entre otros.
El aislamiento juvenil es más riesgoso cuando es una respuesta al ambiente hostil, violento, en la familia, en la escuela o en los grupos de amigos y amigas. La violencia, en cualquiera de sus formas, es mala consejera.
El suicidio es una expresión de rabia o miedo. Por ello, es importante captar indicadores de esos sentimientos en la gente joven. Hay que poner especial atención a quienes tienen conductas auto agresivas y que estén en tensión por crisis en su contexto social.
Es normal que cuando haya una pérdida sensible o un cambio importante en la cotidianidad, aparezca la tristeza, como también es que se genere ansiedad en época de mucha exigencia como en la etapa de los exámenes escolares, pero hay que poner atención cuando el “estado de ánimo” cambia sin causa aparente.
En la adolescencia e infancia las ideas suicidas pueden ser una expresión del miedo al abandono, una respuesta a un ambiente hostil, el rechazo personal o el desafecto. Situaciones que la persona no controla.
Estados depresivos (no hay ganas de hacer nada, hay marcado desgano por todo) o de ansiedad (un estado de excitabilidad que no permite la tranquilidad), cuando son frecuentes, requieren de ayuda psiquiátrica o psicológica pero si no hay esa posibilidad, el gran recurso es el acompañamiento de alguien importante afectivamente para la persona en riesgo.
Ante quien tiene ideas suicidas es fundamental mostrar empatía acercándonos física y emocionalmente. Acompañarle el mayor tiempo posible, escuchándole atentamente, sin juzgar. No es momento de recriminaciones sino de apoyo. Si no habla, respetarle su silencio y activar a otra gente para que vaya buscando ayuda profesional. Si hay linea telefónica de prevención del suicidio es un gran recurso de ayuda pero sin descuidar, ni un momento, a la persona en riesgo.
Ayuda a prevenir las ideas suicidas el realizar actividades que entusiasmen, que haya un plan en el futuro que emocione. Sembrar y cultivar esperanzas. En niños, niñas y adolescentes es importante que la familia comparta actividades gratas para todo el grupo. En gente joven hay que evitar las comparaciones y cualquier forma de descalificación. Enseñarle a no temer al fracaso, que los problemas pueden solucionarse de varias formas, que pedir ayuda no es señal de debilidad, al tiempo de generar confianza en sí mismo . “Tu si puedes”, debe ser un mantra en la crianza.
Un efectivo antídoto ante los riesgos suicidas, a cualquier edad, son las expresiones de afecto. Más en niños, niñas o adolescentes. Ellos y ellas deben sentir atención, amor y hasta control, no persecución sino como una forma de quererle, de decirle lo importante que es para su familia.
El te quiero, te amo, expresado con un abrazo apretado es siempre una frase y un gesto hermoso, deseado y que en riesgos de suicidio puede ser un salvavidas.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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