Un reciente programa en la televisión española debatía si las nuevas generaciones, las que tienen menos de 30 años, viven y vivirán mejor que la de sus padres. Por supuesto, el programa se refería a las generaciones que crecen en España, un país de Europa, continente considerado del primer mundo por su calidad de vida, por los altos índices de desarrollo económico y social que difiere de la mayoría de los países del mundo, sumidos en crisis en todos los órdenes y donde, por supuesto, también hay nuevas generaciones.
Vivir mejor significa tener buena calidad de vida. Esa calidad se mide, por lo general, a través de indicadores numéricos que tienen que ver con el acceso a bienes y servicios. Poco se consideran los factores subjetivos, por ejemplo, cómo se siente la gente con respecto a la calidad de vida en el lugar donde vive.
Una premisa básica sobre la calidad de vida de las nuevas generaciones, sostiene que es imposible que ellas vivan peor que quienes le antecedieron ya que ahora hay mejores servicios, más y mejor tecnología. Y en el futuro habrá más. El problema surge cuando se considera el acceso a esos bienes y servicios. No a todas las personas se les da por igual.
Sin duda, la respuesta sobre si vive mejor la actual generación que la que le antecedió, depende de a quiénes y dónde se haga la pregunta, además de los criterios que se utilicen para considerar mejoras o desmejoras en la calidad de vida.
En un país rico el debate sobre calidad de vida da por sentado que el acceso a los servicios básicos (electricidad y agua potable en forma continua, gas, transporte, salud, educación, etcétera) está resuelto (aún cuando haya deficiencias ocasionales) para la mayoría de la población. Por lo tanto, “vivir mejor” significa, básicamente, acceder a lo que podría considerarse ¨”suntuario”: bienes. Es decir, a tener ingresos para adquirirlos.
Para jóvenes de nuevas generaciones en países ricos pareciera que hay dos grandes preocupaciones cuando se comparan con las generaciones que le antecedieron inmediatamente: conseguir un empleo bien remunerado y el acceso a una vivienda de calidad, viajar, divertirse. Eso como lo básico, luego vienen los estudios, el auto, el ahorro. No se habla de aspiraciones amorosas, de convivencia más allá que en la diversión, de tener hijos y poder criarlos sin dificultad.
En casi todos los países europeos, las nuevas generaciones dan por sentado que la atención de salud y la educación de sus crías (si las hubiera) estará, en lo fundamental, a cargo del Estado. En países ricos, en otras partes del mundo, esas generaciones saben que la salud y la educación son caras y hay que disponer de mucho dinero para pagarlas. Lo que hay que resolver es un trabajo o negocio que permita cubrir esos gastos. Las preocupaciones parecen reducidas a dinero y seguridad social.
Los criterios de comparación entre la calidad de vida de las generaciones actuales con respecto a las que le antecedieron en países pobres son completamente distintos a la de los países ricos. Los pobres, en cualquier parte del mundo, son cada día más pobres. Por tanto, cuesta más conseguir dinero y el acceso a bienes y servicios.
Salir de la pobreza es posible, pero cuesta mucho. Quizás no se ve, o se ve poco, de una generación a otra. Ese ascenso social se hace casi imperceptible.
Algo que caracteriza a los países pobres es el aumento de la población y la desmejora en el acceso y calidad de los servicios. Por supuesto, no en todos es igual, pero es muy parecido. Pobreza es pobreza aunque se cubra de seda.
Las jóvenes generaciones en los países pobres tienen que preocuparse por lo básico: el suministro de agua potable, de electricidad, de gas, de transporte, por la dificultad de acceso a servicios de salud, obtener educación. Por supuesto, en la consecución de trabajo, una vivienda. Automóvil y otras aspiraciones materiales, parece que no tienen cabida. Quizás, el gran entusiasmo está en divertirse cómo puedan y reproducirse.
Las nuevas generaciones de los países pobres pudieran enfrentar una calidad de vida peor que las que les tocó a sus padres y abuelos a pesar del desarrollo de la tecnología y de la supuesta mejoría de los servicios. La crisis económica, la superpoblación, el abandono del campo, tuvo un impacto menor en las generaciones anteriores. Ahora, en los países pobres, es más difícil resolver la vida.
La crisis económica y política por la que, hace años, atraviesan la mayoría de los países pobres hace que las nuevas generaciones busquen irse a los países ricos. De allí parte de la crisis migratoria que se da desde África, Asia y América Latina. Se parece a la migración que decenas de miles de europeos, de todas las edades, tuvieron que emprender hacia América en el siglo pasado huyendo del hambre y las calamidades que acarrea la guerra.
La migración de países pobres a ricos la integran, mayoritariamente, miembros de nuevas generaciones. En los países de acogida, esos jóvenes podrán mejorar económicamente, encontrarán mejores servicios de salud, educación, progresar, en términos generales. Todos buenos indicadores.
Las nuevas generaciones migrantes, muy probablemente, vivirán económicamente mejor que las generaciones que le antecedieron y quedaron en sus países de origen. Asimismo, recuperarán ilusiones, pero enfrentarán el desarraigo de su tierra, la lejanía de seres queridos, la pérdida del pasado, la memoria cultural cada vez más diluida. Serán distintos por siempre y eso también forma parte de la calidad de vida.
A pesar del peso que tiene la economía en la vida de la gente, progreso no significa, exclusivamente, mejoría económica, ni calidad de vida, solo acceso a bienes y servicios. Cuando se compara la calidad de vida de ahora con la de generaciones anteriores, también es necesario considerar otros factores como la calidad del aire, de los alimentos, el contacto con la naturaleza, el stress citadino, los embates del cáncer y otras nuevas enfermedades, las formas de socializar.
El que las nuevas generaciones vivan mejor que las anteriores también tiene que ver con factores subjetivos como la añoranza, no solo del pasado, sino de una vida distinta, pensada hasta mejor, más calma, menos dependencia de la tecnología, donde quepa el saludo de cortesía, haya más abrazos, más sosiego, más tiempo para el disfrute, para cada quien. En una frase: que la vida se sienta más humana.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Santos padres abusadores
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Un reciente programa en la televisión española debatía si las nuevas generaciones, las que tienen menos de 30 años, viven y vivirán mejor que la de sus padres. Por supuesto, el programa se refería a las generaciones que crecen en España, un país de Europa, continente considerado del primer mundo por su calidad de vida, por los altos índices de desarrollo económico y social que difiere de la mayoría de los países del mundo, sumidos en crisis en todos los órdenes y donde, por supuesto, también hay nuevas generaciones.
Vivir mejor significa tener buena calidad de vida. Esa calidad se mide, por lo general, a través de indicadores numéricos que tienen que ver con el acceso a bienes y servicios. Poco se consideran los factores subjetivos, por ejemplo, cómo se siente la gente con respecto a la calidad de vida en el lugar donde vive.
Una premisa básica sobre la calidad de vida de las nuevas generaciones, sostiene que es imposible que ellas vivan peor que quienes le antecedieron ya que ahora hay mejores servicios, más y mejor tecnología. Y en el futuro habrá más. El problema surge cuando se considera el acceso a esos bienes y servicios. No a todas las personas se les da por igual.
Sin duda, la respuesta sobre si vive mejor la actual generación que la que le antecedió, depende de a quiénes y dónde se haga la pregunta, además de los criterios que se utilicen para considerar mejoras o desmejoras en la calidad de vida.
En un país rico el debate sobre calidad de vida da por sentado que el acceso a los servicios básicos (electricidad y agua potable en forma continua, gas, transporte, salud, educación, etcétera) está resuelto (aún cuando haya deficiencias ocasionales) para la mayoría de la población. Por lo tanto, “vivir mejor” significa, básicamente, acceder a lo que podría considerarse ¨”suntuario”: bienes. Es decir, a tener ingresos para adquirirlos.
Para jóvenes de nuevas generaciones en países ricos pareciera que hay dos grandes preocupaciones cuando se comparan con las generaciones que le antecedieron inmediatamente: conseguir un empleo bien remunerado y el acceso a una vivienda de calidad, viajar, divertirse. Eso como lo básico, luego vienen los estudios, el auto, el ahorro. No se habla de aspiraciones amorosas, de convivencia más allá que en la diversión, de tener hijos y poder criarlos sin dificultad.
En casi todos los países europeos, las nuevas generaciones dan por sentado que la atención de salud y la educación de sus crías (si las hubiera) estará, en lo fundamental, a cargo del Estado. En países ricos, en otras partes del mundo, esas generaciones saben que la salud y la educación son caras y hay que disponer de mucho dinero para pagarlas. Lo que hay que resolver es un trabajo o negocio que permita cubrir esos gastos. Las preocupaciones parecen reducidas a dinero y seguridad social.
Los criterios de comparación entre la calidad de vida de las generaciones actuales con respecto a las que le antecedieron en países pobres son completamente distintos a la de los países ricos. Los pobres, en cualquier parte del mundo, son cada día más pobres. Por tanto, cuesta más conseguir dinero y el acceso a bienes y servicios.
Salir de la pobreza es posible, pero cuesta mucho. Quizás no se ve, o se ve poco, de una generación a otra. Ese ascenso social se hace casi imperceptible.
Algo que caracteriza a los países pobres es el aumento de la población y la desmejora en el acceso y calidad de los servicios. Por supuesto, no en todos es igual, pero es muy parecido. Pobreza es pobreza aunque se cubra de seda.
Las jóvenes generaciones en los países pobres tienen que preocuparse por lo básico: el suministro de agua potable, de electricidad, de gas, de transporte, por la dificultad de acceso a servicios de salud, obtener educación. Por supuesto, en la consecución de trabajo, una vivienda. Automóvil y otras aspiraciones materiales, parece que no tienen cabida. Quizás, el gran entusiasmo está en divertirse cómo puedan y reproducirse.
Las nuevas generaciones de los países pobres pudieran enfrentar una calidad de vida peor que las que les tocó a sus padres y abuelos a pesar del desarrollo de la tecnología y de la supuesta mejoría de los servicios. La crisis económica, la superpoblación, el abandono del campo, tuvo un impacto menor en las generaciones anteriores. Ahora, en los países pobres, es más difícil resolver la vida.
La crisis económica y política por la que, hace años, atraviesan la mayoría de los países pobres hace que las nuevas generaciones busquen irse a los países ricos. De allí parte de la crisis migratoria que se da desde África, Asia y América Latina. Se parece a la migración que decenas de miles de europeos, de todas las edades, tuvieron que emprender hacia América en el siglo pasado huyendo del hambre y las calamidades que acarrea la guerra.
La migración de países pobres a ricos la integran, mayoritariamente, miembros de nuevas generaciones. En los países de acogida, esos jóvenes podrán mejorar económicamente, encontrarán mejores servicios de salud, educación, progresar, en términos generales. Todos buenos indicadores.
Las nuevas generaciones migrantes, muy probablemente, vivirán económicamente mejor que las generaciones que le antecedieron y quedaron en sus países de origen. Asimismo, recuperarán ilusiones, pero enfrentarán el desarraigo de su tierra, la lejanía de seres queridos, la pérdida del pasado, la memoria cultural cada vez más diluida. Serán distintos por siempre y eso también forma parte de la calidad de vida.
A pesar del peso que tiene la economía en la vida de la gente, progreso no significa, exclusivamente, mejoría económica, ni calidad de vida, solo acceso a bienes y servicios. Cuando se compara la calidad de vida de ahora con la de generaciones anteriores, también es necesario considerar otros factores como la calidad del aire, de los alimentos, el contacto con la naturaleza, el stress citadino, los embates del cáncer y otras nuevas enfermedades, las formas de socializar.
El que las nuevas generaciones vivan mejor que las anteriores también tiene que ver con factores subjetivos como la añoranza, no solo del pasado, sino de una vida distinta, pensada hasta mejor, más calma, menos dependencia de la tecnología, donde quepa el saludo de cortesía, haya más abrazos, más sosiego, más tiempo para el disfrute, para cada quien. En una frase: que la vida se sienta más humana.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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